DEFENSA AL EVANGELIO DE JUAN
COMPARACION CON LOS SINOPTICOS:
Desde luego, los cuatro Evangelios son uno y hay perfecta consonancia entre ellos, pero el Evangelio según Juan es diferente y único. No es una biografía de Cristo, sino una selección de sus señales, obras y enseñanza, junto con el testimonio de muchas personas, que confirman que El es el Hijo de Dios (Dios el Hijo).
Los cuatro Evangelios registran el ministerio de Jesucristo, y concluyen con la narración detallada de su muerte, sepultura y resurrección. Fueron escritos para producir la fe salvadora en Cristo, como Juan afirma con toda claridad (20:30, 31). En lugar de repetir los detalles del nacimiento de Jesús de una virgen, Juan escribe un prólogo solemne que enfáticamente afirma la Deidad de Cristo (1:1-18).
Los cuatro hablan de Juan el bautista, pero los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) presentan los detalles de su nacimiento, ministerio y mensaje (el arrepentimiento y el bautismo para perdón de los pecados), pero para el cuarto Evangelio lo importante era el testimonio de Juan: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (1:29, 36), y que a pesar de su propia popularidad, el bautista enfatizaba que él no era el Cristo, sino sólo la voz que clamaba en el desierto (1:23).
Los Sinópticos enfatizan la obra de Jesús en Galilea, mientras que Juan se concentra en su enseñanza y obra en Judea y en Jerusalén. La lectura de los Sinópticos no revela cuánto tiempo duró el ministerio de Jesús, pero Juan se refiere a las sucesivas Pascuas para marcar su duración. Es probable que la fiesta de Jua_5:1 fue otra Pascua y si así fue, el ministerio de Jesús duró más de tres años. (Algunos dudan que esta fiesta haya sido la Pascua, pero véase Notas sobre este texto).
Juan no repite los milagros de echar fuera demonios y de limpiar a los leprosos, pero registra algunos milagros omitidos por los otros: la sanidad del paralítico de Betesda, la sanidad del hombre que nació ciego, y la resurrección de Lázaro. No sólo omitió el nacimiento de Jesús de una virgen, sino también las tentaciones (Mat_4:1-25), la transfiguración, la institución de la cena del Señor, y su agonía en Getsemaní.
Sólo Juan narra los discursos de Jesús con Nicodemo y la mujer samaritana, y los discursos sobre el pan de vida, el Buen Pastor, la Vid y los sarmientos, los dichos "Yo soy", la explicación detallada de la venida (y el propósito de la venida) del Espíritu Santo.
Juan es el que nos dice que Cristo vino para revelar al Padre y que, por eso, el ver a Jesús era ver al Padre (8:19; 12:45; 14:9). Juan nos dice que Cristo era igual a Dios (5:18) y que debemos honrarle como honramos al Padre (5:23).
AUTORIA DEL EVANGELIO
Autor y fecha
Aunque el nombre del autor no aparece en el Evangelio, la tradición de la iglesia primitiva fuerte y consecuentemente lo identificó como el apóstol Juan. El padre de la iglesia primitiva Ireneo (ca. 130-200 d.C.) fue un discípulo de Policarpo (ca. 70-160 d.C.), quien a su vez fue un discípulo del apóstol Juan, y él testificó en la autoridad de Policarpo que Juan escribió el Evangelio durante su residencia en Éfeso en Asia Menor cuando él era avanzado en edad (Against Heresies [Contra herejías] 2.22.5;; 3.1.1). Después de Ireneo, todos los padres de la iglesia dieron por sentado que Juan era el escritor del Evangelio. Clemente de Alejandría (ca. 150-215 d.C.) escribió que Juan, consciente de los hechos establecidos en los otros Evangelios y siendo guiado por el Espíritu Santo, compuso un "evangelio espiritual" (vea Ecclesiastical History [Historia de la iglesia] de Eusebio 6.14.7).
Reforzando la tradición de la iglesia primitiva hay características significativas internas del Evangelio. Mientras que los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) identifican al apóstol Juan por nombre aproximadamente veinte veces (incluyendo paralelos), él no es mencionado directamente por nombre en el Evangelio de Juan. En lugar de esto, el autor prefiere identificarse a sí mismo como el discípulo "al cual Jesús amaba" (Jua_13:23; Jua_19:26; Jua_20:2; Jua_21:7; Jua_21:20). La ausencia de cualquier mención del nombre de Juan directamente es impresionante cuando uno considera la participación importante que tuvieron otros discípulos que son nombrados en este Evangelio. Sin embargo, la designación continua de sí mismo como el discípulo "al cual Jesús amaba", una evasión deliberada por parte de Juan de su nombre personal, refleja su humildad y celebra su relación para con su Señor Jesús. Ninguna mención de su nombre fue necesaria debido a que sus lectores originales claramente entendieron que él era el autor del Evangelio. También, a través de un proceso de eliminación basado primordialmente en un análisis del material en los caps.Jua_20:1-31; Jua_21:1-25, este discípulo "al cual Jesús amaba" se reduce al apóstol Juan (p. ej.Jua_21:24; cp. Jua_21:2). Debido a que el autor del Evangelio es exacto en mencionar los nombres de otros personajes en el libro, si el autor hubiera sido alguien fuera del apóstol Juan, no habría omitido el nombre de Juan.
La condición anónima del Evangelio fuertemente refuerza los argumentos en favor de que Juan sea el autor, ya que solo alguien de su bien conocida y preeminente autoridad como apóstol podría ser capaz de escribir un Evangelio que fuera diferente de una manera tan marcada en forma y sustancia de los otros Evangelios y haber recibido aceptación unánime en la iglesia primitiva. En contraste, los evangelios apócrifos producidos a mediados del siglo segundo en adelante fueron falsamente atribuidos a apóstoles u otras personas famosas asociadas de manera cercana a Jesús, sin embargo, universalmente fueron rechazados por la iglesia.
Juan y Jacobo, su hermano mayor (Hch_12:2), eran conocidos como "los hijos de Zebedeo" (Mat_10:2-4), y Jesús les dio el nombre de "Hijos del trueno" (Mar_3:17). Juan fue un apóstol (Luc_6:12-16) y uno de los tres asociados más íntimos de Jesús (junto con Pedro y Jacobo, cp. Mat_17:1; Mat_26:37), siendo un testigo ocular y participante en el ministerio terrenal de Jesús (1Jn_1:1-4). Después de la ascensión de Cristo, Juan se convirtió en un "pilar" en la iglesia de Jerusalén (Gál_2:9). Él ministró con Pedro (Hch_3:1; Hch_4:13; Hch_8:14) hasta que fue a Éfeso (la tradición dice antes de la destrucción de Jerusalén), desde donde escribió este Evangelio y desde donde los romanos lo exiliaron a Patmos (Apo_1:9). Además del Evangelio que lleva su nombre, Juan también escribió 1, 2 y 3 de Juan y el libro de Apocalipsis (Apo_1:1).
Debido a que los escritos de algunos de los padres de la iglesia indican que Juan estuvo activamente escribiendo durante su edad madura y que ya estaba consciente de los Evangelios sinópticos, muchos fechan el Evangelio en algún momento después de la composición es estos últimos, pero previo al momento en el que Juan escribió 1, 2 y 3 Juan o Apocalipsis. Juan escribió su Evangelio ca. 80-90 d.C., alrededor de cincuenta años después de que fue testigo del ministerio terrenal de Jesús.
TRASFONDO HISTORICO Y TEMA CENTRAL
Juan construye su Evangelio alrededor de siete milagros o «señales» que se habían hecho en público. Cada uno de estos milagros tiene el designio de mostrar que Jesús es Dios:
(1) La transformación del agua en vino en las bodas en Caná de Galilea (Jua_2:9).
(2) La curación del hijo del noble (Jua_4:46-54).
(3) La curación del paralítico en el estanque de Betesda (Jua_5:2-9).
(4) La alimentación de los cinco mil (Jua_6:1-14).
(5) La andadura de Jesús sobre el Mar de Galilea para salvar a Sus discípulos de la tempestad (Jua_6:16-21).
(6) La curación del ciego de nacimiento (Jua_9:1-7).
(7) La resurrección de Lázaro de los muertos (Jua_11:1-44). Además de estos siete milagros llevados a cabo en público, hay una octava señal llevada a cabo sólo para Sus discípulos después de la resurrección -la pesca milagrosa (Jua_21:1-14).
Dice Charles R. Erdman que el Cuarto Evangelio «ha inducido a más personas a seguir a Cristo, ha inspirado a más creyentes a un servicio leal, ha presentado más problemas a los académicos, que cualquier otro libro que se pueda pensar».
La cronología del ministerio terrenal de nuestro Señor se construye en base de este Evangelio. Por la lectura de los otros tres Evangelios, podría parecer que el ministerio de Cristo había durado sólo un año. Las referencias a las fiestas anuales que aparecen en Juan nos dan una duración de Su ministerio público de alrededor de tres años. Obsérvense estas referencias: La primera Fiesta de la Pascua (Jua_2:12-13); «una fiesta» (Jua_5:1), posiblemente la Pascua o Purim; la segunda (o tercera) Fiesta de la Pascua (Jua_6:4); la Fiesta de los Tabernáculos (Jua_7:2); la Fiesta de la Dedicación (Jua_10:22), y la última Fiesta de la Pascua (Jua_12:1).
