ESTUDIO DE JOSUE Y EL PROCESO DE CONQUISTA DE LA TIERRA
PROMETIDA QUINTA PARTE: PROCESO DE CONQUISTA DE CANAAN; GENOCIDIO O MANDATO DE
DIOS?
Origen, historia y costumbres de los pueblos que habitaban
las tierras de Canaán:
Podemos hacer una pequeña tabla acerca de los orígenes de los
pueblos cananitas:
1. AMALECITAS
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Los descendientes de Amalec, el nieto de Esaú (Gén_36:12), quienes
moraron al S de Palestina en el Neguev.
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2. AMONITAS
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Los descendientes de Ben-ammi, el nieto de Lot e hijo de su hija
menor (Gén_19:38), quienes vivieron al E del río Jordán y al N de Moab.
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3. AMORREOS
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Un término general para los habitantes de la tierra, pero
especialmente para los descendientes de Canaán quienes habitaron a ambos
lados del Jordán.
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4. CANANEOS
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En términos generales, estos son los descendientes de Canaán, hijo de
Cam, hijo de Noé (cp. Gén_10:15-18), e incluyó a muchos de los otros grupos
aquí mencionados.
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5. EDOMITAS
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Los descendientes de Esaú que se establecieron al SE de Palestina
(cp. Gén_25:30) en la tierra de Seir.
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6. GIBLITAS
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Pueblo del antiguo puerto que más tarde se conoció como Byblos, a unos
32 km al N del Beirut moderno (Jos_13:5).
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7. GESURITAS
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Los habitantes de Gesur, al E del Jordán y al S de Siria (Jos_12:5).
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8. GABAONITAS
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Los habitantes de Gabaón y áreas aledañas (Jos_9:17).
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9. GERGESEOS
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Un tribu que descendió de Canaán, la cual fue incluida entre la
población general de la tierra sin identidad geográfica específica.
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10. GEZRITAS
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Un grupo poco conocido que vivió en la parte NO del Neguev, antes que
fueran destruidos por David (1Sa_27:8-9).
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11. HETEOS
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Inmigrantes del Imperio Heteo (en la región de Siria) hacia la región
central de la tierra (cp. Gén_23:10; 2Sa_11:3).
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12. HEVEOS
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Descendientes de Canaán que vivieron en la región norteña de la
tierra.
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13. HOREOS
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Residentes antiguos de Edom de un origen desconocido que fueron
destruidos por los descendientes de Esaú (Deu_2:22).
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14. JEBUSEOS
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Descendientes de Canaán que moraron alrededor de Jerusalén (cp.
Gén_15:21; Éxo_3:8).
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15. CENEOS
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Una tribu madianita que originalmente moraba en el Golfo de Akaba
(1Sa_27:10).
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16. MOABITAS
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Los descendientes de Moab, el nieto de Lot e hijo de su hija mayor
(Gén_19:37), quienes vivieron al E del Mar Muerto.
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17. FEREZEO
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Pueblo incluido entre la población general de la tierra cananita y
cuyo linaje no se remonta a Canaán. Su identidad exacta es incierta.
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La historia
de los pueblos cananitas la podemos obtener bien sea de la fuente bíblica, o
bien sea de registros arqueológicos u otras fuentes antiguas:
CANAÁN: UNA
LARGA HISTORIA DE INIQUIDAD
Los cananeos tenían una larga historia de iniquidad.
Descendieron de Canaán, nieto de Noé, por medio de Cam. (Gén. 9:18) Y
evidentemente Canaán tenía un rasgo definidamente corrompido, quizás de índole
lasciva, que se manifestó por medio de un abuso que tuvo que ver con su abuelo
Noé. El padre de Canaán, Cam, aunque se enteró de este acto, o no lo impidió o
no emprendió acción disciplinaria contra el ofensor. De modo que Canaán recibió
una maldición divina. (Gén. 9:20-25) Por medio de su presciencia Dios podía ver
los resultados malos en que finalmente culminaría esta característica mala entre
los descendientes de Canaán.
