Había tres oficios principales en
el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento: El de profeta (como Natán, 2 Sam
7:2); el de sacerdote (como Abiatar, 1 Sam 30:7), y el de rey (como el rey
David, 2 Sam 5:3). Estos tres oficios eran distintos. El profeta comunicaba el
mensaje del Dios al pueblo; el sacerdote ofrecía los sacrificios, las oraciones
y alabanzas a Dios en nombre del pueblo; el rey gobernaba al pueblo como representante
de Dios. Estos tres oficios anticipaban la obra de Cristo en maneras diferentes.
Por tanto, ahora podemos examinar de nuevo la obra de Cristo pensando en el
significado de estos tres oficios o categorías.' Cristo cumplió estos tres
oficios en las siguientes formas: Como profeta nos revela a Dios y da a conocer
las palabras de Dios; como sacerdote ofrece un sacrificio a Dios a nuestro
favor y él mismo es el sacrificio; y como rey él gobierna sobre la iglesia y
también sobre el universo. Vayamos ahora al estudio de cada uno de ellos en
detalle.
Cristo como profeta
Los profetas del Antiguo
Testamento le comunicaban al pueblo las palabras de Dios. Moisés fue el primer
gran profeta, y escribió los primeros cinco libros de la Biblia, el Pentateuco.
Después de Moisés hubo una sucesión de otros profetas que hablaron y escribieron
las palabras de Dios. Pero Moisés predijo que en el futuro vendría otro profeta
como él.
El Señor tu Dios levantará de
entre tus hermanos un profeta como yo. A él sí lo escucharás. Eso fue lo que le
pediste al Señor tu Dios.. ,. y me dijo el Señor: .,. «Levantaré entre sus
hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo
lo que yo le mande». (Dt 18:15-18)
Sin embargo, es significativo que
en las epístolas nunca se habla de Jesús como profeta ni como el profeta. Esto
es especialmente significativo en los primeros capítulos de Hebreos, porque
allí había una oportunidad clara de identificar a Jesús como profeta si el
autor hubiera querido hacerlo. Empieza diciendo: «Dios, que muchas veces y de
varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los
profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo.
A éste lo designó heredero de
todo, y por medio de él hizo el universo» (Heb 1: 1-2). Entonces después de
hablar de la grandeza del Hijo en los capítulos 1-2, el autor no concluye esta
sección diciendo: «Por tanto, consideren a Jesús, el más grande de los
profetas», o algo parecido a eso, sino que más bien dice: «Por lo tanto,
hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo
llamamiento celestial, consideren a Jesús, apóstol y sumo sacerdote de la fe
que profesamos» (Heb 3:1).
¿Por qué evitan las epístolas del
Nuevo Testamento el llamar a Jesús profeta? Al parecer porque, aunque Jesús es
el profeta que Moisés anticipó, es mucho más grande que cualquiera de los otros
profetas del Antiguo Testamento, en dos maneras:
1. Él es aquel acerca de quien se
hablaba en las profecías del Antiguo Testamento. Cuando Jesús habló con los dos
discípulos en el camino a Emaús, él los llevó por todo el Antiguo Testamento, y
les mostró que las profecías apuntaban hacia él: «Entonces, comenzando por
Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas
las Escrituras» (Lc 24:27). Les dijo a estos discípulos: «iQué torpes son ustedes,
y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!, y les
señaló: «¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas Cosas antes de entrar en su
gloria?» (Lc 24:25-26; cf. 1 Ped 1:11, donde se dice que los profetas del Antiguo
Testamento testificaron «de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de
la gloria que vendría después de éstos»). Así que los profetas del Antiguo
Testamento apuntaban al futuro hacia Cristo en lo que escribieron, y los
apóstoles del Nuevo Testamento miraban hacia atrás a Cristo e interpretaban su
vida para beneficio de la iglesia.
2. Jesús no fue simplemente un
mensajero de revelación de Dios (como lo fueron todos los otros profetas), sino
que él mismo era la fuente de la revelación de Dios. Más bien que decir como
solían hacer todos los profetas del Antiguo Testamento «Así dice el Señor»,
Jesús podía empezar su enseñanza con autoridad divina con la asombrosa
declaración: «Pero yo les digo ...» (Mt 5:22; et al.). La palabra del Señor
venía a los profetas del Antiguo Testamento, pero Jesús habló en base a su propia
autoridad como el Verbo eterno de Dios Juan 1: 1) que nos revelaba
perfectamente al Padre Juan 14:9; Heb 1:1-2).
En el sentido más amplio de profeta,
refiriéndonos solo a alguien que nos revela a Dios y nos habla las palabras de
Dios, Cristo, por supuesto, es verdadera y completamente un profeta. De hecho,
él es aquel a quien los profetas del Antiguo Testamento prefiguraban en sus
discursos y en sus acciones.
PERFECTO... BUENA PERSPECTIVA DE LA FUNCION GLORIOSA DE CRISTO...
ResponderEliminarSALUDOS...
DIOS DE MAS ILUMINACION A TRAVES DE USTED PARA QUE OTROS SEAN EDIFICADOS...
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