ESTUDIO SOBRE 2 TESALONICENSES
2:3
Leamos el pasaje:
“Pero con respecto a la venida de
nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, (2)
que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os
conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera
nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. (3)
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga
la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, (4) el
cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de
culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por
Dios. (5) ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía
con vosotros, os decía esto? (6) Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a
fin de que a su debido tiempo se manifieste.
(7) Porque ya está en acción el
misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que
él a su vez sea quitado de en medio.
(8) Y entonces se manifestará
aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá
con el resplandor de su venida; (9) inicuo cuyo advenimiento es por obra de
Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, (10) y
con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron
el amor de la verdad para ser salvos.
(11) Por esto Dios les envía un
poder engañoso, para que crean la mentira,
(12) a fin de que sean condenados
todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”.
2Ts 2:1-12 RV1960
ANALIZANDO EL PASAJE (COMENTARIO
HENDRIKSEN A TESALONICENSES CAPITULO 2)
Muchos de los aspectos de la
descripción de Pablo tocante al grande y final príncipe de la maldad (Hombre de
pecado o anticristo) se derivan del libro de Daniel:
(1) “El hombre de desafuero”, cf.
Daniel 7:25; 8:25.
(2) “el hijo de perdición”, cf.
Daniel 8:26.
(3) “el que se opone”, cf. Daniel
7:25.
(4) “y se exalta contra todo lo
(que es) llamado Dios o adorado”, cf. Daniel 7:8, 20, 25; 8:4, 10, 11.
(5) “de modo que se sienta en el
santuario de Dios, proclamándose ser Dios”, cf. Daniel 8:9–14.
Esto no ha de extrañarnos, puesto
que “el cuerno pequeño” de Daniel 7, el que creció después de los otros diez,
es el anticristo, y “el cuerno pequeño” de Daniel 8, el cual salió de uno de
los cuatro notables cuernos, es Antíoco Epífanes, el más conspicuo precursor
del anticristo, el que profanó el templo de Jerusalén erigiendo un altar pagano
sobre el altar del sacrificio, y luego ofreciendo sacrificios sobre él (lo cual
fue un “horror espantoso” a los ojos de todo verdadero creyente).
Además, en Mt. 24:15 (cf. Mc.
13:14) “la abominación desoladora” (“horror espantoso”) de que habla Jesús se
deriva de Daniel 11:31; 12:11 (tal vez no directamente de Dn. 9:27). La
historia, en cierto sentido, se repite. Mejor dicho: la profecía se realiza en
múltiples cumplimientos. El pensamiento básico es siempre el mismo. La ciudad
de Dios y el santuario son profanados, ya por Antíoco Epífanes y sus sacrílegas
ofrendas (Dn. 8:9–14; cf. “Gog” en Ez. 38 y 39), por los ejércitos romanos y
sus normas idólatras (Lc. 21:20; Mc. 13:14); o finalmente por el anticristo
mismo.
Ahora con respecto al anticristo
final tal como lo describe Pablo, el pasaje que estamos tratando (2 Ts. 2:3b,
4) declara lo siguiente:
El es “el hombre de desafuero”
(un semitismo), esto es, el hombre en quien se encarnará, por decirlo así, la
oposición a la ley de Dios, la personificación misma de la rebelión contra las
ordenanzas de Dios.
Es también “el hijo de perdición
(otro semitismo), el Judas final, véase C.N.T. sobre Juan 17:12. Cf. La observación
de David a Natán, “el hombre que ha hecho esto es hijo de muerte” (2 S. 12:5;
i.e., ciertamente debe morir); y cf. también Mateo 23:15; “hijo del infierno”.
Al hombre de desafuero se le describe aquí como alguien absolutamente perdido,
destinado a perdición.
Todavía más, se le describe como
“el que se opone”. Esta palabra (ἀντίκειμαι, aquí ὁ ἀντικείμενος) se halla ocho
veces en el Nuevo Testamento (Lc. 13:17; 21:15; 1 Co. 16:9; Gá. 5:17; Fil.
