viernes, 7 de junio de 2019

ESTUDIO DE JOSUE Y EL PROCESO DE CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA QUINTA PARTE: PROCESO DE CONQUISTA DE CANAAN; GENOCIDIO O MANDATO DE DIOS


ESTUDIO DE JOSUE Y EL PROCESO DE CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA QUINTA PARTE: PROCESO DE CONQUISTA DE CANAAN; GENOCIDIO O MANDATO DE DIOS?

Origen, historia y costumbres de los pueblos que habitaban las tierras de Canaán:

Podemos hacer una pequeña tabla acerca de los orígenes de los pueblos cananitas:


1. AMALECITAS
Los descendientes de Amalec, el nieto de Esaú (Gén_36:12), quienes moraron al S de Palestina en el Neguev.
2. AMONITAS
Los descendientes de Ben-ammi, el nieto de Lot e hijo de su hija menor (Gén_19:38), quienes vivieron al E del río Jordán y al N de Moab.
3. AMORREOS
Un término general para los habitantes de la tierra, pero especialmente para los descendientes de Canaán quienes habitaron a ambos lados del Jordán.
4. CANANEOS
En términos generales, estos son los descendientes de Canaán, hijo de Cam, hijo de Noé (cp. Gén_10:15-18), e incluyó a muchos de los otros grupos aquí mencionados.
5. EDOMITAS
Los descendientes de Esaú que se establecieron al SE de Palestina (cp. Gén_25:30) en la tierra de Seir.
6. GIBLITAS
Pueblo del antiguo puerto que más tarde se conoció como Byblos, a unos 32 km al N del Beirut moderno (Jos_13:5).
7. GESURITAS
Los habitantes de Gesur, al E del Jordán y al S de Siria (Jos_12:5).
8. GABAONITAS
Los habitantes de Gabaón y áreas aledañas (Jos_9:17).
9. GERGESEOS
Un tribu que descendió de Canaán, la cual fue incluida entre la población general de la tierra sin identidad geográfica específica.
10. GEZRITAS
Un grupo poco conocido que vivió en la parte NO del Neguev, antes que fueran destruidos por David (1Sa_27:8-9).
11. HETEOS
Inmigrantes del Imperio Heteo (en la región de Siria) hacia la región central de la tierra (cp. Gén_23:10; 2Sa_11:3).
12. HEVEOS
Descendientes de Canaán que vivieron en la región norteña de la tierra.
13. HOREOS
Residentes antiguos de Edom de un origen desconocido que fueron destruidos por los descendientes de Esaú (Deu_2:22).
14. JEBUSEOS
Descendientes de Canaán que moraron alrededor de Jerusalén (cp. Gén_15:21; Éxo_3:8).
15. CENEOS
Una tribu madianita que originalmente moraba en el Golfo de Akaba (1Sa_27:10).
16. MOABITAS
Los descendientes de Moab, el nieto de Lot e hijo de su hija mayor (Gén_19:37), quienes vivieron al E del Mar Muerto.
17. FEREZEO
Pueblo incluido entre la población general de la tierra cananita y cuyo linaje no se remonta a Canaán. Su identidad exacta es incierta.



La historia de los pueblos cananitas la podemos obtener bien sea de la fuente bíblica, o bien sea de registros arqueológicos u otras fuentes antiguas:

CANAÁN: UNA LARGA HISTORIA DE INIQUIDAD

Los cananeos tenían una larga historia de iniquidad. Descendieron de Canaán, nieto de Noé, por medio de Cam. (Gén. 9:18) Y evidentemente Canaán tenía un rasgo definidamente corrompido, quizás de índole lasciva, que se manifestó por medio de un abuso que tuvo que ver con su abuelo Noé. El padre de Canaán, Cam, aunque se enteró de este acto, o no lo impidió o no emprendió acción disciplinaria contra el ofensor. De modo que Canaán recibió una maldición divina. (Gén. 9:20-25) Por medio de su presciencia Dios podía ver los resultados malos en que finalmente culminaría esta característica mala entre los descendientes de Canaán.




Aun para el tiempo de Abrahán una parte de la población cananea, la que moraba en las ciudades vecinas de Sodoma y Gomorra, estaba tan entregada a conducta relajada, inmoral, desafiadora de toda ley, que Dios redujo a ceniza sus ciudades y toda la población de éstas. Abrahán había suplicado a favor de ellos, pero ni siquiera se podía hallar a diez personas justas en aquellas ciudades.—Gén. 18:20–19:29; 9:19; 2 Ped. 2:6-8.

