jueves, 6 de septiembre de 2018

LOS OFICIOS DE CRISTO (PRIMERA PARTE) EL OFICIO DE PROFETA


Había tres oficios principales en el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento: El de profeta (como Natán, 2 Sam 7:2); el de sacerdote (como Abiatar, 1 Sam 30:7), y el de rey (como el rey David, 2 Sam 5:3). Estos tres oficios eran distintos. El profeta comunicaba el mensaje del Dios al pueblo; el sacerdote ofrecía los sacrificios, las oraciones y alabanzas a Dios en nombre del pueblo; el rey gobernaba al pueblo como representante de Dios. Estos tres oficios anticipaban la obra de Cristo en maneras diferentes. Por tanto, ahora podemos examinar de nuevo la obra de Cristo pensando en el significado de estos tres oficios o categorías.' Cristo cumplió estos tres oficios en las siguientes formas: Como profeta nos revela a Dios y da a conocer las palabras de Dios; como sacerdote ofrece un sacrificio a Dios a nuestro favor y él mismo es el sacrificio; y como rey él gobierna sobre la iglesia y también sobre el universo. Vayamos ahora al estudio de cada uno de ellos en detalle.

Cristo como profeta

Los profetas del Antiguo Testamento le comunicaban al pueblo las palabras de Dios. Moisés fue el primer gran profeta, y escribió los primeros cinco libros de la Biblia, el Pentateuco. Después de Moisés hubo una sucesión de otros profetas que hablaron y escribieron las palabras de Dios. Pero Moisés predijo que en el futuro vendría otro profeta como él.

El Señor tu Dios levantará de entre tus hermanos un profeta como yo. A él sí lo escucharás. Eso fue lo que le pediste al Señor tu Dios.. ,. y me dijo el Señor: .,. «Levantaré entre sus hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande». (Dt 18:15-18)

Sin embargo, cuando estudiamos los evangelios vemos que a Jesús no se le ve primariamente como profeta ni como el profeta como Moisés, aunque hay referencias ocasionales a este efecto. Con frecuencia los que llaman a Jesús un «profeta» conocen muy poco acerca de él. Por ejemplo, varias opiniones estaban circulando acerca de Jesús: «Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas» (Mt 16: 14; cf. Lc 9:8). Cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naín, las personas estaban atemorizadas y dijeron: «Ha surgido entre nosotros un gran profeta» (Lc 7: 16). Cuando Jesús le habló a la mujer samaritana junto al pozo algo acerca de su vida pasada, la mujer inmediatamente respondió: «Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta» Juan 4: 19). Pero en ese momento ella no conocía mucho acerca de él. La reacción del hombre que había nacido ciego cuando lo sanó en el templo fue similar: «Yo digo que es profeta» Juan 9:17; notemos que su creencia en Jesús como Mesías y divino no viene hasta los versículos 37-38, después de la subsiguiente conversación con Jesús). Por tanto, «profeta» no es una designación primaria de Jesús ni una que se use con frecuencia acerca de él.

De todos modos, había la expectativa de que el profeta semejante a Moisés vendría (Dt 18:15,18). Por ejemplo, después que Jesús multiplicó los panes y los peces, algunas personas exclamaron: «En verdad éste es el profeta, el que ha de venir al mundo» Juan 6: 14; y. 7:40). Pedro también identificó a Cristo como el profeta que Moisés predijo (vea Hechos 3:22-24, citando Dt 18:15). Así que Jesús es el profeta que Moisés predijo.

Sin embargo, es significativo que en las epístolas nunca se habla de Jesús como profeta ni como el profeta. Esto es especialmente significativo en los primeros capítulos de Hebreos, porque allí había una oportunidad clara de identificar a Jesús como profeta si el autor hubiera querido hacerlo. Empieza diciendo: «Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo.
A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo» (Heb 1: 1-2). Entonces después de hablar de la grandeza del Hijo en los capítulos 1-2, el autor no concluye esta sección diciendo: «Por tanto, consideren a Jesús, el más grande de los profetas», o algo parecido a eso, sino que más bien dice: «Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, consideren a Jesús, apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos» (Heb 3:1).

¿Por qué evitan las epístolas del Nuevo Testamento el llamar a Jesús profeta? Al parecer porque, aunque Jesús es el profeta que Moisés anticipó, es mucho más grande que cualquiera de los otros profetas del Antiguo Testamento, en dos maneras:

1. Él es aquel acerca de quien se hablaba en las profecías del Antiguo Testamento. Cuando Jesús habló con los dos discípulos en el camino a Emaús, él los llevó por todo el Antiguo Testamento, y les mostró que las profecías apuntaban hacia él: «Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lc 24:27). Les dijo a estos discípulos: «iQué torpes son ustedes, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!, y les señaló: «¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas Cosas antes de entrar en su gloria?» (Lc 24:25-26; cf. 1 Ped 1:11, donde se dice que los profetas del Antiguo Testamento testificaron «de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de éstos»). Así que los profetas del Antiguo Testamento apuntaban al futuro hacia Cristo en lo que escribieron, y los apóstoles del Nuevo Testamento miraban hacia atrás a Cristo e interpretaban su vida para beneficio de la iglesia.

2. Jesús no fue simplemente un mensajero de revelación de Dios (como lo fueron todos los otros profetas), sino que él mismo era la fuente de la revelación de Dios. Más bien que decir como solían hacer todos los profetas del Antiguo Testamento «Así dice el Señor», Jesús podía empezar su enseñanza con autoridad divina con la asombrosa declaración: «Pero yo les digo ...» (Mt 5:22; et al.). La palabra del Señor venía a los profetas del Antiguo Testamento, pero Jesús habló en base a su propia autoridad como el Verbo eterno de Dios Juan 1: 1) que nos revelaba perfectamente al Padre Juan 14:9; Heb 1:1-2).

En el sentido más amplio de profeta, refiriéndonos solo a alguien que nos revela a Dios y nos habla las palabras de Dios, Cristo, por supuesto, es verdadera y completamente un profeta. De hecho, él es aquel a quien los profetas del Antiguo Testamento prefiguraban en sus discursos y en sus acciones.



2 comentarios:

  1. PERFECTO... BUENA PERSPECTIVA DE LA FUNCION GLORIOSA DE CRISTO...
    SALUDOS...

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  2. DIOS DE MAS ILUMINACION A TRAVES DE USTED PARA QUE OTROS SEAN EDIFICADOS...

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