1:28; 2 Ts. 2:4; 1 Ti.1:10; 1 Ti. 5:14). Se usa ya como verbo (finito) o como
substantivo participio (como aquí).
El hombre de pecado es el
adversario de Dios, de la ley de Dios, del pueblo de Dios, etc. Como tal, nos
recuerda de inmediato a su maestro, Satanás, quien es “el gran adversario”.
En muy estrecha relación con esta
actividad opositora resalta el hecho de que este adversario que aparecerá en el
tiempo del fin “se exalta contra todo lo (que es) llamado Dios o recibe
adoración”.
En su imprudente audacia y feroz
insolencia se ensalza a si mismo (ὑπεραιρόμενος) no sólo contra el Dios
verdadero quien se ha revelado en Jesucristo y contra los así llamados dioses,
sino además contra todos los objetos sagrados, y contra todo lo que se
relacione con cultos sagrados. Se refiere probablemente a objetos tales como
templos, lugares de Arde en ira contra todos ellos. Reconoce solamente un dios
(ello deletrearía con mayúscula: Dios), a saber, ¡él mismo! De ahí que se sienta
en el santuario (el término ναός en su sentido primario, a diferencia de ἰερόν,
se refiere generalmente al santuario mismo antes que a todo el complejo
arquitectónico) de Dios, a saber, en la iglesia (véase 1 Co. 3:16; 6:19; 2 Co.
6:16; Ef.2:21; y véase C.N.T. sobre Ef. 2:19–22), puesto que el término ναός se
usa aquí claramente en forma metafórica.
Se arroga autoridad sobre el
pueblo de Dios. Por supuesto, ellos no reconocerán a este violento usurpador, y
rehusarán rendirle homenaje. La consecuencia será gran tribulación para ellos
(Mt. 24:15;21, 22, 29). “Puesto donde no debe estar”, proclama o públicamente
declara ser Dios mismo. En el griego de aquella época el verbo (ἀποδείκνυμι)
era usado para proclamar una designación para un oficio público.
Es aleccionador observar que la
explicación que he dado con respecto al pasaje del “hombre de pecado” está en
armonía con la que recibió el apoyo de los primeros escritores eclesiásticos.
Ellos lo entendieron como una profecía referente a una persona definida que
viviría en la tierra al final de la historia y que sería totalmente derrotada
por Cristo a su regreso. La iglesia no debió jamás haberse apartado de esta
interpretación. He aquí algunas citas:
CITAS DE PADRES DE LA IGLESIA Y
DOCUMENTOS AL INICIO DE LA ERA CRISTIANA:
La Didaché (“Enseñanza de los doce apóstoles”)
“… A medida que aumente el
desafuero se odiarán unos a otros y se perseguirán y traicionarán, y entonces
aparecerá el engañador del mundo como un Hijo de Dios, y hará señales y maravillas
… Y entonces aparecerán las señales … primero, la señal extendida en el cielo,
luego la señal del sonido de la trompeta, y tercero la resurrección de los
muertos” (XVI. iv–vi).
Justino Mártir, Diálogo con Trifo
“¡Qué hombres estúpidos! puesto
que no han podido entender lo que se ha enseñado mediante todos estos pasajes,
a saber, que han sido anunciados dos advenimientos de Cristo, el primero, en el
cual se le muestra sufriendo, sin gloria, sin honor, sujeto a crucifixión, y el
segundo, en el cual vendrá desde los cielos en gloria, cuando el hombre de
apostasía, que habla cosas arrogantes contra el Altísimo, intentará
atrevidamente perpetrar hechos ilegales contra nosotros los cristianos” (CX).
Agustín, De Civitate Dei (“Concerniente a la Ciudad de Dios”)
Al comentar sobre 2
Tesalonicenses 2:1–11 dice: “No cabe dudas que lo que se halla aquí se refiere
al anticristo y al día del juicio, o como Pablo lo llama, el día del Señor …”
(XX. xix).
