ESTUDIO SOBRE FILIPENSES
4:12-13
Leamos el pasaje:
“(12) Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad. (13) Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Flp 4:12-13 RV1960 .
El apóstol solía estar en
cadenas, prisiones y necesidades, pero en todo aprendió a estar contento, a
llevar su mente a ese estado, y aprovechar el máximo de eso. El orgullo, la
incredulidad, el vano insistir en algo que no tenemos y el descontento variable
por las cosas presentes, hacen que los hombres estén disgustados aun en
circunstancias favorables.
Oremos por una sumisión paciente
y por esperanza cuando estemos aplastados; por humildad y una mente celestial
cuando estemos jubilosos. Es gracia especial tener siempre un temperamento
mental sereno. Cuando estemos humillados no perdamos nuestro consuelo en Dios
ni desconfiemos de su providencia, ni tomemos un camino malo para nuestra
satisfacción. En estado próspero no seamos orgullosos ni nos sintamos seguros
ni mundanos. Esta es una lección mucho más difícil que la otra, porque las
tentaciones de la plenitud y de la prosperidad son más que las de la aflicción
y la necesidad.
El apóstol no tenía la intención
de moverlos a dar más, sino exhortarlos a una bondad que tendrá una recompensa
gloriosa en el más allá. Por medio de Cristo tenemos la gracia para hacer lo
que es bueno, y por medio de Él hemos de esperar la recompensa; como tenemos
todas las cosas por Él, hagamos todas las cosas por Él y para su gloria.
Miremos la opinión de Tomas de
Aquino:
“La humildad unas veces significa cierta virtud: "el que se humilla
será exaltado"; otras, abatimiento, abyección: "humillaron
(apretaron) con grillos sus pies" (Sal 104,18). Y así habla aquí diciendo:
"sé padecer humillaciones", esto es, soportar medidamente, como
conviene, la abyección. Y porque a los hombres con las riquezas se les suben
los humos, y con la pobreza se les bajan, por eso a la abundancia la llama
exaltación. Y de entrambas partes hay peligro, pues con la abundancia engríese
el ánimo contra Dios y con la pobreza queda deprimido. Por eso dice Salomón en
los Proverbios 30: "no me des ni pobreza ni riquezas". Pero mejor lo
dice el Apóstol, porque en un caso o en otro sabe gobernarse virtuosamente, y
esto dondequiera, es a saber, en todo lugar, negocio, estado y condición;
"estoy ya hecho a todo y lo he probado todo" (2Co 6).
- "Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Pone la causa de
su constancia diciendo: "todo lo puedo"; como si dijera: no pudiera
soportar estos insultos y oprobios, a no confortarme la mano de Dios (Ez. 3; Is
40). Más, pues estás hecho a pasar necesidad, ¿por ventura te sobró de lo que
te mandamos? No, porque, aunque sepa "padecer penuria", que es una
virtud, no por eso han de retirarme el socorro (Rm 12; He. X). Está, pues,
clara la causa.”
Dice pues: no me da miedo la pobreza, pues he aprendido a contentarme
con lo que tengo. No hay cosa que ponga más de manifiesto la estatura de un
perfecto sabio como el saber navegar con cualquier viento, (estar de temple a
todas horas y en cualquier estado). Que así como el buen capitán maniobra con
cualquier ejército según su condición; y el buen curtidor con cualquier cuero
curte muy buenas suelas; así es perfecto el que sabe acomodarse al tiempo, de
suerte que ni por estar en la cumbre se le suba, ni por yacer en lo más hondo
se deprima. Por lo cual dice: "pues he aprendido" (Is 50). Bástame
con lo poco si eso tengo, y si mucho, sé responder como el eco al mismo tono. Y
así se explica diciendo: "sé vivir en pobreza y sé vivir en abundancia".
Pablo se acostumbró a vivir en
cualquier circunstancia contento y feliz, en Cristo. “a contentarme en
cualquier condición”(Versículo 11). Contentarme—El griego, lit., expresa
“independiente de otros, y teniendo suficiencia en uno mismo”. Pero el
cristianismo ha elevado el término por encima de la arrogante “autosuficiencia”
del pagano estoico al contentamiento del cristiano, cuya suficiencia no está en
sí mismo, sino en Dios (2Co_3:5; 1Ti_6:6, 1Ti_6:8; Heb_13:5; cf. Jer_2:36;
Jer_45:5). Muy pocas personas -- aun en la iglesia -- han aprendido este
secreto con respecto a la prosperidad y la pobreza.
