lunes, 30 de julio de 2018

AUTORIA Y DOBLE TRASFONDO DE LA CARTA A LOS HEBREOS

EL DOBLE TRASFONDO

El autor de Hebreos tenía un doble trasfondo, en cuyas dos partes aparece esta misma idea. Tenía un trasfondo griego. Desde los tiempos de Platón, quinientos años antes, los griegos habían estado fascinados con el contraste entre lo real y lo irreal, lo visible y lo invisible, lo temporal y lo eterno.

Los griegos pensaban que, en algún lugar, había un mundo real del que éste no es más que una copia imperfecta. Platón creía que, en algún lugar, había un mundo de formas, o ideas, o modelos, de los que todo lo de este mundo no era más que una reproducción. Por ejemplo: en algún lugar se encontraba el modelo de la silla perfecta, de la que todas las sillas de este mundo serían copias imperfectas. Platón decía: "El Creador del mundo ha diseñado y desarrollado su obra de acuerdo con un modelo inalterable y eterno del que el mundo es simplemente una copia.» Filón, siguiendo a Platón, decía: «Dios sabía desde el principio que una copia perfecta no se puede hacer nada más que de un modelo perfecto; y que ninguno de los objetos perceptibles a los sentidos podría ser sin falta a menos que se modelara conforme a un arquetipo y a una idea espirituales; así que, cuando hizo los preparativos para crear el mundo visible, formó primero el mundo ideal, para luego constituir lo corpóreo de acuerdo con el mandato divino.» Cuando Cicerón estaba hablando de las leyes que la humanidad conoce y usa en la Tierra, dijo: "No tenemos una semejanza real y viva de la ley real y de la justicia verdadera; todo lo que tenemos son sombras y bocetos.»

Los pensadores del mundo antiguo tenían esta idea de que, en algún lugar, hay un mundo real del que éste es sólo una especie de copia imperfecta. Aquí no podemos hacer más que suponer o andar a tientas, valiéndonos de copias y reproducciones imperfectas. Pero, en el mundo invisible, están las cosas reales y perfectas. Si es así, está claro que la gran tarea de esta vida es salir de las sombras y las reproducciones y alcanzar la realidad. Exactamente esto es lo que el autor de la Carta a los Hebreos nos dice que Jesucristo nos capacita para hacer. A los griegos les decía: «Os habéis pasado la vida tratando de pasar de las sombras a la realidad. Eso es precisamente lo que Jesucristo puede capacitaros para hacer.



EL TRASFONDO HEBREO

El autor de Hebreos tenía también un trasfondo hebreo. Para los judíos siempre era peligroso acercarse demasiado a Dios. "El hombre no puede verme y seguir vivo» -le dijo Dios a Moisés ( Exo_33:20 ). La alucinada exclamación de Jacob en Peniel fue: "¡He visto a Dios cara a cara, y no he perdido la vida!» ( Gen_32:30 ). Cuando Manoa se dio cuenta de Quién había sido el Que le había visitado, le dijo a su mujer, aterrado: «Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto» (Jue_13:22 , R-V). El día más solemne del año litúrgico judío era el Día de la Expiación. Era el único día del año que el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, en el que se creía que moraba la misma presencia de Dios. Nadie entraba allí excepto el sumo sacerdote, y sólo ese día, Cuando lo hacía, la Ley establecía que no debía permanecer en el Lugar Santísimo más de lo imprescindible, «para que no se aterrara Israel.» Era peligroso entrar a la presencia de Dios, y si uno se quedaba allí más de la cuenta podía caer fulminado.

Asi este punto de vista entró en el pensamiento judío de como era la idea del pacto. Dios, en Su Gracia y de una manera totalmente inmerecida por el hombre, se acercó a la nación de Israel y le ofreció una relación especial con Él. Pero este acceso exclusivo a Dios estaba condicionado a la observancia de la Ley que Dios había dado al pueblo. Podemos ver cuándo entró Israel en esta relación y aceptó la Ley en Exo_24:3-8 .

Así es que Israel tenía acceso a Dios, pero sólo si cumplía la Ley. El quebrantarla era pecado, y el pecado levantaba una barrera que impedía el acceso a Dios. Fue para quitar esa barrera para lo que se estableció el sistema del sacerdocio Levítico y de los sacrificios. Dios dio la Ley; el hombre pecaba; se levantaba la barrera, y se hacía el sacrificio para abrir otra vez el camino a Dios que había cerrado el pecado. Pero la experiencia de la vida era que eso era precisamente lo que el sacrificio no podía hacer. Esa era la prueba de la ineficacia del sistema: que no se acababa nunca de ofrecer sacrificios. Era una batalla perdida e ineficaz para suprimir la barrera que había levantado el pecado entre Dios y el hombre.

¿QUIÉN LA ESCRIBIÓ?