Aun para el tiempo de Abrahán una parte de la población
cananea, la que moraba en las ciudades vecinas de Sodoma y Gomorra, estaba tan
entregada a conducta relajada, inmoral, desafiadora de toda ley, que Dios
redujo a ceniza sus ciudades y toda la población de éstas. Abrahán había
suplicado a favor de ellos, pero ni siquiera se podía hallar a diez personas
justas en aquellas ciudades.—Gén. 18:20–19:29; 9:19; 2 Ped. 2:6-8.
Otra cosa que indica la maldad de los cananeos es el efecto
que tuvo en Isaac y Rebeca el matrimonio de su hijo Esaú con esposas cananeas.
La Biblia dice que estas esposas fueron “fuente de amargura de espíritu a Isaac
y Rebeca,” a tal grado que Rebeca había ‘llegado a aborrecer su vida a causa de
ellas.’—Gén. 26:34, 35; 27:46.
Por lo tanto, Jehová Dios se propuso fijar un límite a la
maldad de los cananeos, durante el cual tiempo vendría a ser obvio a cualquier
observador honrado que merecían ser destruidos. Ese período fue paralelo al
tiempo durante el cual Dios estaba preparando un pueblo para su nombre de entre
los descendientes de Abrahán. Note cómo Jehová informó a Abrahán acerca de los
movimientos futuros de su posteridad: “En la cuarta generación ellos volverán
acá, porque todavía no ha quedado completo el error de los amorreos
[evidentemente la más fuerte tribu cananea].”—Gén. 15:16.
De modo que Jehová había tenido gran paciencia. Había tenido
bondad inmerecida para con aquellas tribus corrompidas e inicuas de Canaán, permitiéndoles
establecerse sin derecho en una tierra fructífera, una “tierra que mana leche y
miel,” y contaminarla con todas las abominaciones de ellos. Ahora se acercaba
el día de saldar cuentas. Habían rehusado reformarse. Tenían que aceptar las
consecuencias.
LA INIQUIDAD ALCANZA LO MÁXIMO
Pero, ¿eran realmente los cananeos así de inicuos, tanto que
merecieran el exterminio? ¿Era también preciso que se eliminara a las mujeres y
los niños? ¿Estaba en armonía con la justicia y el amor de Dios someter a aquella
gente a tan completa destrucción?
La Biblia revela que los cananeos realmente eran así de
inicuos. Después de mandar a los israelitas que evitaran el incesto, la
fornicación y otras prácticas semejantes, Dios mandó: “No debes permitir que
ninguna prole tuya sea dada irrevocablemente a Moloc. . . . Y no debes
acostarte con un varón igual a como te acuestas con una mujer. Es cosa
detestable. Y no debes dar tu emisión a ninguna bestia para hacerte inmundo por
ello, y la mujer no debe pararse delante de una bestia para tener cópula con
ella. Es una violación de lo que es natural. Porque todas estas cosas
detestables las han hecho los hombres de la tierra que estuvieron antes de
ustedes, de modo que la tierra está inmunda.” (Lev. 18:2-23, 27) ¡Sí, el sacrificio
de niños, el incesto, la sodomía y la bestialidad eran el modo de vivir de los
cananeos! Además, practicaban la magia, la adivinación, la hechicería y otras
cosas detestables a Dios.—Deu. 18:9-12.
La religión cananea era extraordinariamente ruin y degradada,
y sus “postes sagrados” evidentemente eran emblemas sexuales y muchos de los
ritos de sus “lugares altos” envolvían crasos excesos y depravación sexuales.
¡Con razón Dios ordenó su exterminio! Si se hubiera permitido que permanecieran
las mujeres y los niños, habrían seducido a los israelitas a practicar
adoración inmoral y falsa.—Éxo. 23:24; 34:12-17; Núm. 33:52; Deu. 7:3-5;
20:16-18.