En el mismo capítulo señala que
aun en sus días la interpretación que nos aleja del único anticristo final
hacia una gran multitud de anticristos ya estaba comenzando a ser popular;
también agrega que la teoría de Nerón Redivivus, en sus dos formas, es muy
forzada.
Habiendo ya discutido la
naturaleza del hombre de pecado en forma extensa, podemos resumir la idea
expresada en los versículos 3 y 4 como sigue:
El día de la gloriosa venida de Cristo no vendrá hasta que la apostasía
haya llegado a ser un hecho y el hombre caracterizado por un total desprecio
por la ley, hombre que con toda certeza está bajo condenación, sea revelado, de
modo que tanto él mismo como su programa de acción sean visibles a todos, y el
velo que ahora lo esconde de la vista (porque hasta aquí él es solamente una
idea en la mente de Satanás) haya sido descorrido.
6, 7. Pablo continúa: Y lo que
ahora está reteniendo (‐le) vosotros sabéis, a fin de que él sea revelado en su
tiempo apropiado. 7 Porque el misterio de desafuero está ya obrando, (pero como
misterio) solamente hasta que el que ahora (le) retiene, sea quitado de en
medio.
Entendemos fácilmente que “el
misterio de desafuero” esté ya en operación. Aun en los días de Pablo la
rebelión contra Dios y sus ordenanzas se hallaba presente en el mundo. Sin
embargo, no era evidente de que algún día este espíritu de desafuero se
encarnaría en “el hombre de desafuero”. Esto era todavía un misterio (cf. Ro.
11:25; 1 Co. 15:51; Ef. 5:22); vale decir, una verdad desconocida aparte de la
divina revelación especial. En la malvada oposición al evangelio, que mostraron
algunos de los que conocían el camino, Pablo vió, como resultado de divina
revelación e iluminación, una clara señal de aquel siniestro movimiento que
algún día culminaría en el reinado del anticristo. Lo que el apóstol escribe se
puede comparar con la declaración de Juan diciendo que el espíritu del
anticristo está ya en el mundo, y que ahora muchos anticristos se han levantado
(1 Jn. 4:3; 2:18).
Mucho más difícil de contestar es
la pregunta, “¿Qué significa lo que o el que ahora está reteniendo (-le)” de
ser revelado como “el hombre de desafuero”?
A fin de acercarnos correctamente
a esta pregunta, es necesario ante todo determinar la traducción correcta. En
las obras de comentaristas el verbo en cuestión (κατέχω) ha sido traducido en
tres formas diferentes: a. retener o refrenar, b. sujetar o aferrar, y c.
dominar o gobernar.
Comenzando por la última, el
significado podría llegar a ser:
“Y lo que ahora está dominando
(es decir, el misterio de desafuero) vosotros sabéis, a fin de que él (Cristo)
sea revelado en su tiempo apropiado. Porque el misterio de desafuero está ya
obrando, solamente hasta que el que ahora domina (es decir, Satanás) sea
quitado de en medio”.
Podemos rechazar ésta de
inmediato. No solamente es difícil de ajustar este significado al contexto
presente, sino también: aunque el verbo aparece más o menos frecuentemente en
el Nuevo Testamento, ni una vez (en cualquiera de los otros pasajes del Nuevo
Testamento) tiene este significado (dominar).
El segundo significado (sujetar,
aferrar) y el primero (retener, refrenar) están estrechamente relacionados, y
al fin es probable que lleguen al mismo resultado en la interpretación de todo
el pasaje. Recurriendo a pasajes tales como Job 7:12 (colocando guarda sobre un
monstruo marino), Apocalipsis 20:1–3 (atando al dragón por mil años), y pasajes
de los apócrifos, se pretende defender el punto de vista de
que al hombre de desafuero se le
compara aquí con un ser mitológico (un dragón o un monstruo marino) el cual es
retenido por ahora. Sin embargo, debe tenerse presente que el “dragón” en
Apocalipsis 20 es un símbolo, y no representa al instrumento de Satanás sino a
Satanás mismo. Y aun así el significado resultante del símbolo es el
refrenamiento de Satanás, de modo que no pueda engañar más a las naciones hasta
que los mil años sean cumplidos. Por lo tanto, una apelación a Apocalipsis 20,
si es legítima, parecería apoyar la traducción retener, refrenar tan fácilmente
como aferrar, sujetar. Algo parecido puede decirse en lo que respecta al pasaje
de Job 7:12. Y en cuanto a los pasajes de los apócrifos, éstos ofrecen muy poco
que sea de algún valor al respecto. Además, si el hombre de pecado está siendo
sujetado, es con un propósito, propósito que en el contexto presente (en vista
de lo que sigue inmediatamente en los versículos [p 209] 8 y 9) es refrenarlo
por el momento para impedir que sea revelado.
