miércoles, 18 de noviembre de 2020

TIAL DE VIDA ETERNA

  

Estimado Amigo Ricardo:


Primeramente veamos el texto a comentar:


Jua 7:38  El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 


Jua 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.


El contexto en el que se da la cita es Jesús hablando a las multitudes allí reunidas, al finalizar las fiestas de los tabernáculos, es bueno acotar el verso 37: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” ya que es AQUÍ donde tenemos la fuente principal: sigamos el ejemplo que nos da Jesús, Él es el manantial de donde fluye el agua de la vida, no hay otro manantial que pueda dar vida.


Él dice: “si alguno tuviere sed” y quien no ha tenido sed en este mundo? Y cuando se habla de sed, se habla de la búsqueda de la felicidad y del sentirse pleno, completo, satisfecho… el mundo puede dar trágicos ejemplos de lo que acarrea no beber del manantial verdadero, y en vez de ello beber del manantial ambición, del manantial riquezas y vanagloria, sexo, adicciones, etc… traen como resultados el suicidio, la tristeza, la depresión… allí está el mundo y millones se arrojan a su abismo…


Venga a mí y beba”: todos y cada uno de nosotros, creyentes verdaderos de nuestro amado salvador Jesús hemos degustado de esa agua… ¡y no nos hemos despegado de ella!


Escuchemos a Calvino cuando dice en su comentario: “Mediante esta cláusula exhorta a todos a participar de sus bendiciones, siempre que, por la convicción de su propia pobreza, deseen obtener ayuda. Porque es cierto que todos somos pobres y desprovistos de toda bendición, pero está lejos de ser cierto que todos se sientan impulsados por la convicción de su pobreza a buscar alivio. 


De ahí surge que muchas personas no mueven un pie, sino que miserablemente se marchitan y se pudren, e incluso hay muchísimos que no se ven afectados por la percepción de su vacuidad, hasta que el Espíritu de Dios, por su propio fuego, enciende el hambre y la sed en sus corazones. 


Pertenece al Espíritu, por tanto, hacernos desear su gracia. En cuanto al pasaje presente, debemos observar, primero, que nadie está llamado a obtener las riquezas del Espíritu sino aquellos que arden con el deseo de ellas. 


Porque sabemos que el dolor de la sed es sumamente agudo y atormentador, de modo que los hombres más fuertes y los que pueden soportar cualquier cantidad de trabajo se ven dominados por la sed. Y, sin embargo, invita a los sedientos más que a los hambrientos, para seguir la metáfora que luego emplea en la palabra agua y la palabra beber, para que todas las partes del discurso estén de acuerdo entre sí. Y no tengo ninguna duda de que él alude a ese pasaje en Isaías, Todos los que tienen sed, vienen a las aguas (Isaías 55: 1.) Porque lo que el Profeta allí atribuye a Dios debe haberse cumplido finalmente en Cristo”.
Con este comentario podemos avanzar al verso 38, donde siguiendo esta última parte del comentario de Calvino, tenemos conceptos semejantes que se encuentran en muchos textos sagrados. Sal_105:41, "Abrió la peña, y fluyeron aguas; corrieron por los sequedales como un río". Isa_55:1; Isa_58:11; Zac_13:1; Zac_14:8; Eze_47:1; Eze_47:12; Joe_3:18. (te aconsejo leer estos versos hermano).


Cuando creemos en él, y nos hacemos uno con El, habiendo bebido ya, como dije anteriormente, de su manantial, de su fuente, empezamos a convertirnos en un rio de agua viva, ahora, dicha agua procede de nosotros? NO, el procede de Jesús (es Jesús mismo), ya que esta agua la hemos tomado de su manantial.


Y que es el agua? 


En una ocasión, Jesús le dijo a una mujer samaritana que estaba junto a un pozo, cerca de Sicar, que el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. (Jn 4:7-15.)


El apóstol Juan registra su visión de “un nuevo cielo y una nueva tierra”, en la que vio fluir desde el trono de Dios un “río de agua de vida”. A ambos lados de este río había árboles que producían fruto, y sus hojas se utilizaban para la curación de las naciones. (Apoc 21:1; 22:1, 2.) Finalizada esta descripción, Jesús le explicó a Juan por qué le había dado la visión mediante el ángel. Entonces Juan oyó la proclamación: “Y el espíritu y la novia siguen diciendo: ‘¡Ven!’. Y cualquiera que oiga, diga: ‘¡Ven!’. Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida”. 