De fuentes seglares de información, en particular de los
documentos antiguos que se descubrieron en 1929 en Ras Shamra (antigua Ugarit)
en la costa siria, se ha aprendido mucho acerca de la inmoralidad crasa de la
adoración de los cananeos. Se presenta a Baal como el más prominente de los
dioses, y a Astarté o “Astoret” como diosa prominente, así como el registro bíblico
muestra que debe haber sucedido.—Jue. 2:12, 13; 6:25-32; 10:6; 1 Sam. 7:3, 4.
Siendo Baal un dios de la fertilidad, se le describe pasando
por ciclos periódicos de morir y revivir, que correspondían a los ciclos de las
estaciones de crecimiento y decadencia o estado latente de la vegetación en la
Tierra. Por eso, el que Baal viniera de nuevo a la vida para ser entronizado y
unirse a su esposa, que se consideraba que era Astoret, se celebraba con ritos
de fertilidad licenciosos en el nuevo año otoñal. Los adoradores se entregaban
a borrachera y orgías sexuales de lujuria irrefrenada, creyendo que su coito
sexual ayudaba a efectuar el pleno despertamiento y unión de Baal con su
esposa.
Aunque principalmente se representaba a Astoret como diosa de
la fertilidad, también simbolizaba las cualidades de la violencia y de la
guerra. Así, pues, el profesor John B. Noss dice acerca de ella en su libro
Man’s Religions: “Ella a veces empuñaba la espada, saltaba desnuda sobre un
caballo y cabalgaba al sangriento degüello.” Entre los habitantes filisteos de
Canaán, Astoret evidentemente era una diosa de la guerra, puesto que la
armadura del derrotado rey Saúl fue colocado en el templo de las imágenes de
Astoret.—1 Sam. 31:10.
Hallazgos arqueológicos han indicado la inmoralidad crasa
asociada con la adoración de Astoret. El Halley’s Bible Handbook, impresión de
1964, página 161, dice de tales hallazgos: “También, en este ‘Lugar Alto,’ bajo
los escombros, Macalister encontró cantidades enormes de imágenes y placas de Astoret
con órganos sexuales rudamente exagerados, hechos con el propósito de fomentar
sensaciones sensuales.
“De modo que, los cananeos adoraban, al entregarse a la
inmoralidad, como rito religioso, en presencia de sus dioses; y luego, al
asesinar a sus hijos primogénitos, como sacrificio a estos mismos dioses.”
¡Qué despreciable! ¿Puede alguna persona criticar
apropiadamente a Dios por haber ordenado el exterminio de un pueblo tan
inmoral, tan inicuo? Declara el Unger’s Bible Dictionary, página 912: “La religión
cananea con su adoración de índole orgiástica, el culto de la fertilidad en
forma de símbolos serpentinos, desnudez sensual y mitología crasa se revelan en
su realidad completa en estos textos [descubiertos en Ras Shamra]. Ya los
críticos no pueden acusar al Dios de Israel de injusticia al ordenar el
exterminio de estos cultos debilitadores.”
PROCESO DE
CONQUISTA Y BATALLAS PRINCIPALES:
OBJECIONES
REFERENTES A LA MATANZA Y EXTERMINIO CANANEO:
(Pregunta y
respuesta tomada del sitio web reasonablefaith.org Dr. William Lane Craig)
Pregunta 1:
En los foros, se han plantado algunas preguntas buenas sobre
el tema de Dios ordenando a los judíos a cometer “genocidio” a las personas que
vivían en la tierra prometida. Como usted ha señalado en algunas de sus obras
escritas, este acto no encaja con el concepto del Occidente de Dios siendo un
viejo rico complaciente en el cielo. Ahora bien, ciertamente podemos encontrar
una justificación para que esas personas vinieran bajo el juicio de Dios debido
a sus pecados, idolatría, sacrificio de niños, etc.…Pero una pregunta más
difícil es la matanza de los niños y de los bebés. Si los niños suficientemente
jóvenes y los bebés son inocentes del pecado que la sociedad ha cometido, ¿cómo
(re)conciliamos ese mandato de parte de Dios de matar a los niños con el
concepto de su santidad?