Otra cosa que indica la maldad de los cananeos es el efecto que tuvo en Isaac y Rebeca el matrimonio de su hijo Esaú con esposas cananeas. La Biblia dice que estas esposas fueron “fuente de amargura de espíritu a Isaac y Rebeca,” a tal grado que Rebeca había ‘llegado a aborrecer su vida a causa de ellas.’—Gén. 26:34, 35; 27:46.

Por lo tanto, Jehová Dios se propuso fijar un límite a la maldad de los cananeos, durante el cual tiempo vendría a ser obvio a cualquier observador honrado que merecían ser destruidos. Ese período fue paralelo al tiempo durante el cual Dios estaba preparando un pueblo para su nombre de entre los descendientes de Abrahán. Note cómo Jehová informó a Abrahán acerca de los movimientos futuros de su posteridad: “En la cuarta generación ellos volverán acá, porque todavía no ha quedado completo el error de los amorreos [evidentemente la más fuerte tribu cananea].”—Gén. 15:16.

De modo que Jehová había tenido gran paciencia. Había tenido bondad inmerecida para con aquellas tribus corrompidas e inicuas de Canaán, permitiéndoles establecerse sin derecho en una tierra fructífera, una “tierra que mana leche y miel,” y contaminarla con todas las abominaciones de ellos. Ahora se acercaba el día de saldar cuentas. Habían rehusado reformarse. Tenían que aceptar las consecuencias.

LA INIQUIDAD ALCANZA LO MÁXIMO

Pero, ¿eran realmente los cananeos así de inicuos, tanto que merecieran el exterminio? ¿Era también preciso que se eliminara a las mujeres y los niños? ¿Estaba en armonía con la justicia y el amor de Dios someter a aquella gente a tan completa destrucción?

La Biblia revela que los cananeos realmente eran así de inicuos. Después de mandar a los israelitas que evitaran el incesto, la fornicación y otras prácticas semejantes, Dios mandó: “No debes permitir que ninguna prole tuya sea dada irrevocablemente a Moloc. . . . Y no debes acostarte con un varón igual a como te acuestas con una mujer. Es cosa detestable. Y no debes dar tu emisión a ninguna bestia para hacerte inmundo por ello, y la mujer no debe pararse delante de una bestia para tener cópula con ella. Es una violación de lo que es natural. Porque todas estas cosas detestables las han hecho los hombres de la tierra que estuvieron antes de ustedes, de modo que la tierra está inmunda.” (Lev. 18:2-23, 27) ¡Sí, el sacrificio de niños, el incesto, la sodomía y la bestialidad eran el modo de vivir de los cananeos! Además, practicaban la magia, la adivinación, la hechicería y otras cosas detestables a Dios.—Deu. 18:9-12.

La religión cananea era extraordinariamente ruin y degradada, y sus “postes sagrados” evidentemente eran emblemas sexuales y muchos de los ritos de sus “lugares altos” envolvían crasos excesos y depravación sexuales. ¡Con razón Dios ordenó su exterminio! Si se hubiera permitido que permanecieran las mujeres y los niños, habrían seducido a los israelitas a practicar adoración inmoral y falsa.—Éxo. 23:24; 34:12-17; Núm. 33:52; Deu. 7:3-5; 20:16-18.

De fuentes seglares de información, en particular de los documentos antiguos que se descubrieron en 1929 en Ras Shamra (antigua Ugarit) en la costa siria, se ha aprendido mucho acerca de la inmoralidad crasa de la adoración de los cananeos. Se presenta a Baal como el más prominente de los dioses, y a Astarté o “Astoret” como diosa prominente, así como el registro bíblico muestra que debe haber sucedido.—Jue. 2:12, 13; 6:25-32; 10:6; 1 Sam. 7:3, 4.

Siendo Baal un dios de la fertilidad, se le describe pasando por ciclos periódicos de morir y revivir, que correspondían a los ciclos de las estaciones de crecimiento y decadencia o estado latente de la vegetación en la Tierra. Por eso, el que Baal viniera de nuevo a la vida para ser entronizado y unirse a su esposa, que se consideraba que era Astoret, se celebraba con ritos de fertilidad licenciosos en el nuevo año otoñal. Los adoradores se entregaban a borrachera y orgías sexuales de lujuria irrefrenada, creyendo que su coito sexual ayudaba a efectuar el pleno despertamiento y unión de Baal con su esposa.