Los siervos del señor extenderían esta invitación para que los sedientos empezasen a beber de la provisión divina a fin de conseguir vida eterna por medio del Cordero de Dios. (Jn 1:29.) Obtendrían lo que actualmente le hace falta a la humanidad: esta agua de vida. 


La invitación tiene que extenderse a todo el mundo, aunque no con fines lucrativos (ojo con la falsa teología de la prosperidad, Cash Luna y sus lobos), pues todo el que la desee puede tomar de ella gratis. (Apoc 22:17.)
Antes de su muerte y resurrección, cuando Jesús mencionó que sus seguidores iban a recibir Espíritu Santo a partir del Pentecostés del año 33 E.C., dijo que de sus partes más interiores fluirían “corrientes de agua viva”. (Jn 7:37-39.) 


En las Escrituras Griegas Cristianas se halla abundante prueba de la inmensa labor que realizaron los apóstoles y discípulos, impulsados por la fuerza del espíritu de Dios, al llevar las aguas dadoras de vida a otras personas, empezando en Jerusalén y llegando con el tiempo a todo el mundo conocido de aquel entonces… Sufrieron por ello? Desde luego que sí, crucificados, muertos a espada, quemados, devorados, pero fueron cantando salmos de alabanza, por tener el majestuoso privilegio de morir por la causa de su salvador Jesús. Y su convicción provenía de esta fuente, de este manantial ¡cómo poner en duda que de ellos fluían manantiales de vida, de evangelio, de Jesús!


En el verso 39 leemos: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.


El Espíritu Santo se manifestó a los Apóstoles en ese día de pentecostés. A partir de allí, los creyentes verdaderos de Jesús, comenzaron a ver como de sí mismos fluían, corrientes de agua viva, corrientes llenas de Jesús, su palabra. Fluían de ellos, por lo tanto no podían contener esa bendición, tenían que dar la buena nueva, el evangelio de Jesucristo. 


Hoy en día ha disminuido esa fuente?  aquí estamos dos mil años después bebiendo de ella, y siendo nosotros mismos, ejemplos vivos del cumplimiento del verso de Juan 7:39.


Partain Reeves comenta: “no solamente recibimos grandes beneficios para nuestra propia alma, sino que también llegamos a ser fuente de vida o canal de bendición para apagar la sed de otros. Ríos de agua viva corren de las iglesias de Cristo cuando los miembros se exhortan unos a otros con himnos y cánticos espirituales, y cuando oran, enseñan y participan en los demás actos espirituales enseñados por el Espíritu Santo, y cuando llevan el evangelio a otros por medio de su buen ejemplo y la enseñanza de la sana doctrina. Que gran verdad! Hermano, la fuente es eterna, y aun veamos lo que veamos, (me refiero a cómo anda el mundo) soy positivo, y creo firmemente que Jesús anda triunfante.


Tal como lo dijo Paul Washer en la Conferencia G3 del 2020 “lo sé hermanos, lo sé, que si aún yo fuera despojado de la armadura de Saúl, y solo tuviera las piedras del evangelio en mi mano, con esas sería suficiente para evangelizar a todo el que Dios quiera sacar del pecado”.


Así de poderosa es esta fuente… así de poderoso es Jesús y su evangelio…
Jesús Habló siempre para que el mundo no se haga todo él idólatra. Y habló a los suyos, elegidos para que repitan sus palabras. 


El Espíritu de Dios habla, y todos los que le siguen comprenderán aquello que ni siquiera los sabios sabrán comprender. Porque los estudiosos estudiarán la palabra, la frase, el modo, el lugar, el cómo, el instrumento a través de los cuales la Palabra habla, mientras que los elegidos no se abstraerán en estos estudios inútiles; antes bien, escucharán embargados en el amor y comprenderán, porque será el Amor el que hable.


Distinguirán las adornadas páginas de los doctos o las engañosas de los falsos profetas, de los pastores de hipocresía, que enseñan doctrinas contrarias, o enseñan lo que ellos no practican, de las palabras sencillas, verdaderas, profundas que de Jesús y su evangelio vendrán. 