Pregunta 2:
He escuchado que usted justifica la violencia del Antiguo
Testamento sobre la base de que el hecho que Dios utilizó el ejército de Israel
para traer juicio a los cananeos y para su eliminación es algo moralmente
bueno, ya que ellos estaban obedeciendo el mandato de Dios (sería algo malo si
ellos no hubiesen obedecido a Dios a eliminar los cananeos). Esto es un poco
parecido a cómo los musulmanes definen la moralidad y justifican la violencia y
otras acciones moralmente cuestionables de Mahoma (los musulmanes definen la
moralidad como hacer la voluntad de Dios). ¿Puede usted ver alguna diferencia
entre la justificación que usted menciona del Antiguo Testamento y la
justificación musulmana de Mahoma y los versículos violentos del Corán? ¿Es la
violencia, los versículos y las acciones moralmente cuestionables del Corán un
buen argumento cuando una persona habla con los musulmanes?
Respuesta:
Según el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo
Testamento), cuando Dios convocó a su pueblo para que saliera de la esclavitud
en Egipto y a que regresaran a la tierra de sus antepasados, él les ordenó a
matar a todas las tribus cananeas que vivían en la tierra (Deuteronomio 7.1-2;
20.16-18). La destrucción debía ser por completo: todos los hombres, mujeres y
niños debían de ser asesinados. El libro de Josué cuenta el relato de Israel
llevando a cabo el mandato de Dios en ciudad tras ciudad por todo Canaán.
Esos relatos ofenden nuestras sensibilidades morales. Sin
embargo, es algo irónico que nuestras sensibilidades en el Occidente han sido
grandemente, y para muchas personas inconscientemente, moldeada por nuestro
patrimonio judeo-cristiano, el cual nos ha enseñado el valor intrínseco de los
seres humanos, la importancia de justicia en lugar de capricho y la necesidad
de que el castigo vaya en acorde con el delito. La misma Biblia inculca los
valores que estos relatos parecen quebrantar.
El mandato de matar a todas las tribus cananeas es
discordante precisamente porque parece estar tan en desacuerdo con el retrato o
imagen de Yahvé, el Dios de Israel, que se pinta en las Sagradas Escrituras de
los hebreos. Contraria a la retórica insultante de algunas personas como
Richard Dawkins, el Dios de la Biblia hebrea es un Dios de justicia, que sufre,
y es un Dios de compasión.
Usted no puede leer los profetas del Antiguo Testamento sin
tener un sentido del cuidado profundo de Dios por los pobres, los oprimidos,
los que han sido pisoteados, los huérfanos, y así sucesivamente. Dios exige
leyes justas y gobernantes justos. Literalmente, Él les ruega a las personas
que se arrepientan de sus formas injustas a fin de no tener que juzgarlas. “Tan
cierto como que yo vivo —afirma el Señor omnipotente—, que no me alegro con la
muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva”
(Ezequiel 33.11).
Él envió un profeta inclusive a la pagana ciudad de Nínive
porque sentía compasión por los habitantes de la ciudad, “que no distinguen su
derecha de su izquierda” (Jonás 4:11). El mismo Pentateuco contiene los Diez
Mandamientos, uno de los más grandiosos de los códigos morales de la
antigüedad, el cual le ha dado forma a la sociedad Occidental. Hasta la
restricción “ojo por ojo y diente por diente” no era una receta para venganza
sino un control para los castigos excesivos para cualquier crimen, que servía
para moderar la violencia.
El juicio de Dios es cualquier cosa pero no es caprichoso.