Aunque principalmente se representaba a Astoret como diosa de la fertilidad, también simbolizaba las cualidades de la violencia y de la guerra. Así, pues, el profesor John B. Noss dice acerca de ella en su libro Man’s Religions: “Ella a veces empuñaba la espada, saltaba desnuda sobre un caballo y cabalgaba al sangriento degüello.” Entre los habitantes filisteos de Canaán, Astoret evidentemente era una diosa de la guerra, puesto que la armadura del derrotado rey Saúl fue colocado en el templo de las imágenes de Astoret.—1 Sam. 31:10.

Hallazgos arqueológicos han indicado la inmoralidad crasa asociada con la adoración de Astoret. El Halley’s Bible Handbook, impresión de 1964, página 161, dice de tales hallazgos: “También, en este ‘Lugar Alto,’ bajo los escombros, Macalister encontró cantidades enormes de imágenes y placas de Astoret con órganos sexuales rudamente exagerados, hechos con el propósito de fomentar sensaciones sensuales.

“De modo que, los cananeos adoraban, al entregarse a la inmoralidad, como rito religioso, en presencia de sus dioses; y luego, al asesinar a sus hijos primogénitos, como sacrificio a estos mismos dioses.”

¡Qué despreciable! ¿Puede alguna persona criticar apropiadamente a Dios por haber ordenado el exterminio de un pueblo tan inmoral, tan inicuo? Declara el Unger’s Bible Dictionary, página 912: “La religión cananea con su adoración de índole orgiástica, el culto de la fertilidad en forma de símbolos serpentinos, desnudez sensual y mitología crasa se revelan en su realidad completa en estos textos [descubiertos en Ras Shamra]. Ya los críticos no pueden acusar al Dios de Israel de injusticia al ordenar el exterminio de estos cultos debilitadores.”

PROCESO DE CONQUISTA Y BATALLAS PRINCIPALES:







OBJECIONES REFERENTES A LA MATANZA Y EXTERMINIO CANANEO:

(Pregunta y respuesta tomada del sitio web reasonablefaith.org Dr. William Lane Craig)

Pregunta 1:

En los foros, se han plantado algunas preguntas buenas sobre el tema de Dios ordenando a los judíos a cometer “genocidio” a las personas que vivían en la tierra prometida. Como usted ha señalado en algunas de sus obras escritas, este acto no encaja con el concepto del Occidente de Dios siendo un viejo rico complaciente en el cielo. Ahora bien, ciertamente podemos encontrar una justificación para que esas personas vinieran bajo el juicio de Dios debido a sus pecados, idolatría, sacrificio de niños, etc.…Pero una pregunta más difícil es la matanza de los niños y de los bebés. Si los niños suficientemente jóvenes y los bebés son inocentes del pecado que la sociedad ha cometido, ¿cómo (re)conciliamos ese mandato de parte de Dios de matar a los niños con el concepto de su santidad?

Pregunta 2:

He escuchado que usted justifica la violencia del Antiguo Testamento sobre la base de que el hecho que Dios utilizó el ejército de Israel para traer juicio a los cananeos y para su eliminación es algo moralmente bueno, ya que ellos estaban obedeciendo el mandato de Dios (sería algo malo si ellos no hubiesen obedecido a Dios a eliminar los cananeos). Esto es un poco parecido a cómo los musulmanes definen la moralidad y justifican la violencia y otras acciones moralmente cuestionables de Mahoma (los musulmanes definen la moralidad como hacer la voluntad de Dios). ¿Puede usted ver alguna diferencia entre la justificación que usted menciona del Antiguo Testamento y la justificación musulmana de Mahoma y los versículos violentos del Corán? ¿Es la violencia, los versículos y las acciones moralmente cuestionables del Corán un buen argumento cuando una persona habla con los musulmanes?