En el Nuevo Testamento los varios
significados del verbo pueden ser clasificados como sigue (aunque en lo que
respecta a algunos existe cierta duda):
(1) poseer, tener, sujetar: 1
Corintios 7:30; 2 Corintios 6:10.
(2) tomar posesión de: Lucas
14:9.
(3) aferrar, guardar: Lucas 8:15;
Romanos 7:6 (pero algunos clasificarían esto bajo el cuarto encabezamiento); 1
Corintios 11:2; 15:2; 1 Tesalonicenses 5:21 (véase sobre ese pasaje); Hebreos
3:6, 14; 10:23. Es posible que el sentido de la palabra según se usa en Hechos
27:40 no esté muy alejada de éste. Ellos “enfilaron hacia” (o fueron rumbo a)
la playa.
(4) retener, refrenar, detener:
Lucas 4:42 (la multitud procuraba detenerle, para impedirle que se fuera de
ellos); Romanos 1:18 (hombres malvados que detienen o suprimen la verdad);
Filemón 13 (Pablo hubiera deseado retener a Onésimo). En el contexto presente
este significado tiene excelente sentido.
Tiene abundante apoyo en los
pergaminos (véase M.M., pp. 336, 337).
Adoptando el significado (4) como
el más natural en el contexto presente, nos hallamos cara a cara con el
problema de identificar al que retiene. En este punto, sin embargo, los
tesalonicenses estaban más adelantados que nosotros en su conocimiento de la
escatología. Ellos sabían. Nosotros no. Agustín en sus días confesó francamente
que aun haciendo grandes esfuerzos no se hallaba en condiciones de descubrir lo
que el apóstol quiso decir (Concerniente a la ciudad de Dios. XX. xix).
Algunas interpretaciones muestran
su error aun a simple vista (tales como, “Pablo”, “Dios”, “el Espíritu Santo”).
Dios o el Espíritu Santo no son “quitados de en medio” (expresión que a pesar
de la objeciones que se han presentado, es buen equivalente del griego ἐκ μέσου
γίνεσθαι); cf. también Col. 2:14.
De todas las teorías propuestas
hasta ahora, la que parece tener más peso a su favor es aquella según la cual
el que retiene es “el poder del bien ordenado gobierno humano”, “el principio
de la legalidad contrapuesto al de la ilegalidad” (véase el Comentario de
Ellicott sobre este pasaje).
Según este punto de vista Pablo
quiere decir que en tanto que la ley y el orden prevalezcan, el hombre de
desafuero no puede aparecer en la escena de la historia con su programa de
injusticia, blasfemia, y persecución sin precedentes.
En favor de este punto de vista
nótese lo siguiente:
a. En cierto modo el contexto a
su favor: “el hombre de desafuero” está siendo detenido por el dominio de la
ley.
b. Explica como Pablo puede
hablar a la vez de “lo que retiene” [p 210] y “el que retiene”. Piénsese en el
imperio y el emperador, en la justicia y el juez, en la ley y el que la hace
cumplir.
c. Esto (o algo por el estilo) es
el punto de vista más frecuentemente expresado por los padres de la iglesia.