Juan es también específico en sus referencias al tiempo. Mientras que los otros tres escritores se contentan a menudo con referencias aproximadas, Juan menciona detalles específicos como la hora séptima (Jua_4:52); el tercer día (Jua_2:1); dos días (Jua_11:6) y seis días (Jua_12:1).
El estilo y vocabulario de este Evangelio son singulares excepto por las Epístolas de Juan. Las oraciones son breves y sencillas. Son hebreas en pensamiento aunque griegas de lenguaje. ¡A menudo, cuanto más breve la oración, tanto más vigorosa la verdad! El vocabulario es el más limitado de todos los Evangelios, pero el más profundo en significado. Obsérvense estas importantes palabras y cómo a menudo aparecen: Padre (118), creer (100), mundo (78), amor (45), testigo, testimonio, testificar, etc. (47), vida (37), luz (24).
Un rasgo característico de Juan es el empleo del número siete y de sus múltiplos. A lo largo de la Escritura las ideas de perfección y plenitud van unidas a este número (véase Gén_2:1-3). En este Evangelio, el Espíritu de Dios perfecciona y completa la revelación de Dios en la Persona de Jesucristo, y por ello son frecuentes las pautas basadas en el número siete.
Los siete «Yo soy» de Juan son conocidos: «El Pan de Vida» (Jua_6:35; Jua_6:41; Jua_6:48; Jua_6:51); «La Luz del Mundo» (Jua_8:12; Jua_9:5); «La Puerta» (Jua_10:7; Jua_10:9); «El Buen Pastor» (Jua_10:11; Jua_10:14); «La Resurrección y la Vida» (Jua_11:25); «El Camino, la Verdad, y la Vida» (Jua_14:6); y «La Vid» (Jua_15:1; Jua_15:5). No tan conocidos son los siete «Yo soy» sin predicado, esto es, la simple declaración: Jua_4:26; Jua_6:20; Jua_8:24; Jua_8:28; Jua_8:58; Jua_13:19; Jua_18:5; Jua_18:8. La última es doble.
En el sexto capítulo, que tiene que ver con el Pan de Vida, la palabra griega traducida «pan» y «panes» aparece veintiuna veces, un múltiplo de siete. También en el discurso del Pan de Vida, la expresión «pan del cielo» aparece exactamente siete veces; también aparece siete veces una expresión similar, «desciende del cielo».
El propósito de Juan al escribir, tal como hemos visto, era que sus lectores creyesen «que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, [[tengan]] vida en su nombre» (Jua_20:31).
LOS LECTORES PARA QUIENES FUE DESTINADO EL EVANGELIO DE JUAN
En cuanto a los lectores para quienes fué inmediatamente destinado, que eran gentiles naturalmente podríamos suponer por lo tarde de la fecha; pero la multitud de explicaciones de cosas familiares a todo judío, pone esto fuera de toda duda.
Jamás hubo duda acerca de la legitimidad y autenticidad de este Evangelio sino hacia fines del siglo XIX ni fueron estas dudas expresadas en algún ataque formal contra él; hasta que Bretschneider, en 1820, publicara su famoso tratado ("Probabilia", etc.), las conclusiones del cual él no fué bastante cándido para reconocer, habían sido confutadas satisfactoriamente. Referirnos a estas conclusiones sería tan penoso como innecesario; pues consisten en la mayor parte en afirmaciones acerca de los discursos de nuestro Señor registrados en este Evangelio, las cuales son repugnantes a toda mente espiritual. La escuela Tübingen hizo todo lo posible, según su manera peculiar de razonamiento, para infundir vida en esta teoría de la fecha postjoanina del Cuarto Evangelio; y algunos críticos unitarios en este país todavía se adhieren a ella. Pero para usar el lenguaje sorprendente de Van Osterzee acerca de especulaciones similares sobre el Tercer Evangelio: "He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán" (Act_5:9), damos el resultado en este esfuerzo destructivo. ¿Hay una mente de la menor elevación de discernimiento espiritual que no vea en este Evangelio señales de verdad histórica y una gloria sobresaliente cual ninguno de los otros Evangelios posee, por brillantemente como ellos también atestiguan su propia veracidad; y quien no esté listo a decir que si no es históricamente verdadero, y verdadero tal como está, nunca habría podido ser compuesto ni concebido por hombre mortal?
De las peculiaridades de este Evangelio, haremos notar aquí sólo dos. La una es su carácter meditativo. Mientras que las otras son puramente narrativas, el cuarto evangelista "se detiene, como si fuese, a cada vuelta", como dice Da Costa ("Cuatro Testigos", p. 234), "una vez para dar una razón, otra vez para fijar la atención, para sacar alguna consecuencia, o hacer aplicaciones, o dar salida a palabras de alabanza". Véanse los caps. 2:20, 21, 23-25; 4:1, 2; 7:37-39; 11:12, 13, 49-52; 21:18, 19, 22, 23. La otra peculiaridad es su carácter suplementario. Por esto, en el caso presente, queremos decir algo más que el cuidado con el cual omite muchos incidentes muy importantes en la vida de nuestro Señor, por ningún motivo concebible sino que eran bien conocidos por todos sus lectores, por medio de los tres Evangelios anteriores, y que él sustituye en lugar de éstos una cantidad inmensa de material riquísimo no hallado en los otros Evangelios. Nos referimos aquí más particularmente a la naturaleza de los acontecimientos agregados que distinguen este Evangelio; particularmente las menciones de las diferentes Pascuas que ocurrieron durante el ministerio público de nuestro Señor, y la documentación de sus enseñanzas en Jerusalén sin la cual, no es decir demasiado, no habríamos podido tener sino un concepto muy imperfecto tanto de la duración de su ministerio como del plan de él. Pero otro rasgo de estos acontecimientos agregados es bien evidente y no menos importante. "Hallamos", para usar otra vez las palabras de Da Costa (pp. 238, 239), algo abreviadas, "sólo seis de los milagros de nuestro Señor relatados en este Evangelio, pero éstos son todos de la clase más notable, y sobrepujan a los demás en profundidad, especialidad de aplicación, y plenitud de sentido. De estos seis sólo hallamos uno en los otros tres Evangelios: el de la multiplicación de los panes. Parecería que principalmente este milagro por causa de las instrucciones importantes para las cuales el milagro sirve de ocasión (cap. 6), se relata aquí de nuevo. Las otras cinco muestras del poder divino se distinguen de entre las muchas relatadas en los otros Evangelios, por el hecho de que proveen un despliegue superior de poder y mando sobre las leyes y el curso ordinarios de la naturaleza. Así hallamos relatado aquí el primero de todos los milagros que Jesús obró, el de cambiar el agua en vino (cap. 2), la curación del hijo del príncipe a la distancia (cap. 4); de las numerosas curaciones de los cojos y paralíticos por la palabra de Jesús, sólo una, la del hombre impotente por treinta y ocho años (cap. 5); de las muchas curaciones de los ciegos, sólo una, la del hombre ciego de nacimiento (cap. 9); la restauración de Lázaro no del lecho de muerte, como la hija de Jairo, ni del féretro, como el hijo de la viuda de Naín, sino del sepulcro, y después de estar allí cuatro días, volviendo a la corrupción (cap. 11); y finalmente, después de su resurrección, la pesca milagrosa en el mar de Tiberias (cap. 21). Pero todos éstos se relatan principalmente para dar ocasión para documentar aquellos discursos y conversaciones asombrosos, lo mismo con amigos y con enemigos, con sus discípulos y con la multitud que los milagros atrajeron".
OPINION DE LEON MORRIS EN SU COMENTARIO DEL EVANGELIO DE JUAN:
Sin embargo, es bastante probable que uno de los objetivos de Juan fuera combatir las falsas enseñanzas de tipo doceta. Los docetas sostenían que Cristo no se había encarnado, es decir, tenía apariencia humana, pero no lo era.
Está claro que la herejía doceta no apareció en el siglo I; sin embargo, algunos elementos que más adelante pasaron a formar parte de esta herejía parecen ser bastante tempranos. Es decir, mientras Juan no tuviera ante él una herejía doceta totalmente formada y reconocida, no hay duda alguna de que se tuviera que enfrentar a falsas enseñanzas de estas características. Esto puede verse claramente en 1ª Juan, pero también puede percibirse en el Evangelio. Por ello encontramos dichos como “el Verbo se hizo carne” (1:14) y un énfasis en la muerte física de Jesús. Durante todo el Evangelio, Juan quiere enfatizar la genuina humanidad de Jesús y, a la vez, explicar el hecho de que verdaderamente había sido enviado por Dios.
Pero todo esto no quiere decir que el propósito principal de este evangelio fuera combatir el docetismo incipiente. La oposición que hay hacia las falsas enseñanzas es casi inherente al Evangelio. Pero la razón de ser de este libro es otra. Otros mantienen que Juan escribió en contra de los judíos incrédulos. Uno de los elementos en los que se basan es el uso que en el Evangelio se hace del término “los judíos”. Nuestro evangelista usa esta expresión con mucha más frecuencia que los otros evangelistas, y está claro que no muestra ninguna simpatía por esos “judíos”.