Pero el mundo nos odiará por esto, porque el mundo odia a la Luz y odia a los hijos de la Luz, el tenebroso mundo que desea las tinieblas propicias para pecar. Las ovejas conocen a Jesús y le conocerán y le seguirán siempre incluso por los ríos de sangre y dolor que Jesús ya recorrió a la cabeza y ellas recorrerán después de Él


Los ríos que llevan las almas a la Sabiduría, Los ríos hechos luminosos por la sangre y el llanto de los perseguidos por enseñar la justicia, la verdad, el evangelio de Jesucristo crucificado, ríos hechos luminosos para que resalten en la calígine de los humos del mundo y de Satanás, y sean como estelas de estrellas para guiar a quienes buscan el Camino, la Verdad, la Vida, y no hallan a nadie que hacia ellos los guíe. Porque de esto tienen necesidad las almas: de alguien que las conduzca a la Vida, a la Verdad, al Camino bueno. 


Dios es compasivo para con las almas que buscan y no encuentran, no por culpa propia sino por desidia de los pastores ídolos. Dios es compasivo para con aquellas almas que, abandonadas a sí mismas, se extravían y son acogidas por ministros de Lucifer, que están preparados para acoger a los extraviados y hacer de ellos prosélitos de sus doctrinas. 


Dios es compasivo para con aquellos que caen en el engaño por el simple hecho de que los “pastores” de Dios, los llamados pastores de Dios, se han desinteresado de ellos. Dios se muestra compasivo con todos estos que caminan hacia el desaliento, las brumas, la muerte, por culpa de los falsos maestros, que de maestros no tienen más que las vestiduras y el orgullo de que así los llamen. 
Y para estas pobres almas, de la misma forma que envió a los profetas para su pueblo Israel, de la misma forma que ha enviado a Jesús para el mundo entero. 

Así pues, después de Él, enviará a los servidores de la Palabra, de la Verdad y del Amor, para repetir sus palabras. Porque son sus palabras las que dan la Vida. De manera que sus ovejas de ahora y del futuro tendrán la Vida que Eterna que él les da a través de la Palabra, que es Vida eterna para quien la acoge, y no perecerán nunca y ninguno podrá arrancarlas de sus manos. 


A MODO DE APENDICE:


Me parece oportuno citarte cinco comentarios referentes a los versos 38 y 39 que merecen la atención:


Agustín:


Pero, ¿qué motivo tuvo el Señor para dar el Espíritu Santo después de su resurrección? El de que en el día de nuestra resurrección, brille nuestra caridad, nos separemos del afecto de las cosas terrenas y corramos derechamente hacia Dios. Cuando dijo: "El que crea en mí, venga y beba, y ríos de agua viva correrán de su vientre", prometió la vida eterna, donde nada debemos temer, y donde no podemos morir. Y como todo esto es lo que ofreció a los que ardiesen en la caridad del Espíritu Santo, por esto no quiso dárselo sino después que El fue glorificado, para prefigurar en su cuerpo aquella vida que ahora no tenemos, pero que esperamos después de la resurrección.


W. Macdonald:


La expresión de su interior correrán ríos de agua viva significa que manarán corrientes del interior de esta persona o vida para ayuda a otros. J. Stott señala que bebemos en pequeños sorbos o tragos, pero esto queda multiplicado a una poderosa confluencia de corrientes que fluyen. Temple advierte: «Nadie puede ser habitado por el Espíritu de Dios y guardarse para sí este Espíritu. Allí donde está el Espíritu, fluye; si no hay fluencia, Él no está allí». 


J.C Ryle:


Seguir esta exhortación de Cristo es el gran secreto de todo cristianismo salvador. En todas las épocas, los santos de Dios han sido hombres y mujeres que bebieron por fe de esta fuente y recibieron alivio. Sintieron su culpa y su vacío y tuvieron sed de ser liberados. Supieron de una provisión plena de perdón, misericordia y gracia en Cristo crucificado por todos los pecadores penitentes. Creyeron las buenas noticias y actuaron en consecuencia. 
Echaron a un lado cualquier confianza en su propia bondad y dignidad y acudieron a Cristo por fe como pecadores. Haciéndolo así, hallaron alivio. Haciéndolo así a diario, vivieron. Haciéndolo así, murieron. Sentir realmente la gravedad del pecado y tener sed, así como acudir realmente a Cristo y creer, son los dos pasos que llevan al Cielo. Pero son dos grandes pasos. Hay miles demasiado orgullosos y despreocupados para darlos. Por desgracia, hay pocos que piensen; ¡y menos aún que crean! Por último, en estos versículos se nos ofrece una promesa. 