Respuesta:

Según el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), cuando Dios convocó a su pueblo para que saliera de la esclavitud en Egipto y a que regresaran a la tierra de sus antepasados, él les ordenó a matar a todas las tribus cananeas que vivían en la tierra (Deuteronomio 7.1-2; 20.16-18). La destrucción debía ser por completo: todos los hombres, mujeres y niños debían de ser asesinados. El libro de Josué cuenta el relato de Israel llevando a cabo el mandato de Dios en ciudad tras ciudad por todo Canaán.

Esos relatos ofenden nuestras sensibilidades morales. Sin embargo, es algo irónico que nuestras sensibilidades en el Occidente han sido grandemente, y para muchas personas inconscientemente, moldeada por nuestro patrimonio judeo-cristiano, el cual nos ha enseñado el valor intrínseco de los seres humanos, la importancia de justicia en lugar de capricho y la necesidad de que el castigo vaya en acorde con el delito. La misma Biblia inculca los valores que estos relatos parecen quebrantar.

El mandato de matar a todas las tribus cananeas es discordante precisamente porque parece estar tan en desacuerdo con el retrato o imagen de Yahvé, el Dios de Israel, que se pinta en las Sagradas Escrituras de los hebreos. Contraria a la retórica insultante de algunas personas como Richard Dawkins, el Dios de la Biblia hebrea es un Dios de justicia, que sufre, y es un Dios de compasión.

Usted no puede leer los profetas del Antiguo Testamento sin tener un sentido del cuidado profundo de Dios por los pobres, los oprimidos, los que han sido pisoteados, los huérfanos, y así sucesivamente. Dios exige leyes justas y gobernantes justos. Literalmente, Él les ruega a las personas que se arrepientan de sus formas injustas a fin de no tener que juzgarlas. “Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor omnipotente—, que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva” (Ezequiel 33.11).

Él envió un profeta inclusive a la pagana ciudad de Nínive porque sentía compasión por los habitantes de la ciudad, “que no distinguen su derecha de su izquierda” (Jonás 4:11). El mismo Pentateuco contiene los Diez Mandamientos, uno de los más grandiosos de los códigos morales de la antigüedad, el cual le ha dado forma a la sociedad Occidental. Hasta la restricción “ojo por ojo y diente por diente” no era una receta para venganza sino un control para los castigos excesivos para cualquier crimen, que servía para moderar la violencia.

El juicio de Dios es cualquier cosa pero no es caprichoso. Cuando el Señor anunció Su intención de juzgar a Sodoma y Gomorra por sus pecados, Abraham con denuedo pregunto:

¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás y no perdonarás a aquel lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacerlo así, que hagas morir al justo con el impío y que el justo sea tratado como el impío. ¡Nunca tal hagas! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? (Gen. 18.23-25).

Como un comerciante del Medio Oriente regateando, Abraham continuamente reducía el precio y cada vez Dios satisfacía el precio sin ninguna vacilación, asegurándole a Abraham que si había hasta diez personas justas en la ciudad, Él no iba a destruirla por amor a ellos.

Así que entonces, ¿qué está Yahvé haciendo cuando les da el mandato a los ejércitos de Israel de exterminar los pueblos de Canaán? Es precisamente porque hemos llegado a esperar a Yahvé a actuar de manera justa y con compasión que encontramos esos relatos tan difíciles de entender. ¿Cómo puede Él ordenar a los soldados a asesinar los niños?

Ahora bien, antes de intentar decir algo en forma de respuesta a esta pregunta difícil, deberíamos primero hacer una pausa y preguntarnos lo que está en riesgo aquí. Supongamos que estamos de acuerdo que si Dios (quien es perfectamente bueno) existe, Él no pudo haber emitido dicho mandato. ¿Qué sigue? ¿Que Jesús no se levantó de entre los muertos? ¿Que Dios no existe? ¡Difícilmente! Así que ¿cuál está supuesto a ser el problema?

Con frecuencia he escuchado a los divulgadores plantear este problema como una refutación del argumento moral a favor de la existencia de Dios. Pero eso es claramente incorrecto. La afirmación de que Dios no pudo haber emitido ese mandato no falsifica o debilita ninguna de las dos premisas en el argumento moral de la manera que lo he defendido:

1. Si Dios no existe, los valores morales objetivos no existen.
2. Los valores morales existen.
3. Por lo tanto, Dios existe.

De hecho, a medida que el ateo piense que Dios hizo algo moralmente malo cuando ordenó la exterminación de los cananeos, él afirma la premisa (2). Así que ¿cuál está supuesto a ser el problema?