No obstante, este es tan solo un aspecto del Evangelio y no es, ni mucho menos, el más destacable. No puede decirse que haya suficientes evidencias como para decir que éste es el principal objetivo del Evangelio. Otros creen que Juan escribió para diferenciarse de los seguidores de Juan el Bautista.
Deja muy claro que el lugar de Juan el Bautista era secundario, y puede que al escribir tuviera en mente a algunos seguidores del profeta1 06. Pero, nuevamente, éste es simplemente un pequeño matiz, y está lejos de representar el propósito central de nuestro evangelio. Otros son de la opinión de que el interés principal de Juan era ir en contra de los maestros cristianos que daban demasiada importancia a los sacramentos o, a la inversa, que no les daban la importancia necesaria.
Todo dependerá de la opinión que tengamos sobre cuál era el lugar de los sacramentos en el pensamiento de Juan. Ciertamente, en todo el Evangelio no menciona ni el bautismo cristiano, ni la Cena del Señor. Y podríamos llegar a decir que tampoco hace ninguna referencia, ni tan siquiera oblicua o implícita, a estos sacramentos. Sin embargo, algunos estudiosos afirman que sobre todo en los capítulos 3 y 6 podemos ver cierto interés por estos dos sacramentos. Dado que a partir de las mismas evidencias se sacan dos conclusiones totalmente opuestas, los argumentos presentados no descansan sobre bases muy claras Por tanto, no caeremos en el error de decir que éste es el propósito o tema central del Evangelio.
EVANGELIO DE JUAN HELENIZADO?
En otra línea, otros piensan que el propósito principal de Juan era presentar al mundo un tipo de cristianismo “helenizado”. Veamos sus argumentos:
Argumenta E.F. Scott (The Fourth Gospel p.6): “Para que la religión pudiera extenderse de forma natural en el mundo gentil, al que, desde los tiempos de Pablo, había atraído de forma particular, había que descubrir cómo expresarla para que el mundo de influencia helena pudiera entenderlo (...) El autor del Cuarto Evangelio, que no se contentó simplemente con introducir ideas o conceptos helenos aislados, intentó reelaborar todo el mensaje cristiano haciendo uso de la filosofía del momento”.
Igualmente parece ser que C.H. Dodd va en esta línea: «Podemos pensar que esta obra está dirigida a un amplio público formado principalmente por gente devota a quien le gustaba razonar (...) de la sociedad variada y cosmopolita de las grandes ciudades helenistas como Éfeso en época del Imperio Romano» (IFG, p. 9).
Quería plasmar el cristianismo de una forma respetable e intelectual para que llegara al máximo número de gente posible, agregándole filosofías y cultura helénica”; ahora es esto cierto?
DEFENSA DE LEON MORRIS (A TRAVES DEL ANALISIS DEL TEXTO, Y DEL CONTEXTO HISTORICO):
Una de las cosas en las que se basan es el uso de términos como Logos, y sugieren que Juan era un helenista interesado en transmitir el cristianismo a otros helenistas. Esta posición ha tenido bastantes seguidores, pero aún así, no acaba de coincidir con todos los hechos y datos disponibles, porque cada vez está más claro que este evangelio, se interprete como se interprete, es un producto de mentalidad judía, y no de mentalidad helenista.
H.G.G. Herklots comenta algo muy importante cuando al final de su estudio sobre Juan escribe: «El mundo griego quería a un Jesús hecho a su medida, es decir, tan solo un ser espiritual, pero no a alguien que había tomado forma humana. Hasta que no le levantaron de la Tierra, en la angustia extrema de la crucifixión, no comenzó el proceso en el que la Historia encuentra su significado y consumación: hacer que todos los hombres se acerquen a Él» (A Fresh Approach to the New Testament [Londres, 1950], p. 121). Este evangelio usa términos inteligibles en el mundo heleno, PERO CON EL OBJETIVO DE IMPLANTAR IDEAS Y CONCEPTOS NO HELENOS.
Algunos escritores han dicho que originalmente fue escrito en arameo. Pero la mayoría de los eruditos creen que esta afirmación es demasiado extrema, aunque reconocen que hay muchos elementos lingüísticos, conceptos y pensamientos arameos en nuestro evangelio. No podemos estar de acuerdo, pues, con la opinión de que el Evangelio es el manifiesto de un cristianismo helenista.
Para acabar, cabe destacar que Juan expresó explícitamente el motivo que le llevó a escribir el Evangelio: «Éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre» (20:31). No podemos ignorar esta declaración.
Juan expresa claramente que su objetivo es presentar a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios. Y lo hace, no para dar a sus lectores una nueva e interesante información, sino para que den un paso de fe, que crean, y comiencen una nueva vida en Cristo.
Y no solo nos lo dice de una forma explícita, sino que además, si hacemos un estudio del Evangelio, veremos que es verdad, que ciertamente hace lo que expresa en 20:31. Una y otra vez presenta evidencias de que Jesús verdaderamente es el Cristo. Cierto es que no hace un uso tan extenso del término en sí como nosotros hubiéramos esperado. Pero la idea está presente de forma constante. Además, Juan deja claro que el mensaje de Jesús es un desafío.
La gente se divide, tiene que tomar partido: o se compromete con Cristo, por medio de la fe, para ganar así la vida, o rechazan el entregarse a Jesús y se quedan en la oscuridad y la perdición. Parece que no hay ninguna razón para rechazar o ignorar la declaración que el mismo Juan hace. En 20:31 resume el propósito del Evangelio, y al leerlo, vemos que cumplió su objetivo.
C.H. Dodd dice que, aparte de las consideraciones gramaticales, en el Evangelio se evidencia que su autor «tiene en mente, sobre todo, no tanto a cristianos que necesitan una teología más profunda, sino a no cristianos que están interesados en la vida eterna y en cómo obtenerla, y que quizá seguirán el camino cristiano si se les explica de una forma inteligible y relacionándolo de una forma relevante con su experiencia e intereses religiosos previos»
C.F.D. Moule: «Este evangelio, a diferencia de los otros, da respuesta a la pregunta: ¿Qué tengo que hacer para ser salvo?». Los otros simplemente hablan del discipulado; pero el Cuarto Evangelio no solo habla de seguir e imitar, sino de creer e incorporarse al seguimiento» (The Birth of the New Testament, p. 94). Continúa diciendo: «Lo que muchas veces se pasa por alto es que además contesta a la pregunta: ¿Qué tengo que hacer YO...? se trata de un mensaje muy personal (...) San Juan ve a Jesús como la fuente de vida, conectarse con aquel que es, para toda persona, la vida eterna».
DEFENSA DE W.HENDRIKSEN (A TRAVEZ DE LA AUTORIA):
El Evangelio según Juan es el libro más extraordinario que jamás se haya escrito. “Quita tus zapatos de tus pies; porque el lugar donde estás es santo”. Bien pudiera ser ésta la actitud de cualquiera que pisa el umbral de estudio de este libro; porque si su testimonio es verdadero, entonces la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios ha recibido una confirmación gloriosa.
Pronto se verá la razón de esta afirmación. El libro nos dice que, evidentemente en los días del emperador Tiberio y del tetrarca Herodes Antipas, vivía en Palestina un judío (4:19), llamado Jesús, que afirmaba que era el dueño legítimo de todas las cosas, el Pan de Vida, el Agua Viva, el Buen Pastor que daría su vida por sus ovejas, aquel que resucitaría a los muertos en el último día, el Mesías mismo, el Camino a Dios, el objeto legítimo de la fe y la adoración, una persona tan completamente divina en todos los sentidos, que podía decir: “Yo y el Padre una cosa somos”. Esto es, en verdad, asombroso. Pero más maravilloso aun es esto: ¡el escritor del libro acepta estas afirmaciones como verdaderas! Al “Jesús de la historia” le atribuye los títulos más exaltados. Lo llama el Verbo (Logos) de Dios, y nos dice que este Verbo había estado “con Dios” desde la eternidad, habitando en la presencia inmediata del Padre.
Osadamente el escritor incluso le llama Dios, ¡Y esto en el primer versículo! Para el escritor, Jesús no es en nada menos de lo que dice ser. El Dios hecho carne (1:1, 14). ¿Quién es este escritor que acepta tales afirmaciones y hace tan extraordinarias declaraciones? ¿Es acaso un extranjero que vive en un país alejado del escenario que describe, de forma que la distancia le ha dado cierto encanto a su relato? ¿O tal vez escribe mucho tiempo después de los sucesos, y por ello el “héroe” de la historia se ha transformado gradualmente en un obrador de milagros, y, luego, en rigurosa obediencia a las leyes de la leyenda y del folklore, ha llegado a la larga a ser un dios? ¡Todo lo contrario! El escritor del cuarto Evangelio aparece como alguien que pertenece a la misma raza, tronco y familia que su “héroe”. Se presenta como contemporáneo y testigo ocular (21:24; cf. 1 Jn. 1:1–4). No sólo pertenece al amplio círculo de los seguidores del Maestro, sino que según la tradición es también uno de los doce, y dentro de ese grupo de doce es uno de los [p 4] tres (Mr. 5:37; 9:2; 14:33).
Pero aun en el caso de que alguien pusiera reparos a estas citas de los Sinópticos y quisiera limitarse tan sólo al cuarto Evangelio, tendría que admitir que en él se considera al escritor como uno de los dos primeros discípulos (1:35, 40). Esta es la conclusión lógica a que se llega, a menos que se adopte la improbable opinión de que el discípulo sin nombre en 21:24 es alguien distinto del discípulo anónimo en 1:35, 40. Y, de estos dos, él es el que se describe a sí mismo como el discípulo “al cual Jesús amaba” (13:23).