Cuando el Señor anunció Su intención de juzgar a Sodoma y Gomorra por sus
pecados, Abraham con denuedo pregunto:
¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya
cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás y no perdonarás a aquel lugar
por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacerlo
así, que hagas morir al justo con el impío y que el justo sea tratado como el
impío. ¡Nunca tal hagas! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es
justo? (Gen. 18.23-25).
Como un comerciante del Medio Oriente regateando, Abraham
continuamente reducía el precio y cada vez Dios satisfacía el precio sin
ninguna vacilación, asegurándole a Abraham que si había hasta diez personas
justas en la ciudad, Él no iba a destruirla por amor a ellos.
Así que entonces, ¿qué está Yahvé haciendo cuando les da el
mandato a los ejércitos de Israel de exterminar los pueblos de Canaán? Es
precisamente porque hemos llegado a esperar a Yahvé a actuar de manera justa y
con compasión que encontramos esos relatos tan difíciles de entender. ¿Cómo
puede Él ordenar a los soldados a asesinar los niños?
Ahora bien, antes de intentar decir algo en forma de
respuesta a esta pregunta difícil, deberíamos primero hacer una pausa y
preguntarnos lo que está en riesgo aquí. Supongamos que estamos de acuerdo que
si Dios (quien es perfectamente bueno) existe, Él no pudo haber emitido dicho
mandato. ¿Qué sigue? ¿Que Jesús no se levantó de entre los muertos? ¿Que Dios
no existe? ¡Difícilmente! Así que ¿cuál está supuesto a ser el problema?
Con frecuencia he escuchado a los divulgadores plantear este
problema como una refutación del argumento moral a favor de la existencia de
Dios. Pero eso es claramente incorrecto. La afirmación de que Dios no pudo
haber emitido ese mandato no falsifica o debilita ninguna de las dos premisas
en el argumento moral de la manera que lo he defendido:
1. Si Dios no existe, los valores morales objetivos no
existen.
2. Los valores morales existen.
3. Por lo tanto, Dios existe.
De hecho, a medida que el ateo piense que Dios hizo algo
moralmente malo cuando ordenó la exterminación de los cananeos, él afirma la
premisa (2). Así que ¿cuál está supuesto a ser el problema?
El problema, me parece, es que si Dios no pudo haber emitido
ese mandato, entonces los relatos bíblicos deben ser falsos. O los incidentes
realmente nunca ocurrieron sino que simplemente son folclores israelitas; o
como alternativa, si ellos lo son, entonces Israel, dejándose llevar de un
arranque de fervor nacionalista, pensando que Dios estaba de su lado, afirmó
que Dios le había ordenado a cometer esas atrocidades, cuando en efecto Él no
lo había hecho. En otras palabras, ese problema realmente es una objeción a la
inerrancia de la Biblia.
De hecho, irónicamente, muchos de los críticos del Antiguo
Testamento están escépticos de que los acontecimientos de la conquista de
Canaán hayan realmente ocurrido. Ellos toman esos relatos como parte de las
leyendas de la fundación de Israel, similar a los mitos de Rómulo y Remo y la
fundación de Roma. Para esos críticos el problema de Dios emitiendo ese mandato
se evapora.
¡Ahora bien, eso pone el tema en una perspectiva totalmente
diferente! La pregunta de la inerrancia de la Biblia es una pregunta
importante, pero no es como la existencia de Dios o como la deidad de Cristo.
Si nosotros los cristianos no podemos encontrar una respuesta buena a la
pregunta que tenemos ante nosotros y estamos persuadidos de que ese mandato no
es consistente con la naturaleza de Dios, entonces, vamos a tener que renunciar
a la inerrancia de la Biblia. Sin embargo, no deberíamos dejar que el no
creyente que plantea la pregunta se retire pensando que eso implica más de lo
que implica.