El problema, me parece, es que si Dios no pudo haber emitido ese mandato, entonces los relatos bíblicos deben ser falsos. O los incidentes realmente nunca ocurrieron sino que simplemente son folclores israelitas; o como alternativa, si ellos lo son, entonces Israel, dejándose llevar de un arranque de fervor nacionalista, pensando que Dios estaba de su lado, afirmó que Dios le había ordenado a cometer esas atrocidades, cuando en efecto Él no lo había hecho. En otras palabras, ese problema realmente es una objeción a la inerrancia de la Biblia.

De hecho, irónicamente, muchos de los críticos del Antiguo Testamento están escépticos de que los acontecimientos de la conquista de Canaán hayan realmente ocurrido. Ellos toman esos relatos como parte de las leyendas de la fundación de Israel, similar a los mitos de Rómulo y Remo y la fundación de Roma. Para esos críticos el problema de Dios emitiendo ese mandato se evapora.

¡Ahora bien, eso pone el tema en una perspectiva totalmente diferente! La pregunta de la inerrancia de la Biblia es una pregunta importante, pero no es como la existencia de Dios o como la deidad de Cristo. Si nosotros los cristianos no podemos encontrar una respuesta buena a la pregunta que tenemos ante nosotros y estamos persuadidos de que ese mandato no es consistente con la naturaleza de Dios, entonces, vamos a tener que renunciar a la inerrancia de la Biblia. Sin embargo, no deberíamos dejar que el no creyente que plantea la pregunta se retire pensando que eso implica más de lo que implica.

Pienso que un buen comienzo para este problema es de enunciar nuestra teoría ética que subyace nuestros juicios morales. Según la versión de la ética del mandamiento divino que yo defiendo, nuestros deberes morales están constituidos por los mandatos de un Dios santo y amoroso. Dado que Dios no se emite mandatos a sí mismo, Él no tiene deberes morales que cumplir. Él ciertamente no está sujeto a las mismas obligaciones y prohibiciones morales que estamos sujetos nosotros. Por ejemplo, yo no tengo ningún derecho de quitarle la vida a una persona inocente. El que yo haga eso, se convertiría en asesinato. Pero Dios no tiene esa prohibición. Él puede dar y tomar la vida como a Él le parezca. Todos reconocemos esto cuando acusamos alguna autoridad que presume tomar la vida a alguna persona de que está “jugando ser Dios.” Las autoridades humanas se atribuyen a sí mismos los derechos que únicamente le pertenecen a Dios. Dios no está bajo ninguna obligación de extender mi vida ni un segundo más. Si Él quisiera matarme ahora mismo, ese es Su prerrogativa.

Lo que eso implica es que Dios tenía el derecho de tomar las vidas de los cananeos cuando Él lo creía ser apropiado. De cuánto tiempo ellos vivirían y cuando ellos iban a morir era asunto de Él.

Por lo tanto, el problema no es que Dios terminó las vidas de los cananeos. El problema es que Él ordenó a los soldados israelíes a terminar con ellos. ¿No es eso lo mismo que ordenar a alguien a cometer un asesinato? No, no lo es. Más bien, dado que nuestras obligaciones morales están determinadas por los mandatos de Dios, eso es ordenar a alguien a hacer algo que, en ausencia de un mandamiento divino, hubiese sido un asesinato. El acto era moralmente obligatorio para los soldados israelitas en virtud del mandato de Dios, a pesar de que si ellos lo hubieran llevado a cabo en su propia iniciativa, hubiese sido malo.

En la teoría del mandamiento divino, Dios tiene el derecho de ordenar una acción, lo cual, en ausencia de un mandato divino, hubiese sido un pecado, pero que ahora es moralmente obligatorio en virtud de esa orden.
Todo bien, pero ¿no está ese mandato contrario a la naturaleza de Dios? Bueno, vamos a ver el caso de una manera más cuidadosa. Tal vez es significativo que el relato de la destrucción de Sodoma de parte de Yahvé (juntamente con sus garantías solemnes que le hizo a Abraham de que si había la cantidad de diez personas justas en Sodoma, la ciudad no iba a ser destruida) forma parte del trasfondo para la conquista de Canaán y del mandato de Yahvé de destruir las ciudades de allá. La implicación es que los cananeos no eran personas justas sino que habían caído bajo el juicio de Dios.