Nadie conoció a Jesús mejor que él. Anduvo con él día tras día y, por tanto, tuvo sobradas oportunidades para observar las faltas de su carácter y los defectos de su personalidad, si los hubiera habido. En la noche más sagrada de todas, la noche de la Cena, se reclinó en su pecho. Permaneció junto a su cruz. Llegó, incluso, a entrar en el sepulcro (13:25; 19:26; 20:8). Y, con todo, es este mismo discípulo el que, como escritor del cuarto Evangelio, no se retrae de proclamar abiertamente a todos que este Jesús de la historia a quien él conoció tan bien, ¡es Dios mismo! Y no sólo esto, sino que ya en el primer capítulo nos presenta a otros testigos oculares. Nos dice que aquellos hombres quedaron tan profundamente impresionados en su primer encuentro con Jesús que dieron expresión a sus pensamientos y emociones de la siguiente manera:
Andrés: “Hemos hallado al Mesías”.
Felipe: “Hemos hallado a aquel de quien escribieron tanto Moisés en la ley como también los profetas”.
Natanael: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (1:41, 45, 49).
A esto podemos añadir el testimonio de Juan el Bautista que también queda registrado en el primer capítulo: “No soy digno de desatar la correa de las sandalias.… He aquí, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.… He dado testimonio que éste es el Hijo de Dios” (1:27, 29, 34). Los que se oponen al punto de vista tradicional no pueden permitir que este testimonio se mantenga incólume. Se dan perfecta cuenta de que si no lo desacreditan no han perdido no sólo una batalla sino toda la guerra.
MI DEFENSA (EDWING PIÑANGO) ME APOYO EN QUE LA DEIDAD DE CRISTO ESTA IMPLICITA EN LOS OTROS EVANGELIOS.
La afirmación de Jesús de ser Dios.
Además del reclamo de Jesús sobre sí mismo, sus discípulos también reconocieron su reclamo de deidad. Esto lo manifestaron de muchas maneras, incluyendo lo siguiente: Los discípulos atribuyeron los títulos de la Deidad a Cristo. De acuerdo con su Maestro, los apóstoles de Jesús lo llamaron "el primero y el último" (Ap. 1:17; 2: 8; 22:13), "la luz verdadera" (Juan 1: 9), su "roca" o “Piedra” (1 Cor. 10: 4; 1 Pedro 2: 6–8; cf. Sal. 18: 2; 95: 1), el “novio” (Ef. 5: 28–33; Rev. 21: 2), “el pastor principal” (1 Pedro 5: 4) y “el gran pastor” (Heb. 13:20).
El papel de "redentor" en el Antiguo Testamento (Salmo 130: 7; Oseas 13:14) se le da a Jesús en el Nuevo Testamento (Tito 2:13; Apoc. 5: 9). Se lo ve como el perdonador de pecados (Hechos 5:31; Col. 3:13; cf. Sal. 130: 4; Jer. 31:34) y "salvador del mundo" (Juan 4:42; cf. Isa. 43: 3).
Los apóstoles también enseñaron de él: "Cristo Jesús, que juzgará a los vivos ya los muertos" (2 Tim. 4: 1).
Todos estos títulos son exclusivos de Jehová en el Antiguo Testamento, pero se le dan a Jesús en el Nuevo.
Los discípulos consideraban a Jesús el Mesías-Dios. El Nuevo Testamento comienza con un pasaje que concluye que Jesús es Emanuel (Dios con nosotros), que se refiere a la predicción mesiánica de Isaías 7:14.
El título mismo de "Cristo" tiene el mismo significado que la denominación hebrea Mesías ("ungido").
En Zacarías 12:10, Jehová dice: "Me mirarán, al que traspasaron". Pero los escritores del Nuevo Testamento aplican este pasaje a la crucifixión de Jesús (Juan 19:37; Apocalipsis 1: 7). Pablo interpreta a Isaías 45: 22–23 ("Porque yo soy Dios, y no hay otro... Delante de mí toda rodilla se doblará; por mí cada lengua jurará") como aplicando a Jesús: "En el nombre de Jesús Cada rodilla debe doblarse. . . y toda lengua confiesa que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios el Padre ”(Fil. 2: 10–11).
Pablo dice que todos los seres creados llamarán a Jesús tanto Mesías (Cristo) como Yahvé (Señor).
Los discípulos atribuyeron los poderes de Dios a Jesús.
Las obras y la autoridad que son solo de Dios son atribuidas a Jesús por sus discípulos. Se dice que resucita a los muertos (Juan 5:21; 11: 38–44) y que perdona los pecados (Hechos 5:31; 13:38). Se dice que fue el principal agente para crear (Juan 1: 2; Col. 1:16) y mantener (Col. 1:17) el universo.
Los discípulos asociaron el nombre de Jesús con el de Dios. Sus seguidores usaron el nombre de Jesús como el agente para responder y el destinatario de la oración (Hechos 7:59; 1 Cor. 5: 4).
A menudo en oraciones o bendiciones, Jesús el nombre se usa junto con el de Dios, como en "Gracia y paz para con ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesús Cristo ”(Gálatas 1: 3; Ef. 1: 2). El nombre de Jesús aparece con el mismo estatus que el de Dios en las llamadas fórmulas trinitarias: Jesús mandó bautizar "en el nombre [singular] del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). Esta asociación se realiza al final de 2 Corintios (13:14): "Que la gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo estén con ustedes todos".
Los discípulos llamaron a Jesús Dios. Tomás vio las heridas de Jesús y gritó: "¡Mi Señor y mi Dios!" (Juan 20:28). Pablo llama a Jesús aquel en quien "toda la plenitud de la Deidad vive en forma corporal" (Col. 2: 9).
En Tito, Jesús es "nuestro gran Dios y Salvador" (2:13), y el escritor de los Hebreos dice de él: "Tu trono, oh Dios, durará por los siglos de los siglos" (Heb. 1: 8). Pablo dice que antes de que Cristo existiera en la forma del hombre, lo que claramente se refiere a ser realmente humano, existió en la "forma de Dios" (Fil. 2: 5–8).
Las frases paralelas sugieren que si Jesús era completamente humano, entonces también era completamente Dios. Una frase similar, "la imagen de Dios", se refiere en Colosenses 1:15 a la manifestación de Dios. Esta descripción se fortalece en hebreos donde dice: "El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de su ser, sustentando todas las cosas con su poderosa palabra" (1: 3).
El prólogo del Evangelio de Juan dice categóricamente: "Al principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra [Jesús] era Dios " (Juan 1: 1).
Los discípulos consideraban a Jesús superior a los ángeles. Los discípulos no creían simplemente que Cristo era más que un hombre; creían que era más grande que cualquier ser creado, incluidos los ángeles. Pablo dice que Jesús está "muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y cada título que se le puede dar, no solo en la era actual sino también en el que está por venir" (Ef. 1:21). Los demonios se sometieron a su mando (Mateo 8:32). Los ángeles que rechazaron la adoración de los humanos son vistos adorándole (Rev.22: 8–9).
El autor de Hebreos presenta un argumento completo a favor de la superioridad de Cristo sobre los ángeles, diciendo: “¿A cuál de los ángeles dijo Dios alguna vez: 'Tú eres mi Hijo; hoy me he convertido en tu padre '? . . . Y nuevamente, cuando Dios trae a su primogénito al mundo, dice: 'Que todos los ángeles de Dios lo adoren' ”(Heb. 1: 5–6).
Por lo tanto no hay ninguna intención del autor en el evangelio de querer introducir, o agregar filosofías griegas o creencias griegas paganas, ya que si es acusado Juan de querer pasar a Jesús por Dios, tendrán que acusar también los otros evangelios, a Pablo, y al ¡Antiguo Testamento!.
ENCICLOPEDIA BAKER DE APOLOGETICA ARGUMENTA:
El Evangelio de Juan es un vínculo importante en el argumento a favor de la deidad de Cristo y la verdad del cristianismo. Conceder la verdad es conocible ( ver Verdad, Naturaleza de) el argumento general puede enunciarse ( ver Apologética, Argumento general):
1. El Dios teísta existe.
2. En un universo teísta, los milagros son posibles ( ver Milagro).
3. Los milagros en relación con las afirmaciones de la verdad son actos de Dios que confirman la verdad de Dios reclamada por un mensajero de Dios ( ver Milagros, valor de disculpa de).
4. Los documentos del Nuevo Testamento son históricamente confiables.
5. En el Nuevo Testamento, Jesús afirmó ser Dios.
6. Jesús demostró ser Dios por una convergencia de milagros sin precedentes.
7. Por lo tanto, Jesús era Dios en carne humana.
El Evangelio de Juan habla de la quinta premisa, registrando las afirmaciones explícitas de Jesús de deidad: el Padre no juzga a nadie, pero ha confiado un juicio al Hijo, para que todos puedan honrar al Hijo tal como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió. [5: 22-23] Te digo la verdad. . . ¡Antes de que Abraham naciera, yo soy! [8:58]
Yo y el Padre somos uno. [10:30]
Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo comenzara. [17: 5]
Otros reclamos a los reclamos de la deidad de Cristo no se registran en los Sinópticos como lo están en Juan (por ejemplo, 9: 35-38; 13; 13-15 y 18: 6).