Pienso que un buen comienzo para este problema es de enunciar
nuestra teoría ética que subyace nuestros juicios morales. Según la versión de
la ética del mandamiento divino que yo defiendo, nuestros deberes morales están
constituidos por los mandatos de un Dios santo y amoroso. Dado que Dios no se
emite mandatos a sí mismo, Él no tiene deberes morales que cumplir. Él
ciertamente no está sujeto a las mismas obligaciones y prohibiciones morales
que estamos sujetos nosotros. Por ejemplo, yo no tengo ningún derecho de
quitarle la vida a una persona inocente. El que yo haga eso, se convertiría en
asesinato. Pero Dios no tiene esa prohibición. Él puede dar y tomar la vida
como a Él le parezca. Todos reconocemos esto cuando acusamos alguna autoridad
que presume tomar la vida a alguna persona de que está “jugando ser Dios.” Las
autoridades humanas se atribuyen a sí mismos los derechos que únicamente le
pertenecen a Dios. Dios no está bajo ninguna obligación de extender mi vida ni
un segundo más. Si Él quisiera matarme ahora mismo, ese es Su prerrogativa.
Lo que eso implica es que Dios tenía el derecho de tomar las
vidas de los cananeos cuando Él lo creía ser apropiado. De cuánto tiempo ellos
vivirían y cuando ellos iban a morir era asunto de Él.
Por lo tanto, el problema no es que Dios terminó las vidas de
los cananeos. El problema es que Él ordenó a los soldados israelíes a terminar
con ellos. ¿No es eso lo mismo que ordenar a alguien a cometer un asesinato?
No, no lo es. Más bien, dado que nuestras obligaciones morales están
determinadas por los mandatos de Dios, eso es ordenar a alguien a hacer algo
que, en ausencia de un mandamiento divino, hubiese sido un asesinato. El acto
era moralmente obligatorio para los soldados israelitas en virtud del mandato
de Dios, a pesar de que si ellos lo hubieran llevado a cabo en su propia
iniciativa, hubiese sido malo.
En la teoría del mandamiento divino, Dios tiene el derecho de
ordenar una acción, lo cual, en ausencia de un mandato divino, hubiese sido un
pecado, pero que ahora es moralmente obligatorio en virtud de esa orden.
Todo bien, pero ¿no está ese mandato contrario a la
naturaleza de Dios? Bueno, vamos a ver el caso de una manera más cuidadosa. Tal
vez es significativo que el relato de la destrucción de Sodoma de parte de
Yahvé (juntamente con sus garantías solemnes que le hizo a Abraham de que si
había la cantidad de diez personas justas en Sodoma, la ciudad no iba a ser
destruida) forma parte del trasfondo para la conquista de Canaán y del mandato
de Yahvé de destruir las ciudades de allá. La implicación es que los cananeos
no eran personas justas sino que habían caído bajo el juicio de Dios.
De hecho, antes de la esclavitud de Israel en Egipto, Dios le
dijo a Abraham:
“Ten por cierto que tu descendencia habitará en tierra ajena,
será esclava allí y será oprimida cuatrocientos años… Y tus descendientes
volverán acá en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a
su colmo la maldad del amorreo [una de las tribus cananeas]” (Génesis 15.13,
16).
Pensemos sobre esto. Dios suspendió Su juicio de los clanes
cananeos por 400 años porque la maldad de ellos no había llegado al punto de
intolerancia. Ese es el Dios paciente que conocemos en las Sagradas Escrituras
de los hebreos. Él hasta permitió que Su propio pueblo sufriera cuatro siglos
en esclavitud antes de determinar de que los pueblos cananeos estaban maduros
para cosechar el juicio y para sacar a su pueblo de Egipto.
