La oposición de Jannes
y Jambres
Basado en 2Ti_3:1-9 y
en Éxo_7:12, Éxo_7:22 y Éxo_8:7
Debemos considerar ahora, en segundo lugar, la
oposición de "Jannes y Jambres", los encantadores de Egipto. Nunca
hubiésemos conocido los nombres de esos dos antagonistas de la verdad de Dios,
si el Espíritu Santo no los hubiese nombrado en relación con los "tiempos
peligrosos" sobre los cuales el apóstol Pablo advierte a su hijo Timoteo.
Es de suma importancia que el lector cristiano comprenda bien el verdadero
carácter de la resistencia que esos encantadores opusieron a Moisés; y con el
fin de darle una vista completa del asunto, citaremos todo el pasaje de la
epístola de Pablo a Timoteo, pasaje profundamente importante y solemne.
"Esto también sepas, que en los postreros días
vendrán tiempos peligrosos: que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes a los padres, ingratos,
sin santidad, sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los
deleites más que de Dios; teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la
eficacia de ella; y a éstos evita. Porque de éstos son los que se entran por
las casas, y llevan cautivas las mujercillas cargadas de pecados, llevadas de
diversas concupiscencias; que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar
al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Jannes y Jambres resistieron
a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de
entendimiento, réprobos acerca de la fe. Mas no prevalecerán; porque su
insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos".
(2Ti_3:1-9).
El carácter especial de esta resistencia a la verdad
es un asunto particularmente importante. La oposición que "Jannes y
Jambres" hicieron a Moisés consistía simplemente en imitar, hasta donde
les fue posible, las señales que éste hacia. No vemos que atribuyesen a un
poder engañador o maligno las señales de Moisés, sino más bien procuraron
neutralizar sus efectos sobre la conciencia, haciendo ellos las mismas cosas.
Lo que Moisés hacía, también ellos podían hacer, de manera que después de todo,
no había una gran diferencia entre ellos. Lo mismo valía el uno que los otros.
Un milagro es un milagro. Si Moisés obraba milagros para sacar al pueblo de
Egipto, ellos podían obrarlos para hacerlo quedar en el país. ¿Dónde estaba
pues la diferencia?
De todo esto aprendemos que la resistencia más
diabólica al testimonio de Dios en el mundo viene de aquellos que, si bien
imitan los efectos de la verdad, no tienen más que la "apariencia de
piedad", negando "la eficacia de ella". (2Ti_3:5). Esas gentes
pueden hacer las mismas cosas, adoptar las mismas costumbres, y las mismas
formas, emplear el mismo lenguaje, y profesar las mismas opiniones que los
creyentes. Si el cristiano verdadero, constreñido por el amor de Cristo, da de
comer al que tiene hambre; da vestido al desnudo; visita los enfermos; esparce
las Escrituras; distribuye tratados; ora, canta, defiende y predica el
Evangelio, el formalista puede hacer otro tanto; y estemos alerta, porque este
es el carácter especial de la resistencia opuesta a la verdad "en los
últimos tiempos"; este es el espíritu de Jannes y Jambres. ¡Cuán necesario
nos es comprender esta importante verdad! ¡Cuánto importa recordar que "de
la manera que Jannes y Jambres resistieron a Moisés, así" esos hipócritas
amadores de sí mismos, del mundo y de los placeres, "resisten a la
verdad"! Ellos no quisieran vivir sin tener una "apariencia de
piedad", pero aunque adoptan la apariencia porque ha entrado a formar
parte de las costumbres, aborrecen "la eficacia" de ella, porque esto
significa el renunciamiento de sí mismo. "La eficacia" de la piedad
implica el reconocimiento de los derechos de Dios, el establecimiento de su
reino en el corazón, y como consecuencia, la manifestación de estas cosas en el
carácter y la vida entera; pero el formalista ignora todo esto. "La eficacia"
de la piedad nunca podrá estar de acuerdo con ninguno de estos caracteres
horribles que nos señala el pasaje de la epístola a Timoteo citado más arriba;
pero "la apariencia", encubriéndoles, les permite vivir sin
someterse, y esto es lo que causa el placer del formalista hipócrita. El no se
cuida de subyugar sus tentaciones, de interrumpir sus placeres, de dominar sus
pasiones, de poner en regla sus afectos, de que su corazón sea purificado.