Las declaraciones claras de un apóstol testigo ocular sobre la deidad de Cristo provienen de Juan:
Al principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. [JUAN 1: 1]
Nadie ha visto a Dios, pero Dios el Único, que está al lado del Padre, lo ha dado a conocer. [JUAN 1:18] Isaías dijo esto porque vio la gloria de Jesús y habló de él. [JUAN 12: 39-41]
"Mi Señor y mi Dios". [La confesión de Tomás al Cristo resucitado, JUAN 20:28]
Debido a que estas declaraciones no tienen paralelos en los otros Evangelios, los críticos negativos han desestimado su autenticidad. Los apologistas con frecuencia evitan el problema al apegarse a las afirmaciones de Jesús de deidad en los Sinópticos (por ejemplo, Mateo 16: 16-17; Marcos 2: 5-10; 14: 61-65) y los casos en los que aceptaba la adoración (por ejemplo , Mateo 28: 9; Marcos 5: 6; 15:19).
Sin embargo, no podemos permitirnos pasar por alto a John por completo. Si, como afirman algunos críticos, John creó estos dichos o no los informa con precisión, los relatos del Evangelio se ven socavados, así como las ricas enseñanzas teológicas que se encuentran en Juan.
OTRAS DEFENSAS CONTRA EL EVANGELIO DE JUAN:
Argumentos contra la historicidad. Se utilizan varios argumentos contra la autenticidad del registro de John:
John fue escrito en el siglo II, por lo que un testigo ocular no podría haberlo compuesto.
Afortunadamente, el escritor puso declaraciones que atribuyen la deidad en la boca de Jesús y sus discípulos.
Si John hubiera sido escrito durante el siglo II, eso en sí mismo no lo haría poco confiable. No es raro que otros registros de la antigüedad, que los críticos aceptan, se escriban siglos después de los eventos de los que hablan. La primera vida de Alejandro Magno fue escrita 200 años después, pero los historiadores la utilizan como una fuente confiable de información. Pero no hay evidencia de que John haya sido escrito tan tarde. Ninguna evidencia testimonial o documental contradice las afirmaciones explícitas de ser un testigo ocular de lo que Jesús dijo e hizo. John registra: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las escribió. Sabemos que su testimonio es verdadero ”(Juan 21:24). En contexto, la declaración identifica claramente al autor como el apóstol Juan. No hay evidencia de lo contrario, por lo que el El caso prima facie para un Evangelio auténtico es fuerte.
Ese caso se ve reforzado por la frescura y la viveza del libro, que falta en los relatos antiguos de muchos años después de los eventos que relatan. La explicación de fondo, los detalles personales y la conversación privada relacionada cuidadosamente (por ejemplo, Juan 3, 4, 8-10, 13-17) traicionan el trabajo de un testigo ocular (véase Juan 2: 6; 4: 6; 6:10; 12 : 3, 5). Por ejemplo, Juan (5: 2) menciona cinco columnatas en el estanque de Bethesda. Las excavaciones entre 1914 y 1938 descubrieron este grupo y lo encontraron tal como lo describió John. Como ese grupo no existía en el siglo II, es poco probable que un fraude del siglo II hubiera tenido acceso a tales detalles sobre personas, lugares, geografía y topografía.
Otra acusación de los críticos es que John es demasiado diferente, tanto en eventos como en lenguaje, para cubrir al mismo hombre y eventos que los Evangelios Sinópticos. Los problemas de idioma se discutirán a continuación. Que los eventos difieran demuestra demasiado. Si John fuera escrito hasta un siglo después de los Sinópticos para promover una agenda teológica, la tendencia sería referirse a algunos de los mismos sucesos, simplemente llenándolos con un nuevo significado. Esto no pasa. Sin embargo, hay una superposición en los puntos obvios (la crucifixión y la resurrección) y en otros eventos de piedra de toque: Jesús caminando sobre el agua, alimentando a los 5000, su entrada triunfal a Jerusalén, y particularmente la última cena. No hay diferencia sustancial entre estas cuentas.
La hipótesis del siglo II recibió un golpe fatal con el descubrimiento en Egipto del "fragmento de John Rylands" del Evangelio, que puede fecharse ya en 114. John fue escrito en Asia Menor.
Si circulaban copias en una pequeña ciudad al otro lado del Mediterráneo hacia 114, el original era ciertamente una obra del primer siglo.
La tradición ha colocado a John como el último de los Evangelios en escribirse, en algún momento durante los años 90.
Sin embargo, investigaciones recientes sobre los Rollos del Mar Muerto han provocado que algunos eruditos salgan con John antes de los 70, debido a su afinidad con Qumran (Guthrie, 261–62). La evidencia particularmente notada es la simplicidad del lenguaje y el motivo de luz-oscuridad tan común en el pensamiento de Qumran (Juan 1: 4–9; cf. 8:12). Incluso los eruditos liberales, como John AT Robinson, salieron con John tan pronto como 40-65 (Robinson, 352). Esto lo ubicaría dentro de una década de los eventos reales. Esto puede ser un poco temprano, pero refleja lo que se ha aprendido sobre el conocimiento de primera mano del autor sobre los eventos relatados.
El origen del primer siglo de John, mientras los testigos oculares todavía estaban vivos, parece más allá de una seria disputa.
Esto sugiere fuertemente la historicidad de John.
Juan no usa parábolas. El Evangelio de Juan es distintivo porque no contiene ninguna de las parábolas tan características de los Evangelios Sinópticos. Algunos críticos lo toman como evidencia de que John es un relato menos confiable. Pero dadas otras similitudes sobre los eventos esenciales y la enseñanza, es difícil ver cómo la ausencia de parábolas demuestra que el informe de John no es confiable. No obstante, se pueden hacer cuatro puntos:
1: Este es un argumento del silencio. El silencio en este punto no prueba nada lógicamente, excepto que John eligió limitar su escritura a otros asuntos. Pudo haberlo hecho deliberadamente, particularmente si fue el último Evangelio que se escribió. No hay ninguna razón por la cual John deba repetir material ya disponible.
Con otros tres Evangelios en circulación durante veinte o treinta años, el propósito de Juan pudo haber sido en gran medida complementario. Fue selectivo y señaló que sucedió mucho más de lo que podría contarse (20: 30–31; 21: 24-25).
2: Jesús usa el discurso parabólico en Juan. Craig Blomberg observa que, aunque John no contiene parábolas narrativas, el libro presenta a Jesús como aficionado a las metáforas y al lenguaje figurativo o proverbial (Blomberg, 158). Jesús se identifica a sí mismo como el buen pastor que busca rescatar a las ovejas errantes ( 10: 1–16; cf., Matt. 18: 12-14; Lucas 15: 3–7). Discipulado significa servidumbre (13: 4–5, 12–17; cf. Lucas 22: 24–27). Juan introduce sembrar versus cosechar (4:37); el hijo aprendiz (5: 19–20 a); esclavitud versus filiación (8:35); trabajando y caminando a la luz del día (9: 4; 11: 9-10); el ladrón, el guardián y el redil (10: 1–3a); el crecimiento de un grano de trigo (12:24); la vid y el viñador (15: 1–6); y el dolor de una mujer en el parto (16:21; Blomberg, 158). En lugar de mostrar que el informe de Juan no es auténtico, esa expresión parabólica conecta al Jesús en Juan con el Jesús de los Sinópticos.
3: El libro cubre diferentes tiempos y lugares. Juan relata conversaciones más privadas, mientras que Jesús habló en parábolas a la multitud incrédula (Mateo 13: 13-15). Los eventos registrados no se encuentran en los Sinópticos. Juan trata con los ministerios de Cristo tempranos y tardíos, mientras que los sinópticos tratan principalmente con los ministerios medio y galileo. Es comprensible que Jesús dijo las cosas de manera un poco diferente en diferentes momentos y lugares, como lo hace cualquier buen predicador itinerante.
4: John estaba llegando a una nueva audiencia. La ausencia de parábolas narrativas sugiere que la audiencia de este predicador no es lingüísticamente semítica. John usa términos con un atractivo religioso casi universal para minimizar las barreras de comunicación (Carson, 46). Esto encaja con una fecha posterior a los 70, cuando los romanos conquistaron Jerusalén y el Evangelio estaba llegando a una audiencia más diversa y no judía.
Los dichos de Jesús son un estilo diferente. Se supone que cualquier diferencia en el estilo prueba que Juan crea en lugar de informar las palabras de Jesús. Lógicamente esto no sigue. Hay al menos otras tres posibles explicaciones para las diferencias:
(1) Los sinópticos pueden ser más precisos que John.
(2) John puede ser más preciso que los sinópticos.
(3) Ambos pueden estar informando con precisión eventos en gran medida diferentes, y algunos de los mismos eventos de diferentes maneras. La evidencia apoya la última alternativa.
Los dichos son en gran medida los mismos. Si Juan llega tarde e inexacto, ¿por qué a veces informa las declaraciones de Jesús en las mismas palabras que los sinópticos? Juan y Marcos informan que Jesús le dijo al paralítico: "Toma tu cama y camina" (Marcos 2:11; Juan 5: 8). Las palabras de Jesús a los discípulos que lo vieron caminando sobre el agua son: "Soy yo. No temas" (Marcos 6:50; Juan 6:20). Cuando Jesús se apareció a los discípulos, dijo: "¡La paz sea con ustedes!" (Lucas 24:36; Juan 20:19).