Tal vez el problema del autor de esta carta sea el más difícil de resolver. Precisamente eso fue lo que mantuvo esta carta tanto tiempo pendiente de admisión definitiva en el Nuevo Testamento. Su título desde el principio era sencillamente «A los Hebreos.» No tenía nombre de autor, y nada la conectaba especialmente con el de Pablo. Clemente de Alejandría pensaba que Pablo había podido escribirla en hebreo, y que Lucas la habría traducido, porque el estilo es diferente del de Pablo. Orígenes hizo una observación que se ha hecho famosa: «Quién escribió la Carta a los Hebreos sólo Dios lo sabe a ciencia cierta.» Tertuliano creía que había sido Bernabé. Jerónimo decía que la iglesia latina no la consideraba de Pablo, y añade: " El que escribió A los Hebreos, quienquiera que fuera...» Agustín tenía el mismo sentir. Lutero declaró que no podía haber sido Pablo el que la hubiera escrito, porque no refleja su pensamiento. Calvino decía que no podía llegar a pensar que esta carta fuera de Pablo.

En ningún momento de la historia de la Iglesia se pensó realmente que Pablo fuera el autor de Hebreos. Entonces, ¿cómo llegó a atribuírsele? Muy sencillo: cuando el Nuevo Testamento llegó a tener su contenido definitivo, se había discutido mucho, desde luego, qué libros se debían incluir y cuáles no. Para zanjar la cuestión se les aplicó una prueba: ¿Era el libro en cuestión obra de un apóstol o, por lo menos, de alguien que hubiera estado en contacto directo con alguno? Ya entonces se conocía y amaba Hebreos en toda la Iglesia. Casi todos los cristianos estaban de acuerdo con Orígenes en que sólo Dios sabía quién lo había escrito, pero lo amaban y creían que debía formar parte del Nuevo Testamento; y la única manera de conseguirlo era atribuírselo a Pablo. Hebreos se ganó la entrada en el Nuevo Testamento sencillamente por su calidad; pero para entrar tenía que incluirse entre las cartas de Pablo y figurar bajo su nombre. Todos sabían muy bien que no era de Pablo, pero lo incluyeron entre sus cartas para asegurarle la entrada, porque nadie sabía quién lo había escrito.


LA AUTORIA DE HEBREOS


¿Podríamos adivinar quién fue el autor? Se han presentado muchos candidatos. Vamos a considerar sólo tres de ellos. (aparte de Pablo por su puesto)

(1) Tertuliano decía que lo había escrito Bernabé. Bernabé era de Chipre; los chipriotas eran famosos por lo bien que conocían el griego, y Hebreos está escrito en el mejor griego del Nuevo Testamento. Era levita (Hch_4:36 ), y de todos los hombres del Nuevo Testamento sería el que tuviera un conocimiento más directo del sistema sacerdotal y sacrificial en el que se basa todo el pensamiento de esta carta. Se le llama hijo de consolación (R-V); la palabra griega es paráklesis; y Hebreos tiene esa palabra de paráklesis (13:22). Fue uno de los pocos hombres aceptables para los judíos y para los griegos, y se sentía como en su propia casa en ambos mundos de pensamiento. Puede que fuera Bemabé el que escribiera esta carta; pero en tal caso es extraño que se perdiera tan completamente su nombre.

(2) Lutero estaba seguro de que el autor había sido Apolos, que según el Nuevo Testamento era judío, natural de Alejandría, elocuente y poderoso en las Escrituras ( Hch_18:24  ss.;  1Co_1:12 ;  1Co_3:4). El que escribió esta carta conocía las Escrituras; era elocuente, y pensaba y razonaba de la manera típica de los Alejandrinos. El autor de Hebreos era, sin duda, una persona como Apolos en pensamiento y trasfondo.

(3) La conjetura más romántica es la del gran investigador alemán Harnack, que creía que tal vez habían escrito esta carta Aquila y Priscila, entre los dos. Aquila era un maestro de la iglesia (Hch_18:26 ). Su casa de Roma era una iglesia (Romanos1Co_16:5 ). Harnack pensó que es por eso por lo que la carta no empieza con saludos y por lo que se ha perdido el nombre del autor: porque el autor principal de Hebreos había sido una autora, y a las mujeres no se les permitía enseñar.

Como conclusión, tenemos que coincidir con lo que dijo Orígenes hace mil setecientos años: que sólo Dios sabe quién escribió Hebreos. El autor sigue siendo una voz, y nada más; pero debemos dar gracias a Dios por la obra de este gran anónimo que escribió con incomparable habilidad y belleza acerca de Jesús, Que es el camino a la Realidad y a Dios.

Fuente: WILLIAM BARCLAY "COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO"

William Barclay fue pastor de la Iglesia de Escocia y profesor de N.T. en la Universidad de Glasgow. Es conocido y apreciado internacionalmente como maestro en el arte de la exposición bíblica. Entre sus más de sesenta obras la que ha alcanzado mayor difusión y reconocimiento en muchos países y lenguas es, sin duda, el Comentario al Nuevo Testamento.


viernes, 27 de julio de 2018

LAS DIVERGENCIAS DE LOS RELATOS DE JUAN Y LOS SINÓPTICOS

Las Divergencias de los relatos de Juan y los Sinópticos sobre la Vocación de los Primeros Discípulos .