Para el tiempo de su destrucción, la cultura cananea era, de
hecho, depravada y cruel, adoptando prácticas como la prostitución ritual y el
sacrificio de niños. Los cananeos tenían que ser destruidos “para que no os
enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos han hecho en honor de sus
dioses, y pequéis contra Jehová, vuestro Dios” (Deuteronomio 20.18). Dios tenía
razones moralmente suficientes para dejar caer su juicio sobre Canaán e Israel
fue meramente el instrumento de Su justicia, de la manera que siglos después
Dios iba a usar las naciones paganas de Asiria y Babilonia para juzgar a
Israel.
Pero ¿Por qué tomar las vidas de inocentes niños? La terrible
totalidad de la destrucción sin duda estaba relacionada con la prohibición para
Israel de asimilar las naciones paganas. Al ordenar una destrucción total de
los cananeos, el Señor dijo, “No emparentarás con ellas, no darás tu hija a su
hijo ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque apartará de mí a tu hijo, que
serviría a dioses ajenos. Entonces el furor de Jehová se encenderá contra
vosotros y os destruirá bien pronto” (Deuteronomio 7.3-4). Este mandato forma
parte integral de la fábrica completa de la compleja ley ritual judía que
distingue las prácticas puras e impuras. Para una mente contemporánea del
Occidente, muchas de las regulaciones en la ley del Antiguo Testamento parecen
ser algo absolutamente rarísimo y sin sentido: no mezclar la lana con el lino,
no utilizar los mismos trastes para la carne y para los productos derivados de
la leche, etc. La idea primordial de esas regulaciones era de prohibir varios
tipos de mezcla. Se estaban haciendo líneas claras de distinción: esto y no lo
otro. Eso servía como recordatorios diarios y tangibles de que Israel era un
pueblo especial apartado para el mismo Dios.
En una ocasión hablé con misionero en la India que me dijo
que la mente oriental tiene una tendencia inveterada hacia una fusión. Él dijo
que los hindúes al escuchar el Evangelio se reirían y dirían, “¡Sub ehki eh,
sahib, sub, ehki eh!” (¡Todo es Uno, sahib, Todo es Uno!” [Para los que hablan
indostaní, perdonen mi transliteración]). Se hacía casi imposible que el
misionero los alcanzara porque aun las contradicciones lógicas eran subsumidas
en la totalidad. ¡Él decía que él pensaba que la razón que Dios le dio a Israel
tantos mandatos arbitrarios acerca de lo que era puro e impuro era para
enseñarles la Ley de Contradicción!
Al establecer dichas dicotomías fuertes y duras, Dios le
enseñó a Israel que no iba a tolerar ninguna asimilación o integración a una
idolatría pagana. Esa era Su manera de conservar la salud y posteridad
espiritual de Israel. Dios sabía que si a los hijos de los cananeos se les
permitía vivir, ellos iban augurar la destrucción de Israel. La matanza de los
niños cananeos no sólo sirvió para prevenir la asimilación a la identidad
cananea sino que también sirvió como una ilustración terrible y tangible para
Israel de que era un pueblo apartado exclusivamente para Dios.
Además, si usted cree, como yo, que la gracia de Dios se
extiende a las personas que mueren en su infancia o como niños, la muerte de
esos niños realmente fue su salvación. Estamos tan comprometidos con una
perspectiva terrenal, naturalista que se nos olvida que las personas que mueren
están felices de renunciar a esta tierra por el gozo incomparable del cielo.
Por lo tanto, Dios no le hizo nada malo a esos niños cuando les quitó la vida.
¿A quién, entonces, perjudicó Dios cuando ordenó la destrucción
de los cananeos? No a los adultos cananeos, ya que ellos eran corruptos y eran
merecedores del juicio. No a los niños, ya que ellos heredan la vida eterna.
¿Quién, entonces, fue perjudicado? Irónicamente, creo que la parte más difícil
de todo este debate es el aparente daño que se hicieron los mismos soldados de
Israel. ¿Se puede imaginar lo difícil que sería el tener que entrar a una casa
y matar a una mujer aterrorizada y a sus niños? El efecto de la brutalidad en
esos soldados de Israel es alarmante.