Sin embargo, no es necesario que los informes confiables utilicen las palabras exactas, siempre que se transmita el mismo significado. En numerosos puntos, la sustancia de lo que Jesús dijo es la misma en Juan y en el paralelismo sinóptico. Al alimentar a los cinco mil, Jesús dijo: "Haz que la gente se siente (cf. Juan 6:10) y Marcos dice que Jesús les ordenó que" los hicieran sentarse "(6:39). En Juan, Jesús defendió a la mujer que lo ungió con “Déjala en paz; ella ha guardado esto para el día de mi entierro "( 12: 7). Mark registra: "Ella ha venido de antemano para ungir mi cuerpo para su entierro" (14: 8).
De Judas, la traición: Jesús dijo en Juan: "Te digo la verdad, uno de ustedes me va a traicionar" (13:21). Mark registra: "Te digo la verdad, uno de ustedes me traicionará, uno que está comiendo conmigo" (14:18). En Juan 13:38 Jesús le dijo a Pedro: “¿Realmente das tu vida por mí? ¡Te digo la verdad, antes de que cante el gallo, me repudiarás tres veces! Lucas lee: "Te digo, Peter, antes de que el gallo cante hoy, negarás tres veces que me conoces" (Lucas 22:34). Aquí John está de acuerdo con un sinóptico y Mark se desvía, mencionando dos, en lugar de tres, cantos (Marcos 14:30). En Juan 18:11 Jesús le dijo a Pedro: "¡Guarda tu espada!" Mateo 26:52 dice: "Vuelve a colocar tu espada en su lugar".
Juan registra enseñanzas específicas que se parecen mucho a los Evangelios sinópticos: Jesús es el "Hijo del hombre" (1:51; 5:27; 8:28; cf. Mateo 9: 6; 16:13; 20:18; Marcos 2 : 10; 8:31; 10:45; Lucas 12:40; 19:10; 24: 7, en todos los 80 casos).
Jesús enseñó con autoridad (2:18; 5:27; 10:18; cf. Mateo 7:29; 9: 6; 28:18; Marcos 1:22, 27; Lucas 4:32, 5:24).
Uno debe nacer de nuevo para entrar en el reino de Dios (3: 3; cf. Marcos 10:15).
Una cosecha abundante espera a los trabajadores (4:35; cf. Mateo 9: 37-38).
Un profeta no tiene honor en su tierra natal (4:44; cf. Marcos 6: 4).
Jesús corrigió la tradición judía, especialmente sobre el sábado (5: 9b – 16; 7: 22–23; cf. Mat. 12: 1–13; Marcos 2: 23–3: 5; Lucas 13: 10-17).
Los incrédulos serán juzgados según sus obras (5:29; cf. Mateo 25:46).
Jesús tiene una filiación única con Dios, incluido el derecho a llamar a Dios Abba, Padre (5:37; 17:11; cf. Mate. 3:17; 18:10; Marcos 14:36; Lucas 3:22; 9:35; 23:46).
Jesús es la luz del mundo (8:12; cf. Mt. 5:14).
Jesús enseñó, en parte, a endurecer los corazones de los que se oponen a él (9:39; cf. 12: 39–40; Marcos 4:12; 8:17).
El buen pastor rescata a su rebaño (10: 1–16; cf. Mateo 18: 12–14; Lucas 15: 3–7).
El Padre revela al Hijo; nadie conoce al Padre sino el Hijo (10: 14-15; 13: 3; 17: 2, 25; cf.
Mate. 11: 25-27).
Jesús fue tentado a abandonar el camino de la cruz (12:27; cf. Marcos 14: 35–36).
Recibir a Jesús significa recibir al Padre (12: 44–45; cf. Mateo 10:40; Marcos 9:37; Lucas 10:16 )
El verdadero discipulado significa servidumbre (13: 4–5, 12–17; cf. Lucas 22: 24–27).
El discípulo no es mayor que su maestro (13:16; cf. Mateo 10:24; Lucas 6:40).
El Espíritu Santo dará a los discípulos su mensaje a las autoridades (14:26; 15:26; cf. Mat. 10: 19-20; Marcos 13:11).
Los discípulos serán expulsados de las sinagogas (16: 1–4; cf. Mateo 10: 17–18; Marcos 13: 9).
Los discípulos serán esparcidos por el mundo (16:32; cf. Marcos 14:27).
Los cristianos tienen autoridad para retener o perdonar pecados (20:23; cf. Mat. 18:18; Blomberg, 157–58).
Los pasajes tipo "Johannine" están en los sinópticos. Mateo 11: 25–27 registra un típico Pasaje tipo "juanino" que presenta a Jesús usando el mismo discurso directo y no parabólico que Juan le atribuye. De hecho, parece tan juanino que, a menos que uno sepa que proviene de Matthew, se supondrá que proviene de John. Lucas 10: 21–22 también está en el estilo juanino.
Por lo tanto, el llamado estilo "juanino" de los dichos de Jesús no es exclusivo del Evangelio de Juan. Más bien, podría representar un modo real de hablar que Jesús usó a menudo.
Los "Yo Soy" dichos de Jesús son diferentes a lo que Jesús dijo en los sinópticos. Desde los siete "yo Soy ”(4:26; 6:35; 8:12, 58; 10: 9, 11; 11:25; 14: 6) son exclusivas de Juan, algunos afirman que es poco probable que Jesús las haya dicho, al menos en eso formar.
En realidad, la espada de este argumento corta en ambos sentidos. Uno podría argumentar igualmente que no se puede confiar en los dichos sinópticos porque difieren de las declaraciones de Johannine. Pero no es exacto decir que los sinópticos no tienen declaraciones de Jesús usando esta identificación implícita con JHWH del Antiguo Testamento. “Yo soy él” (Gk: ego eimi ) se basa en la proclamación del Antiguo Testamento de que Dios es Dios (cf. Deut. 5: 6; 32:39; Sal. 46:11; Isa. 40–45, passim) .
En Mateo 11: 25–27 y Lucas 10: 21–22 los sinópticos usan un estilo de expresión similar. Lo más explícito es la declaración de Jesús al sumo sacerdote en Marcos 14:62, " Yo soy [el Cristo]". En una demostración de poder acercándose a una epifanía, Jesús les dijo a los discípulos: "¡Ánimo! estoyél. No tengas miedo ”(Marcos 6:50, énfasis agregado).
Además, ¿dónde obtendrían John u otros autores esta forma notable? Los antiguos escritores apócrifos trataron de hacer que su estilo se ajustara a un formato que fuera aceptado como genuino. Ningún otro líder religioso conocido del primer siglo usó declaraciones como estas. El paralelismo no bíblico más cercano proviene del documento judío Qumran Damasco . Dice: "¿Buscas al Dios de los dioses? Yo soy Él ", seguido en el próximo capítulo por" Yo soy Él, no temas, porque yo soy antes de que los días fueran "(citado en Stauffer, 179; observe cómo Dios hace declaraciones similares en Sal. 46: 2 e Isa. 43 : 1).
El contenido de las declaraciones de "Yo soy" de John está implícito en los Sinópticos. Craig Blomberg ha notado que los cuatro Evangelios representan a un hombre cuyas palabras durarían para siempre, que perdonó los pecados, que relacionó el destino de la humanidad consigo mismo, que exigió lealtad absoluta, que ofreció descanso para los cansados y salvación para los perdidos, que prometió estar con sus seguidores siempre, y que garantizaban que Dios respondería oraciones en su nombre (166). El uso de la forma por parte de Jesús tanto en los Sinópticos como en Juan revela su autodeclaración a la deidad. Como Stauffer argumentó, "'Yo soy Él' - significaba: donde estoy, allí está Dios, allí Dios vive y habla" (Stauffer, 194–95).
Los argumentos a favor de la autenticidad general de John se aplican a las secciones "Yo soy". No hay buenas razones para sospechar que John y los Sinópticos no son auténticamente independientes. Estas secciones coinciden en todas las áreas principales de superposición, a menudo hasta los detalles. John también usa declaraciones en tercera persona como las más comunes en los sinópticos. En Juan 10: 1–7, obviamente, recurre a primera persona porque sus oyentes no entienden el significado de su ilustración en tercera persona.
“Te digo la verdad, el hombre que no entra en el corral de las ovejas por la puerta, sino que se sube de otra manera, es un ladrón y un ladrón. . . . " Jesús usó esta forma de hablar, pero no entendieron lo que les estaba diciendo. Por lo tanto, Jesús dijo nuevamente: "Te digo la verdad, yo soy la puerta para las ovejas". [Juan 10: 1, 6–7, énfasis del autor]
Jesús pudo haber usado el estilo más corto y simple citado por Juan en muchas ocasiones para enfatizar o cuando la audiencia no entendió.
Como Juan enfatiza el antagonismo de los líderes judíos hacia Jesús (ver Juan 5:16, 18; 7: 1; 10:31, etc.), es comprensible que las declaraciones de "Yo soy" ocurrieran en Juan.