Solamente necesita la indispensable cantidad de religión para poder sacar el
mejor partido posible de la vida presente y del mundo venidero. No sabe lo que
significa abandonar el mundo presente, porque se ha hallado "la vida
venidera".
Considerando las diversas formas de la oposición de
Satanás a la verdad de Dios, vemos que su sistema ha sido siempre de resistir a
esta verdad; en primer lugar, por la violencia, atacándola abiertamente, y
luego, cuando este medio le ha fallado, procurando desacreditarla por medio de
una falsificación. Así procura en primer lugar de hacer morir a Moisés (Cap.
Éxo_2:15), y no pudiendo llevar a cabo su propósito, ensaya de imitar sus
obras.
Lo mismo ha sido en cuanto a la verdad confiada a la
Iglesia de Dios. Los primeros esfuerzos de Satanás se manifestaron por la ira
de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, por los tribunales, por la
cárcel y la espada. Pero en el pasaje de la segunda epístola a Timoteo, no se
hace mención de tales procedimientos. El ataque frente a frente ha sido
reemplazado por el medio mucho más sutil y más peligroso de una profesión vana,
de una apariencia sin poder, de una falsificación humana. El Enemigo en lugar
de presentarse con la espada de la persecución en la mano, se pasea cubierto
con el manto de la religión, profesando e imitando aquello mismo que en otro
tiempo combatió y persiguió; y por este medio obtiene por ahora ventajas
inmensas. Las formas horribles que el mal moral ha revestido, y que de siglo en
siglo han manchado las páginas de la historia de la humanidad, en lugar de
hallarse en aquellos sitios donde naturalmente podrían buscarse, en los antros
de las tinieblas humanas, se hallan ahora cuidadosamente ocultas bajo los
pliegues del manto de una religiosidad fría e impotente, lo cual constituye una
de las obras maestras del Diablo.
Es natural que el hombre, como ser caído y
corrompido que es, sea egoísta, avaro, vanidoso, altivo, amigo de los deleites
más que de Dios, pero que sea todo esto bajo la forma hermosa de la
"apariencia de piedad", denota la energía especial de Satanás empleada
en su resistencia a la verdad "en los postreros días". Nada tiene de
extraño que el hombre mundano manifieste abiertamente esos vicios,
concupiscencias y pasiones repugnantes, que son el resultado forzoso de su
alejamiento de la fuente de santidad y de pureza, y es natural que así sea,
porque el hombre será siempre lo que ha sido hasta el fin de su historia. Pero,
por otro lado, cuando se ve asociado el santo nombre del Señor Jesús con la
perversidad y maldad implacable del hombre; cuando los principios santos se ven
unidos con prácticas impías; cuando se ven todas aquellas cosas que
caracterizan la corrupción de los gentiles, tal como nos las describe el primer
capitulo de Romanos, cubiertas con la "apariencia de piedad",
entonces en verdad puede decirse: he aquí el carácter horrible de "los
postreros días", la resistencia de "Jannes y Jambres".
Sin embargo, los encantadores de Egipto sólo
pudieron imitar en tres cosas a los siervos del Dios vivo y verdadero:
cambiaron sus varas en serpientes (Cap. Éxo_7:12); transformaron el agua en
sangre (Cap. Éxo_7:22); e hicieron subir las ranas sobre el país (Cap.
Éxo_8:7); pero en cuanto a la cuarta señal que requería la potencia creadora,
que significaba la manifestación de la vida, unida a una prueba evidente del
estado de humillación de la naturaleza, se vieron confundidos y obligados a
exclamar: "Dedo de Dios es este". (Cap. Éxo_8:16-19). Lo mismo sucede
con los que resisten a la verdad en los postreros días. Todo lo que hacen, es
hecho según la potencia directa de Satanás, y por lo tanto, dentro de los
límites de su poder. Y su fin esencial no es otro que el de "resistir a la
verdad".