Tertuliano, comentando sobre este pasaje, declara: “¿Qué obstáculo hay sino el
estado romano?” (On the Resurrection of the Flesh, XXIV.)
d. Está a su favor el hecho de
que Pablo se sentía orgulloso de su ciudadanía romana, que le fue útil vez tras
vez, aun aquí mismo en Corinto en donde esta epístola fue escrita (Hch.
18:12–17).
Además, en un bien conocido
capítulo de otra epístola habla del poder del estado romano como “ministro de
Dios para tu bien”, y de los gobernantes como “un terror no en contra de la
buena sino de la mala conducta”
(Ro. 13).124 Podemos decir sin
temor a equivocarnos, por lo tanto, que el apóstol consideró al gobierno y sus
administradores como un freno para el mal.
e. Es una teoría razonable
también dado al hecho de que en cierto sentido ni la ley romana ni su orden
murieron cuando el imperio cayó. En el mundo civilizado de hoy está todavía en
vigencia. Sin embargo, cuando la estructura básica de justicia desaparece, y
cuando los juicios falsos y las confesiones fraudulentas llegan a ser la norma
del día, el escenario se halla preparado para la revelación del hombre de
desafuero.
La teoría según la cual Miguel o
algún otro ángel es el que ata, refrena o retiene al anticristo (los que la
favorecen apelan a pasajes tales como Dn. 10:13 y Ap. 20:1–3) no explica cómo
tal ángel puede ser llamado a la vez “el que” y “lo que” retiene. Sin embargo
estas dos últimas teorías mencionadas—es decir, a. que lo que retiene es la ley
y el orden y los que la hacen cumplir, y b. lo que retiene es un ángel— podrían
no ser tan dispares como aparentan serlo. ¿Acaso las disposiciones de los
gobernantes no son influidas por los ángeles? (véase Dn. 10:13, 20).
Repetimos, no obstante, que el
punto de vista que hemos considerado como el mejor que se haya ofrecido hasta
ahora, según nuestra opinión, bien podría no ser el correcto. No hay certeza
alguna en cuanto a este punto.
En consecuencia, el sentido de
todo el pasaje (versículos 6 y 7) parece ser el siguiente: En tanto que Satanás
está perfectamente enterado de que él mismo no puede encarnarse, sin embargo
quisiera imitar a la segunda persona de la Trinidad también en este aspecto
hasta donde le fuese posible. Desea ardientemente la presencia de un hombre
sobre el cual pueda tener completo control, y que cumplirá su voluntad así como
Jesús cumplió la voluntad del Padre. Ha de ser un hombre de talentos
sobresalientes.
Pero hasta el momento el diablo
ha fracasado en su intento de poner este plan en operación. Algo y alguien está
siempre “reteniendo” al hombre de desafuero, necesario instrumento del
engañador. Esto, por supuesto está ocurriendo bajo dirección divina. De ahí
que, por el momento, lo máximo que Satanás puede hacer es promover el espíritu
de desafuero. Pero esto no le satisface. Es como si él y su hombre de pecado
estuviesen aguardando el tiempo. En el momento divinamente decretado (“el
tiempo apropiado”) cuando, en castigo por la cooperación voluntaria de los
hombres con este espíritu, el designado como “alguien” y “algo” que ahora
retiene sea quitado, Satanás comenzará a llevar a cabo sus planes:
8. Y entonces será revelado el
sin ley. Este “entonces” está en contraste con el “ahora” del versículo 6:
“ahora” “el sin ley” es retenido, pero “entonces” será revelado. “El sin ley”
es lo mismo que “el hombre de desafuero” introducido en el versículo 3, vale
decir, el antagonista final, el que abiertamente desafía todas las ordenanzas
de Dios, el anticristo. Cuando el tiempo apropiado llegue, el programa de Satanás
será realizado en forma visible. El misterio será reemplazado por el hombre. El
sin ley aparecerá en la tierra y será revelado en sus palabras y hechos.
A fin de alentar a los creyentes,
que de otro modo podrían estar llenos de injustificable alarma, Pablo inmediatamente
añade: a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, y derrotará
totalmente por la manifestación de su venida.