No hay pruebas de que John haya creado los siete "I ams" o los siete "signos" (milagros) mediante los cuales John apoyó el tema de Jesús (cf. 20: 30–31). Ambos fueron elegidos para su inclusión en el Evangelio para hacer su punto. Sucede que no hay superposición de "dichos" en John con los de los sinópticos. ¿Por qué debería haberlo si está suplementando conscientemente a los sinópticos ya disponibles de la riqueza de material que "incluso el mundo mismo no podría contener" (Juan 21:25)?
Hay una superposición entre John y los sinópticos en algunos puntos, en particular los signos o milagros que Jesús realizó. Jesús caminando sobre el agua y alimentando a los cinco mil en Juan 6, y su resurrección en Juan 20 aparecen en los Sinópticos sin una variación significativa de los relatos de Juan. Si el libro no muestra adiciones o exageraciones auténticas al informar los signos de Jesús, no hay razón para dudar de los informes de Juan sobre lo que dijo Jesús.
Finalmente, fue Juan quien escribió que Jesús prometió la activación divina de los recuerdos de los apóstoles sobre "todo". . . [Jesús] dijo ”(Juan 14:26; 16:13). Si los recuerdos fueron activados sobrenaturalmente por el Espíritu Santo, no hay ningún problema real para entender cómo los escritores de los Evangelios podrían reproducir de cerca lo que Jesús dijo décadas después.
La brevedad de los dichos de Jesús muestra que son las palabras de Juan. Otra acusación con respecto al estilo del discurso de Jesús es que la brevedad muestra el trabajo de un escritor y un redactor. Esto pasa por alto que no todos los relatos de Juan de las palabras de Jesús son breves (ver Juan 3: 3–21; 5: 19–47; 6: 26–58; 10: 1–18). El discurso del "aposento alto" abarca tres capítulos (Juan 14–16), rivalizando con el Sermón del Monte de Mateo 5–7 de largo. Juan 17 relata la oración más larga de Jesús.
Por otro lado, los sinópticos registran breves declaraciones de Cristo. Mateo proporciona la médula "Da al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (22:21). Marcos registra: "Todo lo posible para el que cree" (9:23), y Lucas: "El hombre no vivirá solo de pan" (4: 4). Tenga en cuenta declaraciones como Lucas 18:27; 23:34, 43, 46.
¿Por qué la brevedad debería ser un signo de falta de autenticidad? Uno podría usar este argumento con la misma facilidad para concluir que Lincoln nunca dio el discurso de Gettysburg. Obviamente, hubo momentos en que Jesús habló expansivamente y momentos en que sus palabras fueron claras y concisas.
Juan muestra cuidadosa atención a la precisión en las palabras de Jesús. Él distingue lo que Jesús dijo (que los discípulos generalmente no entendían entonces) de lo que los discípulos luego entendieron lo que había querido decir. Jesús dijo: "Destruyan este templo, y lo levantaré nuevamente en tres días". John agrega: “Después de que resucitó de entre los muertos, sus discípulos recordaron lo que había dicho. Luego creyeron la Escritura y las palabras que Jesús había dicho ”(Juan 2:19, 22; cf. 20: 9). Lo que Jesús realmente le dijo a Juan se distingue de lo que los otros discípulos lo confundieron a decir (21: 22–23). Otros evangelios hacen la misma distinción (cf. Marcos 3:30). Entonces, la brevedad de las declaraciones registradas en Juan no es señal de que Jesús realmente no dijo estas cosas.
Las declaraciones " en verdad, en verdad" ("Amén, Amén") son exclusivas de John. Una vez más, los críticos suponen que el uso único de Juan de "Verily, verily" (kjv) en la boca de Jesús indica que Jesús realmente nunca usó esta forma de énfasis (Juan 1:51; 3: 3, 5, 11; 5 : 19, 24, 25; 6:26, 32, 47, 53; 8:34, 51, 58; 10: 1, 7; 12:24; 13:16, 20, 21, 38; 14:12; 16 : 20, 23; 21:18). Esta frase no se usa en los Sinópticos, pero "De cierto, de cierto te digo" (Juan 13:38) tiene paralelos en "De cierto te digo" ( Mate. 26:34 y Marcos 14:30). La duplicación puede indicar énfasis (ver Blomberg, 159). El niv "yo te digo la verdad "y el nkjv" con toda seguridad "captura la idea de énfasis en una sola frase.
No hay razón para suponer que Jesús no habló de esa manera en ocasiones. Los discursos de Jesús en Juan son generalmente en diferentes momentos (ministerio temprano y tardío) y en diferentes lugares (Judea, en lugar de Galilea), e incluso para diferentes personas (por ejemplo, la mujer samaritana no tendría las mismas falsas expectativas políticas del Mesías como lo hicieron los judíos: 4: 25–26 (véase Carson, 58). John da más conversaciones privadas que los sinópticos. John registra el discurso privado de Jesús a Nicodemo (cap. 3), a la mujer en el pozo (cap. 4), a la adúltera (cap. 8) y a los discípulos (cap. 13-16). Durante su ministerio, Jesús evitó hacer afirmaciones públicas explícitas de ser el Mesías. Sin embargo, no dudó en hacerlo en privado (4: 25–26) y ante el sumo sacerdote (Marcos 14: 61–65). Jesús usó el habla apropiada para la ocasión.
Algunos eruditos evangélicos sugieren que la duplicación de Juan en verdad (" amén ") fue por razones homiléticas. Detrás de este punto de vista está la afirmación de que el Evangelio de Juan fue compuesto como un sermón (cf. 20: 30–31). Por lo tanto, DA Carson argumenta (46). En consecuencia, Jesús pudo haber dicho realmente " amén ", pero Juan se duplicó como un recurso retórico. Si bien esto es posible, parece mejor concluir que cualquier duplicación resultó del deseo del escritor de expresarle a un lector un énfasis que solo un oyente podría haber detectado en el tono de la voz de Jesús cuando lo dijo. Mejor aún, no hay ninguna razón por la cual Jesús no podría haber dicho realmente " amén, amén " en estas ocasiones, tal como lo registra Juan. No hay pasajes paralelos en los Sinópticos que contradicen esto.
Hay diferencias de vocabulario en John. Unas 150 palabras de la boca de Jesús en Juan no se encuentran en los otros Evangelios (Carson, 45). Muchos de estos son tan generales que Jesús debería haberlos dicho como parte de su discurso normal, si los hubiera usado todos. Esto se ofrece como evidencia de que Juan creó, no informó, lo que Jesús dijo.
Tal argumento no toma en cuenta que cualquier buen comunicador usa palabras para adaptarse a la ocasión. Y como generalmente se reconoce que Jesús habló en arameo, la grabadora como traductor puede elegir una palabra diferente en griego. Todo esto plantea un punto que se aplica a varios argumentos sobre las citas de Jesús de los Evangelios. Un discurso o diálogo puede ser informado literalmente o en una versión condensada (Westcott, cxv – cxix). El estilo y el propósito de los informes pueden variar.
Carson señala: “En algún momento, puede ser importante capturar el sabor de un discurso al incluir una serie de frases y frases literales; por otro lado, puede ser mucho más estratégico concentrarse en el argumento esencial y resumirlo de manera justa, incluso si el lenguaje utilizado es bastante diferente del de la dirección original " (46)
Por lo tanto, muchos estudiosos conservadores están dispuestos a aceptar que no todas las declaraciones de Jesús pueden conservarse ipsissima verba (en las palabras exactas) sino solo ipsissima vox (con el mismo significado).
El tiempo y otros marcadores gramaticales también influyen en la selección de palabras, como señala Carson. Si el El "presente histórico" se usa con relativa frecuencia en la narrativa, pero con poca frecuencia en los discursos, se ha demostrado que el patrón no da soporte a las teorías de fuentes actuales que intentan asignar estas secciones a diferentes redactores (Carson, 45).
El argumento en contra de la autenticidad de estas declaraciones es una forma de la falacia petitio principii , es decir, plantear la pregunta. La única razón por la que hay un problema es porque estos diferentes modos de expresión que se encuentran en Juan no se tienen en cuenta para determinar qué constituye el estilo de Jesús.
Pero esto plantea la pregunta al suponer que las expresiones de Juan no son parte de la forma auténtica en que Jesús habló.
El registro y el orden de los eventos difieren. Otro argumento en contra de la fiabilidad de la cuenta de John es que el orden de los eventos es a veces diferente. La gran mayoría de Juan 1–17 y 21 no aparece en ninguno de los otros Evangelios, por lo que la secuencia relativa no es un problema.
Juan coloca la limpieza del templo temprano en el ministerio de Jesús (2: 13–22) pero se coloca tarde en los Sinópticos (cf. Marcos 11: 15–19). Jesús estaba cumpliendo la profecía cuando atacó la compra y venta en la corte de los gentiles. Estaba haciendo un punto vital acerca de extender el reino al mundo gentil. Entonces, es completamente posible que Jesús haya hecho esta lección objetiva dos veces, una cerca del comienzo de su trabajo, y después de llegar a la ciudad para su lucha final. Esto está respaldado por las diferencias en las cuentas. John no habla de la abierta hostilidad de los líderes del templo, como lo hace Mark, quien insinúa que esta limpieza final reforzó su intención de matarlo, "porque le temían, porque toda la multitud estaba asombrada de su enseñanza" (Marcos 11: 18) Este antagonismo de las autoridades caracterizó el posterior ministerio de Jesús.