Pero entonces, otra vez, estamos pensando de esto desde un
punto de vista cristiano, que viene del occidente, ya que en el mundo de la
antigüedad, la vida ya era brutal. La violencia y la guerra era un hecho de la
vida para las personas que vivían en el Cercano Oriente. La evidencia de ese
hecho es que las personas que contaban esos relatos aparentemente no pensaban
nada de los que se les ordenó a hacer a los soldados israelitas (en especial si
los relatos eran leyendas de la fundación de la nación). Nadie estaba
retorciéndose las manos sobre los soldados teniendo que matar a los cananeos.
Aquellos que lo hicieron, fueron héroes nacionales.
Además, se ve de nuevo el punto que hago arriba. Nada más
podría ilustrarles mejor a los israelitas la seriedad de su llamado como una
nación apartada exclusivamente para Dios. Con Yahvé no se podía jugar. Él
hablaba en serio y si Israel apostataba lo mismo le podía suceder a ella. Como
decía C. S. Lewis, “Aslan no es un león domado.”
Ahora bien, ¿Cómo se relaciona todo esto con el yihad del
Islam? El Islam ve la guerra como un medio de propagar la fe musulmana. Este
divide el mundo en dos: el dar al-Islam (el Hogar de la Sumisión) y el dar
al-harb (El Hogar de la Guerra). El Hogar de la Sumisión se refiere a las tierras
que han sido traídas a sumisión al Islam. El Hogar de la Guerra se refiere a
esas naciones que todavía no han llegado estar en sumisión. ¡Esa es la manera
que el Islam realmente considera al mundo!
Por contraste, la conquista de Canaán representó el juicio
justo de Dios sobre esas naciones. ¡El propósito no era de hacer que ellos se
convirtieran al judaísmo! La guerra no estaba siendo usada como un instrumento
para propagar la fe judía. Además la matanza de los cananeos representó una
circunstancia inusual, no un medio de comportamiento regular.
El problema con el Islam, entonces, no es que tiene la teoría
moral equivocada; es que tiene el Dios equivocado. Si el musulmán piensa que
nuestros deberes morales están constituidos por los mandamientos de Dios,
entonces estoy de acuerdo con él. Pero los musulmanes y los cristianos difieren
radicalmente sobre la naturaleza de Dios. Los cristianos creen que Dios es
todo-amoroso, mientras que los musulmanes creen que Dios ama solamente a los
musulmanes. Alá no tiene amor para los no creyentes ni para los pecadores. Por
lo tanto, ellos pueden ser asesinados indistintamente. Por otro lado, en el
Islam la omnipotencia de Dios mata todo, hasta Su propia naturaleza. Por lo
tanto, Él es completamente arbitrario en la forma que trata con la humanidad.
Por el contrario, los cristianos sostienen que la santidad y la naturaleza
amorosa de Dios determinan lo que Él ordena.
La pregunta, entonces, no es de cual teoría moral es
correcta, sino ¿Cuál es el Dios verdadero?
CONCLUSIÓN
Aunque
frecuentemente se escucha las críticas de los enemigos de Dios en cuanto a la
conquista israelita de Canaán, tal conquista estuvo en armonía con la
naturaleza perfectamente amorosa, santa y justa de Dios. Después de esperar
pacientemente por cientos de años, Dios finalmente usó a los israelitas para
juzgar a los cananeos malvados. Simultáneamente, evitó que los niños
enfrentaran mucho más que la muerte física—el horror de crecer en una cultura
reprensible y llegar a ser como sus padres hedonistas—y les dio la bienvenida
en el lugar maravilloso libre de dolor llamado el paraíso (Lucas 16:19-31;
23:43).
BIBLIOGRAFIA:
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969; Por qué Dios decretó el exterminio de
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Sitio web reasonablefaith.org Dr. William Lane Craig
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