No habrá un prolongado conflicto,
con la victoria aparentamente alternando entre el sin ley y Cristo, este
“round” a favor de Satanás, el otro para Cristo. Este asunto será liquidado en
un instante. El Señor Jesús (véase sobre 1 Ts. 1:1) en forma muy breve y
decisiva pondrá fin al anticristo y su programa. Toda la descripción es
simbólica. Las dos cláusulas son paralelas, no significando esto necesariamente
que las dos son completamente idénticas en significado. La primera cláusula
enfatiza lo que sucederá al sin ley mismo: será matado (lo cual en esta
conexión se ha interpretado [p 212] como significando que será castigado con
muerte eterna, pero la idea de recibir primero muerte física no debe excluirse).
El Señor simplemente soplará sobre él, tan veloz será su destrucción. La
segunda cláusula indica también lo que le ha de suceder, tal vez con la idea
adicional: en relación con su programa de actividades. También en
este respecto será “abolido”,
“completamente derrotado”, “arruinado”, “inutilizado”, “vuelto inoperante o
inactivo” (καταργέω; verbo usado por Pablo con mucha frecuencia y casi
confinado sólo a él en el Nuevo Testamento; en lo que respecta al grado
particular de significado en la presente relación véase especialmente pasajes
tales como Ro. 3:31; 4:14; 1 Co. 1:28; Gá. 3:17; Ef. 2:15; 2 Ti. 1:10). En
relación paralela a “aliento de su boca” está “manifestación de su venida”. La
apariencia misma (ἐπιφάνεια, epifanía, que en otros lugares del Nuevo
Testamento solamente se halla en las pastorales: 1 Ti. 6:14; 2 Ti.1:10; 4:1, 8;
Tit. 2:13) de la venida de Cristo (Parousía; véase sobre 1 Ts. 2:19), el primer
destello del advenimiento, será suficiente para arruinar al sin ley, para
inutilizarlo.
El aspecto total, veloz, y
repentino de la derrota del anticristo se describe aquí en lenguaje simbólico. El
carácter decisivo de su caída es el pensamiento único y central. Simplemente
por el aliento y apariencia de Cristo el “hombre de desafuero” será derrotado.
No se debe tratar de sacar más de este pasaje. Por ejemplo, no se debería
comenzar a embellecer la interpretación argumentando que “el aliento de su boca
(de Cristo)” significa la Palabra de Dios, que esta palabra es siempre
efectiva, etc. Si hay necesidad de mayor comentario debe leerse Isaías 11:4 y
Apocalipsis 1:16. 9, 10. Habiendo consolado a los lectores con el pensamiento
de la decisiva intervención del Señor Jesús al venir a juzgar, de modo que el
pasaje relacionado con el final antagonista pierde todo su terror para los que
creen, Pablo da ahora una más amplia descripción del carácter del sin ley y de
su actividad.
Se podría decir que la
descripción ya comenzada en el versículo 4 continúa aquí; pero con la siguiente
diferencia: en tanto que el versículo 4 describió la relación del anticristo
con el reino divino, los versículos 8 y 9 exponen su relación con el reino del
mal: (aquel) cuya venida es según la operación de Satanás, acompañada de todo
poder y señales y prodigios mentirosos y por todo engaño que se origina en la
injusticia para los que están pereciendo porque no aceptaron el amor por la
verdad para que fuesen salvos.
La venida o parousía del sin ley
(para el significado del término véase sobre 1 Ts. 2:19) está (presente
profético: lo será ciertamente) en completo acuerdo con la poderosa actividad
de Satanás, su amo.