El Señor Jesús dice: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Obviamente, estas palabras tenían un sentido figurado. Se pueden aplicar de dos formas. Por un lado enseñan que todos aquellos que vengan a Cristo por fe hallarán satisfacción abundante en Él. Por otro lado enseñan que los creyentes no solo tendrán suficiente para cubrir las necesidades de sus propias almas, sino que también se convertirán en fuente de bendición para los demás. Miles de cristianos pueden dar testimonio hoy día del cumplimiento de la primera parte de la promesa. 


Dirían, si se pudieran reunir todos sus testimonios, que cuando vinieron a Cristo por fe, hallaron en Él más de lo que esperaban. Han descubierto una paz, una esperanza y un consuelo desde el momento en que creyeron que, a pesar de todas sus dudas y temores, no cambiarían por nada en el mundo. Han hallado gracia según sus necesidades y fuerza según sus días. Con frecuencia se han sentido decepcionados con sus propios corazones, pero Cristo jamás les ha decepcionado. 


El cumplimiento de la otra mitad de la promesa no se conocerá nunca plenamente hasta el día del Juicio. Solo ese día se revelará todo el bien del que ha sido instrumento cada creyente desde el mismísimo día de su conversión. Algunos hacen el bien en vida, con sus lenguas, como los Apóstoles y los primeros predicadores del Evangelio. Otros hacen el bien en su agonía, como Esteban, el ladrón arrepentido y nuestros propios mártires reformadores que ardieron en la hoguera. Otros hacen el bien, por medio de sus escritos, mucho después de haber muerto, como Baxter, Bunyan y M’Cheyne. Pero es probable que, de un modo u otro, se demuestre que casi todos los creyentes han sido fuente de bendición. Por sus palabras o por sus actos, por sus exhortaciones o por su ejemplo, directa o indirectamente, siempre dejan su impronta en otros. Ahora no lo saben, pero al final descubrirán que es cierto. 


La afirmación de Cristo se cumplirá. ¿Hemos experimentado nosotros lo que es “venir a Cristo”? Esta es la pregunta que debiera surgir en nuestros corazones al concluir este pasaje. El peor estado en que puede encontrarse nuestra alma es no sentir preocupación alguna por la eternidad; no tener “sed”. La mayor de las equivocaciones es intentar encontrar alivio por algún otro camino distinto del que tenemos delante: el camino de “venir a Cristo”. 


Una cosa es venir a la Iglesia de Cristo, a los ministros de Cristo o a los preceptos de Cristo. Otra muy distinta es venir a Cristo mismo.
¡Bienaventurado el que no solo conoce estas cosas, sino que también actúa en consecuencia!.


J. Macarthur:


Tres palabras clave resumen la invitación de Jesús al evangelio. Primero, el que tiene sed es aquel que reconoce su sed espiritual (cp. Is. 55:1; Mt. 5:6). Segundo, si quieren encontrar alivio, tales individuos deben venir a Jesús, la única fuente de agua viva. Pero no todos los que reconocen su necesidad y se acercan a Él calman su sed. Aunque el joven rico vino “corriendo, [hincó] la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”, al final “se fue triste” (v. 22) sin saciar su sed. Habiéndose acercado a Cristo, no estaba dispuesto a dar el tercer paso crítico de beber; esto es, apropiarse de Él por la fe. 


Solo quien lo haga recibirá el agua viva en Cristo; todos los otros serán falsos discípulos (6:53), cuyo arrepentimiento no es sincero ni completo. El “arrepentimiento para vida” (Hch. 11:18) que culmina en “el perdón de pecados” (Lc. 24:47) requiere más que el simple remordimiento. Quienes manifiestan el arrepentimiento genuino reconocen ante el Dios santo la sed profunda de su culpa personal, se dan cuenta de que no pueden hacer nada para evitar el juicio que les es adverso. 


Así, confían en el sacrificio de Jesucristo (como pago por sus pecados) y afirman que Él es el único Salvador (Jn. 14:6; Hch. 4:12) y Señor de sus vidas (Ro. 10:9-10). De esta forma, beben el agua viva que Él provee y llega a ser en ellos “una fuente de agua que [salta] para vida eterna” (Jn. 4:14).


Pero Dios no pretendía que los creyentes fueran charcas donde se estancara el agua de salvación. En su lugar, Jesús declaró: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Las palabras del Señor no eran una cita directa de un texto específico del Antiguo Testamento, pero reflejaban pasajes como Proverbios 11:25, Ezequiel 47:1-9 y Zacarías 13:1. 