Ninguno de los Evangelios dice estar escrito en secuencia cronológica. Mensaje tópico, en lugar de secuencia, ordena el texto. Dentro de una cronología general, si un pericopo del mismo evento se coloca en un lugar diferente, puede estar cumpliendo un propósito literario ligeramente diferente. Mateo y Lucas colocan el orden de los tres eventos de tentación en un orden diferente (cf. Mateo 4 y Lucas 4). El argumento de que la secuencia de John muestra que es un registro tardío y poco confiable no sigue. Podría ser material complementario o escrito con diferentes temas en mente. Independientemente de la secuencia, los eventos que John comparte con los Sinópticos muestran un acuerdo considerable en detalle como lo señala Blomberg (156–57): en ambos, Jesús da la vista a los ciegos, levanta a los muertos y cura a distancia del hijo de un funcionario ( Juan 4: 46b – 54; Lucas 7: 1–10 par.).
En ambos, Jesús desafía las interpretaciones tradicionales de la ley del sábado (Juan 9: 6–7; Marcos 8: 23–25).
Ambos dicen que Jesús se negó a hacer milagros simplemente para satisfacer a sus oponentes (Juan 6: 30–34; Marcos 8: 11–13 pares).
Ambos informan intentos de arrestar a Jesús que fracasó (Juan 8:59; 10:39; Lucas 4: 29-30).
Ambos describen su amistad con María y Marta (Juan 11:20; 12: 2–3; Lucas 10: 38–42).
En ambos, se le acusa de posesión demoníaca (Juan 10: 19–21; Marcos 3:22).
En ambos, Juan el Bautista es la voz que llora en el desierto de Isaías 40: 3 y el precursor del Mesías (Juan 1:23 / Marcos 1: 2-3 pars.).
El bautismo de Juan con agua se contrasta con el próximo bautismo del Mesías con el Espíritu (Juan 1: 26–27, 33 / Marcos 1: 7–7 par.).
El Espíritu unge a Jesús, como lo testificó el Bautista (Juan 1:32 / Marcos 1:10 párrs.).
Los cinco mil son alimentados (Juan 6: 1–15 / Marcos 6: 32–33 pars.).
Jesús camina sobre el agua (Juan 6: 16–21 / Marcos 6: 45–52).
Gerhard Maier enumera similitudes adicionales entre John y Matthew (citado en Blomberg, 159). Esto es particularmente interesante ya que los críticos generalmente ven a Matthew como el menos similar a John.
Ambos usan citas del Antiguo Testamento y anuncian su cumplimiento.
Ambos registran la frecuencia, el alcance, la ubicación y la naturaleza de instrucción de los sermones extendidos de Jesús.
Ambos comparten elaborados discursos de despedida (los discursos de la habitación superior y del olivo).
Ambos enfatizan la instrucción privada de los discípulos.
Ambos citan un propósito evangelístico, con el Evangelio ofrecido "primero al judío y luego a todos los gentiles".
Juan tiene una cristología tardía. Una razón a menudo declarada para rechazar la precisión de Juan al informar las palabras de Jesús es su supuesta cristología "tardía" y "altamente desarrollada", que enfatizó su plena deidad (por ejemplo, en Juan 1: 1; 8:58; 10:30; 20:29). Esta objeción se basa en una visión dialéctica injustificada del desarrollo doctrinal. Los críticos, siguiendo al FC Baur, leyeron una visión de desarrollo hegeliana ( véase Hegel, GW F.) en el registro del Evangelio (Corduan, 90-92). Comienzan con la opinión de que John debe haber llegado tarde, ya que sus opiniones eran una síntesis del conflicto anterior entre la tesis de Pedro y la antítesis de Pablo. Pero esta visión tesis-antítesis es en sí misma indefendible.
Marcos (sostenido por la mayoría de estos críticos como el primer Evangelio) tiene reclamos de deidad por y sobre Cristo. Por ejemplo, cuando Jesús afirmó que perdonaba los pecados, los fariseos vieron esto como un reclamo de deidad y respondieron: “¿Por qué este hombre habla así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? (Marcos 2: 7). Y cuando se le preguntó a Jesús bajo juramento si él era el Mesías (a quien el Antiguo Testamento dijo que sería Dios: Salmo 45: 8; Isaías 9: 6; Zac. 12:10), Jesús respondió claramente: “Yo soy.
Y verás al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poderoso y que vendrá sobre las nubes del cielo ”(Marcos 14:62). La respuesta reconoce claramente su afirmación de ser Dios, y el Sanedrín lo usó para condenar a Jesús de "blasfemia" (vs. 64). Fuera de los Evangelios, la epístola romana de Pablo (ca. 56), que muchos creen que es anterior a los Evangelios, tiene una fuerte descripción de la deidad de Cristo, proclamándolo "Dios sobre todos" (Rom. 9: 5).
Muchas de las afirmaciones de deidad más fuertes de Jesús se producen en el contexto en el que la multitud lo enfrenta o desafía. Si bien esto se aplica tanto a Juan como a los Evangelios sinópticos (cf. Marcos 2: 7–10; 14: 61–62; Juan 10:24, 30–33), Juan enfatiza el antagonismo de “los judíos” (véase Juan 5: 16, 18; 7: 1; 10:31).
Es comprensible que preste especial atención a los claros reclamos de deidad.
El propósito principal de los sinópticos no era enfatizar la deidad de Cristo. El énfasis judío de Mateo estaba en el tan esperado Mesías. Marcos enfatizó a Jesús como un Siervo (Marcos 10:45). Lucas enfatizó la humanidad de Jesús. El propósito expreso de Juan era mostrar que Jesús era Dios encarnado (1: 1, 14; 20:31). No es sorprendente que haya más reclamos de deidad en su Evangelio. En el clímax de su Gospel John informa que Thomas declaró la deidad de Cristo, proclamándolo como "Mi Señor y Mi Dios" ( 20:28). Si esto no es exacto, entonces Juan está tergiversando el punto central de su libro, que Jesús ' los milagros llevaron a sus discípulos a reconocer su verdadera identidad como Dios (ver 20: 28–31).
CONCLUSION:
Conclusión. Los argumentos en contra de la autenticidad de los dichos de Jesús en el Evangelio de Juan parecen estar basados más en fundamentos filosóficos a priori que en evidencia histórica y textual real. Hay explicaciones razonables para las diferencias basadas en dónde, cuándo, a quién y bajo qué circunstancias habló Jesús. La mayoría de estos se explican por la premisa razonable de que Juan escribió un Evangelio posterior y conscientemente complementario. Deliberadamente evita repetir lo que los otros Evangelios han dicho a menos que sea realmente importante para el tema. Como se ve en las áreas de superposición, los paralelos de Juan a los Evangelios Sinópticos son sustanciales.
No hay evidencia real en ninguno de estos casos de que Juan esté creando, en lugar de informar, lo que Jesús dijo. Por el contrario, el relato de John es tan fresco, vívido, privado, detallado y personal que manifiesta un testigo íntimo y de primera mano por quien lo escribe. Hay razones para creer que Juan conservó las palabras originales de Jesús o el mismo significado , si no las palabras exactas.
Las razones para aceptar la autenticidad del Evangelio de Juan son tan buenas o mejores que las que apoyan a los sinópticos. Al puede ser aceptado en buena conciencia como histórico. Matthew y Mark son paralelos a Luke, y Luke analiza su propio método y precisión historiográficos ( ver Hechos, Historicidad de):
Muchos se han comprometido a elaborar un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal como nos las transmitieron aquellos que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra. Por lo tanto, como yo mismo he investigado cuidadosamente todo desde el principio, también me pareció bueno escribir una cuenta ordenada para ti, el más excelente Theophilus, para que puedas saber la certeza de las cosas que te han enseñado. [Lucas 1: 1–4]
Si Matthew y Mark cuentan sustancialmente la misma historia que Luke, entonces son tan históricamente confiables como Luke. Y si el material paralelo de John no se desvía en sustancia de los Sinópticos, la carga de la prueba recae en los críticos para mostrar razones sólidas por las cuales su testimonio no debe tomarse como históricamente confiable ( ver Nuevo Testamento, Historicidad de).
Las diferencias de John en el uso del lenguaje de los sinópticos pueden explicarse en gran medida por la ubicación (Judea), la fecha (ministerio temprano y tardío) y la naturaleza (muchas conversaciones privadas). Las afirmaciones de "Yo soy" pueden entenderse como declaraciones más cortas y simples que Jesús hizo a aquellos que al principio no lo entendieron.
De hecho, el hecho de que el relato de John es tan íntimo, fresco y detallado argumenta enérgicamente su autenticidad.
El vínculo de John en el argumento de disculpa es uno de los más fuertes de la cadena. De hecho, es el único Evangelio que dice haber sido escrito por un apóstol testigo presencial (Juan 21: 24-25). Carson concluye: "Es totalmente plausible que Jesús a veces hablara en nada menos que lo que pensamos como 'Johannine' estilo, y ese estilo de Juan fue influenciado hasta cierto punto por el mismo Jesús. Cuando todas las pruebas se toman juntas, no es difícil creer que cuando escuchamos la voz del Evangelista en su descripción de lo que dijo Jesús, estamos escuchando la voz del mismo Jesús ”(Carson, 48).