Vemos en seguida la diferencia
entre los estoicos y Pablo. Los estoicos decían: " Aprenderé a ser
autosuficiente mediante un acto de mi propia voluntad.» Pablo decía: "
Todo lo puedo arrostrar gracias al Cristo Que me infunde las fuerzas.» Para los
estoicos, la autosuficiencia era un logro humano; para Pablo era un don divino.
El estoico era auto-suficiente; Pablo era Dios-suficiente. El estoicismo
fracasaba porque no era humano; el Cristianismo triunfa porque está enraizado
en lo divino. Pablo podía arrostrar cualquier cosa, porque en toda situación
tenía a Cristo; la persona que camina con Cristo puede arrostrarlo todo.
Miren el interesante punto de
vista de Charles Spurgeon:
Saber en todo momento ser rico
“Hay muchos que “saben estar
humillados”, pero que no han aprendido cómo “tener abundancia”. Si son colocados
en la cima de una montaña se marean y caen de inmediato. El cristiano deshonra
más a menudo su profesión en la prosperidad que en la adversidad.
Es peligroso ser próspero. El
crisol de la adversidad es Una prueba menos severa para el creyente que el refinamiento
de la prosperidad. ¡Cuánta debilidad de alma y cuánto descuido de lo espiritual
nos ha venido a través de las mercedes y abundancias de Dios! Empero, no debe
necesariamente ser así, pues el apóstol nos dice que él sabe cómo tener
abundancia. Cuando tenía mucho, sabía cómo usarlo.
La gracia abundante lo capacitaba
para poseer abundante prosperidad. Cuando su barco iba viento en popa, lo
cargaba con mucho lastre, y así flotaba. Se necesita más que habilidad humana
para llevar la rebosante copa de gozo mortal con mano firme. Sin embargo, el
apóstol había aprendido aquel arte, pues dice: “En todo y por todo estoy
enseñado, así para hartura como para hambre”. Saber cómo estar hartos es algo
que solo Dios puede enseñarnos. Los israelitas estuvieron hartos una vez, pero,
con la carne aún en sus bocas, la ira de Dios vino sobre ellos. Muchos han
pedido bendiciones solo para satisfacer la codicia de sus corazones.
Aquellas personas que solo
navegan en un barco pequeño por un lago no tienen historias que contar acerca
de aventuras en el mar. Pero el que va a escribir un libro acerca de viajes
largos debe viajar muy lejos de la tierra y contemplar el mar en tiempos de
tormenta así como de calma. Quizá te convertirás en un cristiano experimentado;
darás gran honor a Dios al ser el medio de consuelo para otros que serán
probados de manera similar a como tú lo fuiste.
Te prepararás para ser un héroe y
eso no puede lograrse excepto por medio de penas grandes y amargas que te
sobrevengan. Creo que entre nosotros hay algunos a quienes Dios no puede
confiarles mucho gozo. La cabeza se marearía si se le pone en un pináculo muy
alto y se volvería orgullosa y autosuficiente y por lo tanto se destruiría.
Dios no mataría a sus hijos con caramelos como tampoco lo haría con amargura.
Cuando lo necesiten tendrán un tónico, pero si el tónico es tan amargo que
pareciera que no pueden tomarlo y seguir viviendo, el Señor les quitará el
tónico o les dará alguna dulzura deliciosa que quite todo el sabor amargo.”
CONCLUSIÓN:
En todo y por todo Pablo había
aprendido el secreto, lo mismo de estar saciado que de tener hambre, lo mismo
de tener abundancia que de padecer necesidad. ¿Y cómo había aprendido el
apóstol esta lección? Sencillamente de esta manera: estaba confiado en que
estaba en la voluntad de Dios. Sabía que, estuviese donde estuviese, o se
encontrase en la circunstancia que fuese, estaba ahí por disposición divina.
Si tenía hambre, era porque Dios
quería que tuviese hambre. Si estaba saciado, era porque así lo había planeado
su Señor. Ocupado con fidelidad en el servicio de su Rey, podía decir: «Sí,
Padre, porque así fue de tu agrado». El apóstol tenía fortaleza para soportarlo
"todo" (vv.Flp_4:11-12), y esto incluía tanto las dificultades como
la prosperidad en el mundo material. “En Cristo que me fortalece”. La palabra
griega que se traduce "fortalece" significa "poner poder
adentro". Gracias a que los creyentes están en Cristo (Gál_2:20), Él
infunde en ellos su energía para sustentarlos hasta que reciban alguna
provisión (Efe_3:16-20; 2Co_12:10). No tenía Pablo esta fuerza como resultado
de cierta capacidad innata, ni tampoco por la excelencia de la resolución
mental, sino que derivaba de su relación íntima con Cristo.