Los creyentes son los canales a través de los cuales se envían a otros los ríos de agua viva. Leon Morris escribe: “El creyente no es egocéntrico. Pasa a otros el don de Dios de la misma forma en que lo recibe. O para expresarlo de otra manera: cuando un hombre cree, se hace siervo de Dios y Dios los usa como medio de bendición a los demás” (Leon Morris, El Evangelio según Juan [Barcelona: Clie, 2005], p. 426 del original en inglés).


Al evangelizar a los perdidos (el objetivo principal aquí) y edificar a los santos (1 Co. 12:4-11; 1 P. 4:10-11), los creyentes permiten que la vida espiritual en ellos salte y afecte a quienes están cerca. Como lo indica la nota inspirada del apóstol Juan, Jesús hablaba del Espíritu, por medio de quien se imparte vida a los que creen (3:5-8; 6:63; Ro. 8:9; 1 Co. 6:11; 1 P. 1:1-2). 


El Espíritu también los facultó para traer el agua viva de salvación a otras almas sedientas (cp. Hch. 4:31; Ro. 15:18-19; Ef. 4:11). Cuando el Señor habló, la promesa del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él era futura, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.


J. SMITH:


La invitación. «Si alguno tiene sed, venga a Mí» (v. Jua_7:37). En tu soberbia e incredulidad «no podéis venir», pero si estás sediento de una vida más profunda, verdadera y santa, entonces ahí tienes tu gran oportunidad. «Venga a Mí y beba.» Beber de su verdad y Espíritu es venir donde Él está. Los autosatisfechos no pueden acudir, pero los sedientos sí que pueden.


1. LOS INVITADOS. Son los sedientos los que reciben la invitación a que acudan a beber. La invitación es a Él: «Venid a Mí». No es «Venid al templo, o a la Iglesia, o a cualquier forma particular de adoración». Aparte de Él, toda otra fuente está contaminada, toda cisterna rota. 


No son los dones de Cristo lo que necesita el alma sedienta, sino al mismo Cristo. Beber de Él es recibir de su plenitud, lo único que puede apagar y satisfacer la sed de un alma por la justicia y por Dios. La sed del Dios viviente es capacidad de Él. Jesucristo es el Único que pudo jamás retar honradamente a las almas sedientas de los hombres a que gustaran de Él como todo suficiente para afrontar toda necesidad. 


2. LA PROMESA. «El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (v. Jua_7:38). Cuando hemos acudido a este lugar de plenitud de bendición, hemos llegado entonces a «donde Él está». Cuando creemos en Él, como Él creyó en su Padre, entonces de dentro de nosotros, como de dentro de Él, fluirán ríos de agua de vida, debido a que el Espíritu Santo tendrá acceso libre a la vida interior, y un pleno control de todo el ser. 
Lo mismo que un buen alimento recibido en un estómago sano se manifestará en una acción útil y vigorosa, enviando riadas refrigerantes de vida por todo el sistema, así será cuando el Espíritu de Verdad sea recibido por un corazón obediente. Las fuentes de la vieja vida se secarán, y se abrirá dentro otra fuente, que tiene su fuente en el Dios vivo, y cuyas corrientes son para sanidad y salvación de otros. «No me hallaréis» (v. Jua_7:34), dijo Cristo a sus críticos, porque los críticos jamás le hallarán a Él en toda la verdadera riqueza de su glorioso carácter. Pero «el que en Él cree» entrará en la bienaventurada plenitud de aquella maravillosa vida. El que quiera, que tome del agua de la vida gratuitamente (Apo_22:17).

HIMNO: 


(Extraído del comentario a Juan7:38-39 W. Hendriksen)


Oí la voz del Salvador decir con tierno amor,
Oh, ven a mí, descansarás, cargado pecador;
tal como fui a mi Jesús cansado yo acudí,
y luego dulce alivio y paz por fe de él recibí.
Oí la voz del Salvador decir: venid, bebed,
yo soy la fuente de salud que apaga toda sed;
con sed de Dios, del vivo Dios, busqué a mi Emanuel,
lo hallé, mi sed él apagó y ahora vivo en él.
Oí su dulce voz decir del mundo soy la luz,
miradme a mí y salvos sed, porque por ti morí en la cruz.
Mirando a Cristo luego en él mi norte y sol hallé,
y en esa luz la vida ya por siempre viviré.