De hecho, antes de la esclavitud de Israel en Egipto, Dios le dijo a Abraham:

“Ten por cierto que tu descendencia habitará en tierra ajena, será esclava allí y será oprimida cuatrocientos años… Y tus descendientes volverán acá en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad del amorreo [una de las tribus cananeas]” (Génesis 15.13, 16).
Pensemos sobre esto. Dios suspendió Su juicio de los clanes cananeos por 400 años porque la maldad de ellos no había llegado al punto de intolerancia. Ese es el Dios paciente que conocemos en las Sagradas Escrituras de los hebreos. Él hasta permitió que Su propio pueblo sufriera cuatro siglos en esclavitud antes de determinar de que los pueblos cananeos estaban maduros para cosechar el juicio y para sacar a su pueblo de Egipto.

Para el tiempo de su destrucción, la cultura cananea era, de hecho, depravada y cruel, adoptando prácticas como la prostitución ritual y el sacrificio de niños. Los cananeos tenían que ser destruidos “para que no os enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos han hecho en honor de sus dioses, y pequéis contra Jehová, vuestro Dios” (Deuteronomio 20.18). Dios tenía razones moralmente suficientes para dejar caer su juicio sobre Canaán e Israel fue meramente el instrumento de Su justicia, de la manera que siglos después Dios iba a usar las naciones paganas de Asiria y Babilonia para juzgar a Israel.

Pero ¿Por qué tomar las vidas de inocentes niños? La terrible totalidad de la destrucción sin duda estaba relacionada con la prohibición para Israel de asimilar las naciones paganas. Al ordenar una destrucción total de los cananeos, el Señor dijo, “No emparentarás con ellas, no darás tu hija a su hijo ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque apartará de mí a tu hijo, que serviría a dioses ajenos. Entonces el furor de Jehová se encenderá contra vosotros y os destruirá bien pronto” (Deuteronomio 7.3-4). Este mandato forma parte integral de la fábrica completa de la compleja ley ritual judía que distingue las prácticas puras e impuras. Para una mente contemporánea del Occidente, muchas de las regulaciones en la ley del Antiguo Testamento parecen ser algo absolutamente rarísimo y sin sentido: no mezclar la lana con el lino, no utilizar los mismos trastes para la carne y para los productos derivados de la leche, etc. La idea primordial de esas regulaciones era de prohibir varios tipos de mezcla. Se estaban haciendo líneas claras de distinción: esto y no lo otro. Eso servía como recordatorios diarios y tangibles de que Israel era un pueblo especial apartado para el mismo Dios.

En una ocasión hablé con misionero en la India que me dijo que la mente oriental tiene una tendencia inveterada hacia una fusión. Él dijo que los hindúes al escuchar el Evangelio se reirían y dirían, “¡Sub ehki eh, sahib, sub, ehki eh!” (¡Todo es Uno, sahib, Todo es Uno!” [Para los que hablan indostaní, perdonen mi transliteración]). Se hacía casi imposible que el misionero los alcanzara porque aun las contradicciones lógicas eran subsumidas en la totalidad. ¡Él decía que él pensaba que la razón que Dios le dio a Israel tantos mandatos arbitrarios acerca de lo que era puro e impuro era para enseñarles la Ley de Contradicción!

Al establecer dichas dicotomías fuertes y duras, Dios le enseñó a Israel que no iba a tolerar ninguna asimilación o integración a una idolatría pagana. Esa era Su manera de conservar la salud y posteridad espiritual de Israel. Dios sabía que si a los hijos de los cananeos se les permitía vivir, ellos iban augurar la destrucción de Israel. La matanza de los niños cananeos no sólo sirvió para prevenir la asimilación a la identidad cananea sino que también sirvió como una ilustración terrible y tangible para Israel de que era un pueblo apartado exclusivamente para Dios.

Además, si usted cree, como yo, que la gracia de Dios se extiende a las personas que mueren en su infancia o como niños, la muerte de esos niños realmente fue su salvación. Estamos tan comprometidos con una perspectiva terrenal, naturalista que se nos olvida que las personas que mueren están felices de renunciar a esta tierra por el gozo incomparable del cielo. Por lo tanto, Dios no le hizo nada malo a esos niños cuando les quitó la vida.