Aquella “operación de Satanás”
será la base de comparación. De ahí que esta venida será acompañada por (o:
investida con) todo poder y señales y prodigios; vale decir, habrá grandioso
despliegue de poder (δύναμις, cf. dinamita); habrá señales (σημεῖα), hazañas
sobrenaturales que apuntarán hacia el que los realiza, a saber, el anticristo
controlado por el diablo (véase C.N.T. sobre Jn. 2:11); y prodigios o
maravillas (τέρατα), las mismas pasmosas hazañas vistas ahora bajo el aspecto
de su carácter insólito y su efecto sobre los que las presencian. Pero todo
este despliegue (poder, señales, prodigios) será producto de la falsedad, del
deseo de engañar. Por eso sigue, “y por todo engaño que se origina en la
injusticia”. El sustantivo engaño es usado por Pablo también en Col. 2:8
(“filosofías y huecas sutilezas”; y véase el verbo compuesto, derivado de la
misma raíz, en 2 Ts. 2:3). El engaño será inspirado por la injusticia. Esto no
ha de sorprendernos, puesto que el anticristo recibe su energía del diablo
mismo. Véase también C.N.T. sobre Juan 8:44.
Ahora bien, la venida del final
antagonista, con su poder mentiroso, sus señales y maravillas, aunque observado
por creyentes y no creyentes, tiene su efecto engañador sobre los que están
pereciendo (i.e. los que entonces estén pereciendo); cf. 1 Co. 1:18; 2 Co.
2:15; 4:3. La causa por lo que perecen no está en Dios sino en ellos mismos.
Perecen porque no aceptaron (tiempo pasado mirado desde el punto de vista de
los días inmediatamente anteriores al juicio final) el amor por la verdad.
Pero ¿qué significa la expresión
“el amor por la verdad”? Contestamos como sigue:
Al ser proclamado el evangelio,
se insta a los oyentes a aceptar a Cristo con todos sus beneficios. Tales
beneficios no son solamente objetivos, como el cielo, la resurrección del
cuerpo, etc., sino también subjetivos, como el amor y la esperanza. Los oyentes
que perecen llegan a este destino porque han rechazado lo que se les ha rogado
aceptar, en este caso: “el amor por la verdad” (genitivo objetivo) como está
Cristo (la verdad evangélica). El propósito de su aceptación hubiera sido “para
que fuesen salvos”.
Es verdad que ningún hombre puede
aceptar “el amor por la verdad” en sus propias fuerzas. Pero éste, sin embargo,
no es el énfasis aquí. Lo que aquí se subraya es la culpa del hombre. Cuando el
hombre se pierde, es siempre su propia culpa, jamás la de Dios.
11. Y por esta razón Dios les
envía una engañadora fuerza para que crean en la mentira. Vale decir, los
hombres del tiempo del fin, que se endurezcan contra la fervorosa exhortación
para arrepentirse y recibir el amor por la verdad, sufriran el castigo de ser
endurecidos. Dios les envíe (i.e. por cierto les enviará) una “energía de
(i.e., para) error”. Será un poder que actuará poderosamente dentro de ellos,
alejándoles aún más, de modo que creerán la mentira del anticristo.
12. Así será en el tiempo del
fin. Dios enviará una engañadora fuerza a los corazones de los que tercamente
rehusaron aceptar su verdad redentora; y esto, para que sean condenados todos
los que no creyeron la verdad sino que se deleitaron en la injusticia.
Esto tiene referencia al juicio
final. Entonces todos los engañados serán juzgados, i.e., condenados (en cuanto
al verbo κρίνω véase C.N.T. sobre Jn. 3:17). Esta sentencia de condenación será
justa e imparcial, puesto que éstos sobre los cuales es pronunciado, lejos de
entregarse a la redentora verdad de Dios, hallaron su deleite (εὐδοκήσαντες,
véase sobre 3:1) en lo que es francamente opuesto, es decir, en la injusticia
(Véase sobre el versículo 9 más arriba). Tal antítesis entre verdad e
injusticia (véase también Ro. 1:18;2:8; 1 Co. 13:6) indica que no se puede
separar el intelecto humano de la voluntad y las emociones.
Cuando una persona realmente
acepta la verdad de Dios, practicará la justicia; cuando no lo hace, sino que
acepta la mentira del anticristo (¡ser neutral es imposible!), se deleitará en
la injusticia.
El verdadero creyente jamás debe
temer pertenecer a la minoría. Sólo el remanente será salvo. Todos los demás
serán condenados.