Al comparar los relatos sinópticos con los de Juan sobre la vocación de los primeros discípulos de Cristo, se nota una divergencia muy notable.  Esquematizando estas diferencias, se ve en:

Los sinópticos (Mat_4:18-22; Mar_1:16-20)

  • La escena en Galilea junto al lago. La vocación de Andrés y Pedro es provocada directamente por Cristo. La vocación de estos primeros discípulos se hace cuando unos - Pedro y Andrés - “echaban las redes en el mar.” La vocación de Juan y Santiago se hace por Cristo mientras éstos “arreglaban las redes.”


Jua_1:35-51
  • La escena es en Judea. En la zona del Jordán. La vocación de Andrés y Juan es provocada por el Bautista. La vocación de Andrés es distinta de la de Pedro; se hace juntamente la de Andrés y de Juan (?). Andrés llama a Pedro para que vaya a Cristo.  La vocación de Santiago no se hace, a menos bajo el nombre de Santiago.



Ante estas diferencias no cabe más que preguntarse: ¿Se refieren ambos relatos a un mismo momento histórico? ¿Son el mismo relato? Pero entonces, ¿cómo es posible explicar estas diferencias?

La solución que ordinariamente se alegó era ésta: el relato de Juan no narra la vocación definitiva de estos discípulos, sino un primer contacto con Cristo, una primera invitación más o menos precisa a seguirle, mientras que el relato de los sinópticos transmite la vocación definitiva de éstos ante el llamamiento formal que Cristo les hace junto al lago de Tiberíades.

Esta solución pudiera tener en contra que tanto el relato de Juan como los de Mt-Mc parecen trasmitir un contacto y llamamiento definitivo de estos discípulos al apostolado. Pues si en Mt-Mc, “dejando” todo, le “siguen,” lo mismo sucede en el relato de Jn: con él van a Galilea y con él asisten como “discípulos” (Jua_2:11) a las bodas de Cana.

Boismard piensa que “se podría adoptar la solución siguiente: Jn no habla de la vocación de los hijos de Zebedeo, sino solamente del llamamiento de Andrés y de su hermano Simón; de estos dos últimos, los hechos habrían pasado tal como los describe, teniendo en cuenta el esquematismo introducido en su relato. Los dos hijos de Zebedeo habrían sido llamados por Cristo, como cuenta Marcos, cuando ellos se entregaban a la pesca con su padre en la ribera del lago de Tiberíades. Pero en la tradición representada por Mc (la de Mt arameo) se encontraban pocos informes sobre la vocación de Andrés y Pedro. Como ellos debían de ser pescadores y se quería mencionar la “vocación” del jefe de los discípulos, se habría compuesto un relato de la vocación de Simón y Andrés calcado sobre el de la vocación de Santiago y Juan.” 

Otra hipótesis de solución podría ser verosímil. La escena de Jn es histórica. Inventarla no tendría interés a la hora en que por otras “fuentes o kerigma podría ser desmentida. Pero, aunque sustancialmente histórica, no es la, definitiva. Esta “vocación” definitiva de la dupla díptica Pedro-Andrés/Santiago-Juan, para los sinópticos debió de ser junto al lago; aunque teniendo pocos detalles de la misma, la reproducen en una forma homologada histórico-esquemática (Mat_4:18-22; Mar_1:16-20; Luc_5:1-11). La “vocación” de los otros apóstoles, o no les interesó tanto su relato - lo que parece improbable - , o la ignoraron sus “fuentes.”

Parecería extraño que, antes de esta escena definitiva, no hubiese habido contactos de Cristo con sus futuros apóstoles. “El mismo relato de los sinópticos se hace más inteligible a la luz de esta noticia trasmitida por Jn” (B. Vawter, o.c., p.428). “El hecho de que los dos pares de hermanos acepten sin réplica la llegada de Jesús, sólo es comprensible admitiendo la suposición de que ya le conocían de algún tiempo atrás” (A. Wlkenhauser, p.1 11). Un ejemplo de cómo estos “seguimientos” instantáneos a Cristo tienen el valor de una decisión decisiva y firme, pero suponiendo arreglos familiares consiguientes, es la escena de la “vocación” de Mt. Según Lc (Luc_5:27-28), Cristo le dice: “Sígueme.” El se levantó, dejó todas las cosas, y le siguió (cf. Mat_9:9; Mar_2:14). Pero luego, días después, da a Cristo una comida en su casa, con invitados (cf. Mar_2:15ss par.).

Juan o no conoció los relatos - o el ambiente sinóptico-kengmátko - de la “vocación” definitiva de esos cuatro apóstoles citados, o no le interesó repetirla, aunque dos - Felipe, Natanael - , o tres, si “el otro” que aparece binado con Andrés no fuese Juan, no aparecen en la bina díptica de los sinópticos. La razón podría ser ésta: porque en la narración “vocacional” histórica que hace de estos cinco futuros apóstoles, vio, al menos a la hora de la composición de su evangelio, que esta “vocación” había ido de hecho, definitiva.