¿A quién, entonces, perjudicó Dios cuando ordenó la destrucción de los cananeos? No a los adultos cananeos, ya que ellos eran corruptos y eran merecedores del juicio. No a los niños, ya que ellos heredan la vida eterna. ¿Quién, entonces, fue perjudicado? Irónicamente, creo que la parte más difícil de todo este debate es el aparente daño que se hicieron los mismos soldados de Israel. ¿Se puede imaginar lo difícil que sería el tener que entrar a una casa y matar a una mujer aterrorizada y a sus niños? El efecto de la brutalidad en esos soldados de Israel es alarmante.

Pero entonces, otra vez, estamos pensando de esto desde un punto de vista cristiano, que viene del occidente, ya que en el mundo de la antigüedad, la vida ya era brutal. La violencia y la guerra era un hecho de la vida para las personas que vivían en el Cercano Oriente. La evidencia de ese hecho es que las personas que contaban esos relatos aparentemente no pensaban nada de los que se les ordenó a hacer a los soldados israelitas (en especial si los relatos eran leyendas de la fundación de la nación). Nadie estaba retorciéndose las manos sobre los soldados teniendo que matar a los cananeos. Aquellos que lo hicieron, fueron héroes nacionales.

Además, se ve de nuevo el punto que hago arriba. Nada más podría ilustrarles mejor a los israelitas la seriedad de su llamado como una nación apartada exclusivamente para Dios. Con Yahvé no se podía jugar. Él hablaba en serio y si Israel apostataba lo mismo le podía suceder a ella. Como decía C. S. Lewis, “Aslan no es un león domado.”

Ahora bien, ¿Cómo se relaciona todo esto con el yihad del Islam? El Islam ve la guerra como un medio de propagar la fe musulmana. Este divide el mundo en dos: el dar al-Islam (el Hogar de la Sumisión) y el dar al-harb (El Hogar de la Guerra). El Hogar de la Sumisión se refiere a las tierras que han sido traídas a sumisión al Islam. El Hogar de la Guerra se refiere a esas naciones que todavía no han llegado estar en sumisión. ¡Esa es la manera que el Islam realmente considera al mundo!

Por contraste, la conquista de Canaán representó el juicio justo de Dios sobre esas naciones. ¡El propósito no era de hacer que ellos se convirtieran al judaísmo! La guerra no estaba siendo usada como un instrumento para propagar la fe judía. Además la matanza de los cananeos representó una circunstancia inusual, no un medio de comportamiento regular.

El problema con el Islam, entonces, no es que tiene la teoría moral equivocada; es que tiene el Dios equivocado. Si el musulmán piensa que nuestros deberes morales están constituidos por los mandamientos de Dios, entonces estoy de acuerdo con él. Pero los musulmanes y los cristianos difieren radicalmente sobre la naturaleza de Dios. Los cristianos creen que Dios es todo-amoroso, mientras que los musulmanes creen que Dios ama solamente a los musulmanes. Alá no tiene amor para los no creyentes ni para los pecadores. Por lo tanto, ellos pueden ser asesinados indistintamente. Por otro lado, en el Islam la omnipotencia de Dios mata todo, hasta Su propia naturaleza. Por lo tanto, Él es completamente arbitrario en la forma que trata con la humanidad. Por el contrario, los cristianos sostienen que la santidad y la naturaleza amorosa de Dios determinan lo que Él ordena.

La pregunta, entonces, no es de cual teoría moral es correcta, sino ¿Cuál es el Dios verdadero?

CONCLUSIÓN

Aunque frecuentemente se escucha las críticas de los enemigos de Dios en cuanto a la conquista israelita de Canaán, tal conquista estuvo en armonía con la naturaleza perfectamente amorosa, santa y justa de Dios. Después de esperar pacientemente por cientos de años, Dios finalmente usó a los israelitas para juzgar a los cananeos malvados. Simultáneamente, evitó que los niños enfrentaran mucho más que la muerte física—el horror de crecer en una cultura reprensible y llegar a ser como sus padres hedonistas—y les dio la bienvenida en el lugar maravilloso libre de dolor llamado el paraíso (Lucas 16:19-31; 23:43).

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Biblia de Estudio John Macarthur.

La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969; Por qué Dios decretó el exterminio de los cananeos?

Sitio web reasonablefaith.org Dr. William Lane Craig

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