Las tres cosas que "Jannes y Jambres"
tuvieron el poder de ejecutar, se caracterizan por la potencia satánica, la
muerte y la impureza, a saber: las serpientes, la sangre y las ranas. Por estos
medios "resistieron a Moisés", y "así también éstos resisten a
la verdad", e impiden su acción moral sobre la conciencia. Nada contribuye
más a debilitar el poder de la verdad, como el ver ciertas personas que se
hallan completamente fuera de su influencia, hacer exactamente las mismas cosas
que aquellos que son guiados por ella. Así obra el Diablo en el momento actual.
El procura que todos los hombres sean considerados como cristianos. El quisiera
hacernos creer que estamos rodeados de un "mundo cristiano", pero el
pretendido "mundo cristiano" no es más que una cristiandad
falsificada, que lejos de rendir testimonio a la verdad, está aquí, según los
designios del Enemigo, para oponerse a la influencia de la verdad que santifica
y purifica los corazones.
En una palabra, el siervo de Cristo, el testigo de
la verdad de Dios, se halla rodeado por todas partes del espíritu de
"Jannes y Jambres"; y es conveniente que lo recuerde, conociendo a
fondo el mal contra el cual debe luchar; que no olvide que el mundo que le
rodea es una imitación diabólica de la obra de Dios, no producida, por la
varita mágica de un encantador abiertamente hostil y malo, sino por la acción
de falsos religiosos, teniendo "apariencia de piedad", mas habiendo
negado la "eficacia de ella"; gentes que hacen obras, al parecer
buenas y justas, pero que no tienen la vida de Cristo en sus almas, ni el amor
de Dios en sus corazones, ni tampoco la potencia de la palabra de Dios en sus
conciencias.
"Mas no prevalecerán", añade el apóstol,
"porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fué la de
aquellos". En efecto, la "insensatez de Jannes y Jambres" fué
manifiesta a todos, cuando no solamente se vieron impotentes para continuar
imitando los milagros de Moisés y Aarón, sino que de hecho, fueron envueltos en
los juicios de Dios lo mismo que los demás Egipcios. Este hecho es muy
importante. La insensatez de todos aquellos que no poseen más que la apariencia
será igualmente manifestada. No solamente serán incapaces de imitar del todo
los efectos de la vida y de la potencia divina, sino que vendrán a ser el
objeto de los juicios que resultarán de la resistencia a esta verdad, rechazada
por ellos mismos.
¿Se dirá que todo esto no encierra grandes
enseñanzas para un tiempo, como el nuestro, de tanta apariencia sin eficacia?
Ciertamente que no; y estos ejemplos deberían influir sobre toda conciencia
como potencia de vida, hablar a todos los corazones con acentos solemnes y penetrantes,
para llevarnos a cada uno de nosotros a examinarnos seriamente y darnos cuenta
de si realmente rendimos testimonio a la verdad viviendo según la eficacia de
la piedad, o si somos un obstáculo a ella, neutralizando sus efectos y no
teniendo más que su apariencia. Los efectos de la potencia de la verdad se
mostrarán en que nosotros persistimos en las cosas que hemos aprendido.
(2Ti_3:14). Sólo aquellos que han sido enseñados de Dios podrán persistir; los
que por la virtud del Espíritu de Dios han bebido del agua de la vida, en la
fuente pura de la inspiración divina.
Pero gracias sean dadas a Dios, en las numerosas
fracciones de la Iglesia se halla un gran número de tales personas. Aquí y
allá, hay algunos cuyas conciencias han sido lavadas en la sangre expiatoria
del "Cordero de Dios" (Jua_1:29); los corazones de los cuales son
penetrados por un verdadero afecto a la persona del Señor Jesús, gozándose en
sus espíritus en la gloriosa esperanza de verle "tal como es", y ser
hechos semejantes a su imagen para siempre. Pensando en éstos, se anima el
corazón. Es un gozo indecible el poder tener comunión con aquellos que pueden
dar razón de su esperanza, y de la posición que ocupan como hijos de Dios. ¡Que
el Señor aumente de día en día el número de los verdaderos creyentes, y que la
eficacia de la piedad sea esparcida en estos últimos tiempos, para que se rinda
un brillante testimonio al nombre de Aquél que es digno de ser ensalzado!.
Tomado de “Estudios
sobre el Éxodo” de C.H.Mackintosh.
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